8
—Les tomó bastante tiempo —dijo Benny, limpiándose el sudor de los ojos—. Ya comenzaba a aburrirme aquí abajo.
Trató de sonar relajado y casual. No lo logró.
Nix bufó y comenzó a decir algo más, pero entonces descubrió la diminuta figura que se escondía entre las sombras detrás de Benny.
—¿Qué…? ¡Oh, Dios mío! ¿Dónde… cómo…? —sus palabras se desintegraron en un tartamudeo de perplejidad.
—Es una larga historia —dijo Benny.
Nix se inclinó sobre la niña, que resoplaba al borde del llanto. Tocó la mejilla de la pequeña y le acarició el cabello.
—Hola, cariño. No tengas miedo. Todo va a estar bien ahora.
A unos cuantos metros de distancia, Lilah volteó por encima del hombro para ver lo que ocurría, y sus ojos se abrieron desmesuradamente.
—¿Annie? —murmuró.
Incluso con todo lo demás que sucedía a su alrededor, escuchar a Lilah pronunciar ese nombre estuvo a punto de romperle el corazón a Benny. Annie era el nombre de la hermanita de Lilah. Había muerto años atrás intentando escapar de los fosos zombis en Gameland, y Lilah había tenido que aquietarla cuando se reanimó. Benny sólo podía imaginar lo que sucedía en el interior de la cabeza de Lilah; ver otra niñita de cabello rubio, aquí en un foso lleno de zombis. Era bastante extraño para Benny; para Lilah debía ser totalmente surreal.
Otro zom rápido corrió por el barranco, una mujer gigantesca de revuelto cabello negro y con una hilera de agujeros de bala cruzándole el enorme pecho.
—¡Zom! —gritó Benny, y Lilah parpadeó. La conmoción de su rostro desapareció en un instante y ella se volteó para lidiar con el zom que corría. La lanza de tubo negro que ella portaba se movió como el rayo, y la bayoneta atravesó la carne seca y los músculos correosos. El rostro de Lilah era impasible, pero Benny no se dejaba engañar; su mente tenía que estar dando vueltas a este misterio, y eso se volvió evidente por la renovada fuerza con que golpeaba y cortaba.
Nix miró las manos vacías de Benny por encima de la cabeza de la niñita.
—¿Dónde está tu espada?
—Se quedó atorada en un zom.
—¿Atorada en un…?
Benny señaló al soldado zom que iba atrás en la multitud.
—¡Dios, nunca vamos a recuperarla!
—Tenemos que —replicó Benny.
El muro de zoms presionaba a pesar de que Lilah lo detenía con sus cortes.
—No podemos —rugió Lilah—. Son demasiados.
Nix formó una bocina con las manos alrededor de su boca y gritó hacia arriba.
—¡Chooooong!
En lugar de una respuesta, un rollo de cuerda cayó desde la abertura sobre la cabeza de Benny, que casi lo hace caer de rodillas.
—¡Cuidado abajo! —llegó el grito medio segundo después.
9
Benny se quitó la cuerda de la cabeza y miró hacia arriba para encontrar la cabeza y los hombros de Chong asomándose por la orilla del barranco. Su largo cabello negro colgaba suelto.
—Hola, Benny —gritó—. Lilah dijo que estabas aquí practicando tu melancolía y…
—¡Chong! —espetó Benny—. ¡Cállate y ata esa cuerda a un árbol!
La sonrisa se esfumó de la cara de su amigo.
—Ya lo hice. Pero vamos, hombre, apúrense allí abajo. Se está poniendo extraño acá arriba. Debe haber cincuenta zoms al otro lado del barranco.
—Sí, bueno, aquí abajo también hay uno o dos —refunfuñó Benny.
—Entonces, ¿por qué bajaste? —preguntó Chong.
Benny ignoró el comentario y volteó en dirección a Lilah. La bayoneta en el extremo de su lanza estaba embarrada de una sustancia viscosa y negra.
—Préstame tu lanza y yo los detendré mientras tú y Nix…
El bufido de burla de Lilah fue muy elocuente.
—Vete —dijo en el fantasmal susurro que era su voz.
—Nix —dijo Benny, girándose hacia ella—, dame tu bokken. Yo te cuidaré la espalda mientras tú subes a la niña.
