1 ...6 7 8 10 11 12 ...20 Esos pensamientos lo impulsaron hasta más o menos la mitad del muro de tierra.
Entonces, en los tres dificultosos pasos que siguieron, la niña, otrora ligera como una pluma, se sintió de repente como si pesara más que Morgie Mitchell luego del festival de la cosecha. El pie de Benny resbaló sobre el musgo y la niñita gritó en su oído como un estornino asustado. Sus pequeños brazos le apresaron con más fuerza la garganta, y de pronto Benny se quedó sin aliento.
—¡No… tan… fuerte…!
Pero ella estaba demasiado aterrada para comprender, a medio camino de un ascenso vertical, aferrándose por su vida. Habría sido necesaria una barra de acero para separarla de Benny.
Imura dio otro paso e hizo una mueca cuando sus músculos comenzaron a doler. Le ardían, y sujetarse a la cuerda se sentía como apretar carbones al rojo vivo.
—¡Vamos! —gritó Chong, y Benny alzó la mirada para ver que su amigo estiraba su huesudo brazo hacia él. Chong tenía mucha fuerza, pero en aquel momento el brazo que le ofrecía parecía el de un muñeco de palitos. Y todavía estaba demasiado lejos.
Chong lo miró boquiabierto.
—Espera… ¿qué es eso que traes en la espalda?
—¿Qué… parece… inútil… cabeza hueca? —resolló Benny.
Chong ni siquiera trató de responder al insulto. En lugar de eso, se inclinó todavía más, estirándose para alcanzar a Benny.
—¡No! —gritó éste—. La orilla está…
Se escuchó un suave cruc y a continuación Chong estaba cayendo de cabeza en dirección a ellos, él y cincuenta kilos de tierra suelta que golpearían a Benny y la niña y los harían caer de nuevo al foso de los zombis. La niñita lo ensordeció con un estridente alarido que era lo suficientemente fuerte para quebrar un vidrio. Benny arrojó su peso hacia un costado, corriendo sobre la pared mientras Chong pasaba rodando, aullando como un gato pateado. Debajo de él, Chong aterrizó con un pesado golpe y una intensa exhalación de dolor. Surgieron maldiciones de entre las sombras. Las de Lilah y Nix se oyeron más que las de Chong.
Los pies de Benny resbalaban en la tierra suelta que ahora cubría la pared como una capa de aceite. La soga amenazaba con deslizarse entre sus puños, pero Benny sabía que, si él caía, el impacto probablemente lisiaría o mataría a la niñita.
¡Resiste!, gritaba su voz interior.
Resistió, apretando los dientes por el esfuerzo y el dolor.
Con un gruñido dio un paso arriba, golpeando su pie contra la tierra para encontrar suelo firme. Se impulsó usando las piernas, la espalda y los brazos. La niñita seguía ahorcándolo, pero Benny bajó la barbilla para ayudar a que se abrieran sus conductos de aire. Inhaló tan profundo como le fue posible, se impulsó nuevamente y dio otro paso. Y otro.
Era como si avanzara un centímetro a la vez. La pared parecía increíblemente escarpada.
Y entonces salió de las sombras y entró a la brillante luz del sol. Benny parpadeó, los ojos le escocían, pero nunca se había sentido más feliz de ver el resplandeciente cielo soleado. Jaló, y jaló, y trepó y se colapsó sobre la hierba a la orilla del barranco. Se arrastró hacia el frente siguiendo la cuerda, pecho tierra, con un jadeo como el de un ahogado que inhala su primera bocanada de aire.
—Bájate —resolló, y la niña trepó como un mono por su espalda, sus hombros y su cabeza.
—¡Benny!
El grito salió con un eco desde la oscuridad, y de inmediato el chico se irguió tambaleante. Sus extremidades le temblaban y sus manos estaban hinchadas y rojas, pero estaba a salvo. Al otro lado de la negra abertura, cien zombis lo observaban con su hambre eterna y su paciencia inacabable. Ya no habían caído más a la hendidura, y Benny agradeció a Dios por eso.
—¡Nix! Trepa. Yo te jalo. ¡Apresúrate!
