El tono deseable para abordar realidades históricas es el propuesto por el historiador mexicano Francisco de la Maza sobre la figura de Hernán Cortés: ni elogiarlo sin más ni más, ni insultarlo sin menos ni menos. Explicarlo.
Leyenda que no suele identificarse ni condenarse como el prejuicio que es
El historiador estadounidense Philip W. Powell publicó originalmente en inglés su obra más conocida sobre este tema, Árbol de odio . En el prefacio a la edición española dice:
«La tragedia fundamental es que la Leyenda Negra, de por sí un acceso antiintelectual al mundo hispánico, permanezca arraigada con tanta firmeza en los mencionados círculos culturales del mundo angloamericano, y también en la mayoría de los pueblos occidentales, incluyendo a Latinoamérica. A diferencia de otros prejuicios raciales, religiosos o propagandísticos, esta leyenda es pocas veces reconocida como tal, y aún menos condenada, por los mismos líderes intelectuales que se jactan de luchar contra similares prejuicios de raza, color o religión». 47
Powell critica la común creencia británica, heredada por EE.UU., de que los ingleses habrían tratado a los indios americanos con más humanidad que los españoles: «No hay ni una sola brizna de evidencia en que apoyar este punto de vista comparativo y sí, por el contrario, argumentos y pruebas en su contra». 48
Al respecto, en el mundo anglosajón no es fácil encontrar parangón con el hispano en cuanto a mestizaje, como prueban presidentes de países hispanoamericanos de manifiesta ascendencia indígena como Benito Juárez (1858-72) en México, Evo Morales (2006-19) en Bolivia, o Alejandro Toledo (2001-06) y Pedro Castillo (2021) en Perú. Por el contrario, ningún político de origen indígena ha llegado a la Casa Blanca.
Para el neozelandés sir Ronald Syme, «a pesar de las desventajas geográficas y de las distancias, España fue capaz de mantener sus extensos dominios durante tres siglos, y les dio el sello indeleble de su lenguaje, pensamiento e instituciones. Esa hazaña merece más honor del que comúnmente se le ha otorgado, y una más profunda investigación». 49
El conocido libro de enseñanza estadounidense The American Pageant ( El concurso americano ), por su parte, menciona expresamente el fenómeno negrolegendario y alerta contra el engaño de validarlo como verdadero:
«Las fechorías de los españoles en el Nuevo Mundo oscurecieron sus logros sustanciales y colaboraron al nacimiento de la Leyenda Negra. Este falso concepto sostiene que los conquistadores simplemente torturaron y masacraron a los indios ('matar por Cristo'), robaron su oro, les contagiaron la viruela y no dejaron más que miseria tras ellos. Los invasores españoles ciertamente mataron, esclavizaron e infectaron a un sinnúmero de nativos, pero también erigieron un colosal imperio que se extendió desde California y Florida hasta Tierra de Fuego. Trasplantaron su cultura, leyes, religión y lengua a una amplia variedad de sociedades indígenas, los cimientos de muchas naciones hispanohablantes. Evidentemente, los españoles, que llevaron más de un siglo de ventaja a los ingleses, fueron los genuinos constructores de imperios y los innovadores culturales del Nuevo Mundo. Si los comparamos con sus rivales anglosajones, su creación colonial fue más grande y más rica… Y en último término, los españoles honraron a los nativos fundiéndose con ellos a través del matrimonio e incorporando la cultura indígena a la suya propia, no ignorándolos y, con el tiempo, aislando a los indígenas como hicieron sus adversarios ingleses». 50
Los estereotipos se forjan según la posición… y la de España era superior
El hispanista sueco Sverker Arnoldsson encuadra en Italia el origen de la Leyenda Negra. No solo porque gran parte de aquel territorio era español, sino porque otros poderosos del momento también lo eran. Por ejemplo varios papas, algunos no precisamente modélicos, como Alejandro VI, cuyo comportamiento incoherente contribuyó a forjar una imagen del español sensual e inmoral.