—Oh, por favor. Ella es demasiado pequeña para trepar, y yo no soy lo suficientemente grande para cargarla mientras subo. Hazlo tú, Benny. Lilah y yo te cuidamos la espalda.
—De ninguna manera. Ése es mi trabajo.
—¿Tu trabajo? —Nix puso los ojos en blanco—. ¡Si dejaras de tratar de ser el héroe samurái por un momento, te darías cuenta de que estamos intentando salvarte la vida!
—No, tengo que recuperar mi espada y salvar…
Nix se acercó y lo encaró.
—No te estoy preguntando, Benjamin Imura.
Benny estuvo a punto de ponerse en guardia. Nix nunca lo llamaba Benjamin, excepto cuando estaba muy enojada con él, y jamás usaba nombre y apellido juntos a menos que estuviera a punto de patearle el trasero.
Desvió la mirada hacia la ola de zombis y luego la regresó con Nix, que medía metro y medio con los zapatos puestos y tenía que inclinar la cabeza hacia atrás para verlo a la cara. Hasta la niñita parecía querer fulminarlo con la mirada, aunque no tenía razón para hacerlo, pues él acababa de salvarle la vida. Tal vez era una cosa de chicas. Él estaba vagamente consciente de que había un importante mensaje sobre el poder femenino que tenía que aprender con todo esto, pero aquél no era momento para filosofar. Incluso las pecas de Nix parecían brillar de ira, y su cicatriz cambió de un blanco pálido a un rojo furioso.
Él quería gritarle, empujarla fuera de su camino, tomar su bokken y volver a la pelea, pero en vez de eso se tragó su frustración y retrocedió.
Benny jaló la cuerda, que en efecto estaba firmemente atada. La mejor forma y la más segura de hacerlo era amarrar a la niña y jalarla desde arriba; y aunque todos ellos eran buenos para hacer nudos, simplemente no había tiempo. Sin embargo, Benny pudo ver que el final colapsado del barranco no era vertical. Mucho del escombro se había desprendido y había formado una pendiente, sólo que esa pendiente estaba demasiado escarpada para subirla caminando. Pero con la cuerda, pensó, sería posible lograrlo. Lanzó una mirada a la niñita.
Ése es tu trabajo, habló su voz interior. Deja de tratar de ser un héroe y sácala de aquí.
—Correcto —dijo Benny en voz baja. Se arrodilló junto a la niña—. Oye, cariño, necesito que me escuches y hagas exactamente lo que te diga, ¿está bien?
La niña lo miró con los ojos muy abiertos, pero no dijo nada.
—Voy a trepar fuera de aquí con esa cuerda, y necesito que te agarres de mí. Como si jugáramos al caballito. ¿Conoces ese juego?
Ella se detuvo un momento para mirar hacia lo alto de la oscura pared de tierra. La penumbra parecía extenderse infinitamente.
—No te preocupes. Yo te mantendré a salvo.
Detrás de él escuchó un golpe sordo que reconoció como el impacto de una espada de madera contra carne seca y hueso. Sordo y contundente, acompañado por un leve gemido de esfuerzo. Nix se había unido a la pelea. No era un sonido reconfortante. No significaba que se estuvieran imponiendo. Le decía que los oponentes eran demasiados para que Lilah pudiera encargarse de ellos sola. Que los muertos se acercaban, que aumentaba su número.
Benny se acuclilló y le dio la espalda a la niña.
—Sujétame del cuello y sostente, ¿de acuerdo?
De repente, la niñita lo abrazó con fuerza.
—¡Benny! —gritó Nix—. ¡Apresúrate!
Él sujetó la cuerda y comenzó a trepar.
Al principio fue fácil. Pesado, pero no más allá de su fortaleza. Siete meses de entrenamiento con Tom habían tonificado sus músculos; otro mes de vivir en la tierra salvaje de Ruina y Putrefacción había aumentado su resistencia. Él era más fuerte de lo que había sido nunca, y aun con el miedo que se arremolinaba a su alrededor como agua contaminada, se sentía poderoso. Así es como se imaginaba que Tom se sentía todo el tiempo. Lo suficientemente fuerte para hacer cualquier cosa que necesitara o deseara.
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