En cuanto sintió que la cuerda floja se tensaba, Benny comenzó a jalar, una mano tras otra. La cuerda le quemaba en las palmas y sus músculos gritaban de dolor, pero él plantó bien ambos pies y puso en aquella tarea todo lo que tenía. El salvaje cabello rojo de Nix apareció al borde del barranco y luego lo hizo su hermoso rostro, tenso por el esfuerzo y el miedo.
Nix trepó fuera de la hendidura y se limpió el sudor que le nublaba la vista.
—¿Chong está herido? —preguntó Benny.
—No tanto como lo estará cuando Lilah salga de ahí. Está furiosa con él por haber entrado al barranco.
—Cayó. No fue su intención —dijo Benny de inmediato, saliendo en defensa de su amigo.
—Sí, bueno, ella tampoco está muy contenta contigo.
—Grandioso —Benny lanzó la cuerda en el interior del agujero—. ¿Y tú? ¿También estás enojada conmigo?
Ella le dedicó una sonrisa maliciosa y le dio un puñetazo en el pecho. Lo cual le dolió.
Chong subió jadeando y resoplando hacia el exterior. No pesaba mucho más que Nix, pero Benny estaba totalmente exhausto y sintió como si estuviera sacando a un toro del foso.
—Lo siento —comenzó a decir el chico, pero Benny lo acalló en el acto.
—Junta algunas rocas.
—¿Rocas?
—Rocas. Cualquier cosa que podamos lanzar. Tenemos que cubrir a Lilah. ¡Ve!
Chong comprendió al instante y corrió para recolectar piedras del tamaño de un puño.
Benny volvió a lanzar la cuerda al foso.
—¡Lilah! Escúchame.
Ella no respondió, pero él podía escuchar sus gruñidos mientras peleaba.
—Tenemos algunas rocas. Cuando diga “ahora”, derriba a un par de zoms cortándoles las piernas para retrasar a los otros y…
Algo pasó volando como un rayo a sólo unos centímetros de su cabeza. Benny retrocedió y vio que era la lanza de Lilah. Antes de que pudiera decir nada, la soga se tensó y Lilah trepó rápidamente por el muro de tierra, tan ágil y veloz como una acróbata. Ella lo tomó por la camisa cuando salió del agujero y utilizó el peso de él para catapultarse por encima del borde. Cayó de frente, rodó sin esfuerzo y se levantó. Miró a Benny, que yacía tirado, y a Chong, que estaba acuclillado un par de metros más allá con un brazo levantado para lanzar una roca. Benny y Chong la observaban boquiabiertos, incapaces de articular un comentario coherente.
Lilah se llevó la mano a la espalda y sacó un objeto que había encajado entre las correas de su chaleco, el cual arrojó sobre la hierba frente a la mirada desorbitada de Benny.
La espada de Tom.
Lilah se puso de pie, alta y hermosa, con su cabello blanco agitándose en la fresca brisa, sus ropas manchadas de sangre y sus ojos color avellana irradiando fuego.
Volteó lentamente hacia Nix y en el fantasmal susurro de su voz dijo:
—Odio a los chicos.
DEL DIARIO DE NIX
Guerrero inteligente.
Así es como Tom llamó al programa de entrenamiento que ideó antes de nuestro viaje a Ruina. Dijo que se había basado en varias cosas. Primero estaban las artes marciales con las que él había estado involucrado desde que era niño. Antes de la Primera Noche existían miles de tipos distintos de artes marciales. Karate, tae kwon do, kung fu, aikido, judo. Yo no sé mucho sobre ellas. Tom solía estudiar algo llamado jujutsu (en los libros lo he visto escrito de un montón de maneras diferentes: jiujitsu, jujitsu, etc.). Tom decía que el jujutsu era un antiguo sistema japonés que su familia había practicado durante cientos de años. Decía que el nombre significa “el arte de la no resistencia”, y en gran parte tiene que ver con utilizar el ataque del oponente en su contra.
Tom también incluyó algunas cosas que le enseñaron mientras estuvo en la academia de policía. Y muchas cosas que aprendió desde entonces, incluyendo el rastreo y la caza, las cuales obtuvo de cazarrecompensas como Solomon Jones, el Viejo Church y el Hombre Verde.
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