Medio siglo después de este papa español, el pontífice italiano Paulo IV encarnaría, según Arnoldsson, ese complejo de inferioridad de Italia ante la España líder, conquistadora y exitosa:
«Los denuestos de Pablo IV contra los españoles expresan lo que muchos italianos cultos durante el apogeo y el ocaso del Renacimiento sentían ante el poder español: la pesadumbre de que su propio país —de civilización antiquísima y heredero de Roma— estuviera dominado por un pueblo de calidad inferior en cuanto a cultura, religión y raza. La hegemonía española en Italia era para los sostenedores de tal idea una catástrofe cultural y moral. Los ataques literarios contra los españoles asumían en ocasiones verdaderos caracteres de oposición cultural». 51
Si el origen negrolegendario contra España se localizó en Italia, con autores como Girolamo Benzoni, 52fue en los Países Bajos donde cuajó. El historiador alemán Heinz Schilling explica que las imágenes propias y ajenas (estereotipos) de los países europeos se empezaron a fraguar en el comienzo de la Edad Moderna y se basan en dos factores: esos clichés se acuñaron según la posición que cada país adoptó en el siglo XVI, y la imagen de España fue especialmente marcada porque se expuso más que ningún otro en Europa. Su liderazgo mundial entonces hizo que fuera un país «admirado y envidiado por sus riquezas de ultramar y cuestionado por su amplia presencia en todas las plazas europeas como potencia político-militar, cultural y religiosa. En consecuencia, los juicios y prejuicios que surgieron al respecto fueron igualmente nítidos y perfilados y determinaron la imagen de España». 53
Schilling considera que, en la formación de estados y naciones, España desempeñó un papel precursor, gracias a la acción unificadora de los Reyes Católicos y a la movilización interna que supuso la Reconquista frente a los musulmanes. Los pueblos europeos percibieron en primera línea las consecuencias de estos desarrollos por la presencia militar española. La experiencia fue ambivalente. Por una parte, la pionera organización de los Tercios producía admiración. Por otra, como las Fuerzas Armadas españolas se componían de tropas de mercenarios y no de reclutas feudales, el resto de Europa se asombraba de la pujanza económica y del poderío logístico de España al movilizar y mantener sus ejércitos. Todo ello era compatible con desequilibrados balances de ingresos y gastos referidos a la acción militar en el XVI, con bancarrotas en 1557, 1575 y 1596. Por suerte para Felipe II, sus contemporáneos apenas atisbaban los problemas de las finanzas españolas. Sin embargo, padecieron directamente sus terribles consecuencias, de las que, por otra parte, «la propaganda antiespañola informó con tanta mordacidad como correspondía a la época». 54
Lejos quedaban los años en que alemanes y españoles celebraban su sintonía como pueblos en torno a Carlos V:
« Hispani hat uns gegeben |
«España nos ha dado |
Vier frummer Kaiser reich |
cuatro píos emperadores. |
Karolus noch am Leben |
Carlos, aún en vida |
Nie fand man seiner gleich». |
no tiene parangón». |
Especialmente en los Países Bajos, se consideraba a Felipe II un completo extranjero, no como a su padre, nacido en Gante, hoy ciudad belga.
La progresiva configuración de alianzas y bloques entre las potencias europeas facilitó la difusión internacional de la imagen de España, tan negativa para protestantes como positiva para católicos. Cada bloque generó, con desigual éxito, su campaña informativa. La Europa protestante, abanderada por los Países Bajos, sistematizó a conciencia la producción de contenidos (visuales y textuales), el rastreo de publicaciones españolas críticas con su propio país para traducirlas y difundirlas, la creación de palabras, expresiones y mitos que denigrasen a España, la exageración de verdades negativas y la omisión de las positivas sobre el Imperio hispánico, el apoyo a obras literarias y musicales que supusieran un altavoz cualitativo de permanencia en el tiempo, etc. Todo ello con prioridad de acción política, y fundamentalmente apoyo económico y financiación a medio-largo plazo.
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