Con respecto al concepto de intelectual orgánico , Antonio Gramsci estableció mediante el estudio de los mecanismos culturales utilizados para el sometimiento del proletario que los intelectuales son los encargados de ayudar a realizar dicho proceso de dominación, de una manera no violenta. Para Gramsci: “todo grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, crea a la vez orgánicamente, una o más capas intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de sus propias funciones” 42. Esto significa que el intelectual orgánico es aquel que cumple la función de, por un lado darle identidad a la clase dominante y por el otro, llevar a cabo la dominación y la hegemonía social de las clases subalternas 43. Para el caso del modo de producción capitalista, el intelectual orgánico por excelencia es el organizador técnico, es decir, un especialista en ciencia aplicada que mantiene todos sus rasgos característicos de orden y disciplina intelectual en función del ordenamiento social necesario para la economía capitalista 44.
El político francés Hugues Portelli, en su estudio del concepto gramsciano de bloque histórico, nos presenta una síntesis muy acertada de la forma como Gramsci identificaba la función del intelectual orgánico:
Los intelectuales son las células vivas de la sociedad civil y de la sociedad política, ellos son quienes elaboran la ideología de la clase dominante, dándole así conciencia de su rol y transformándola en una “concepción del mundo” que impregna todo el cuerpo social. En el nivel de la difusión de la ideología, los intelectuales son los encargados de animar y administrar la estructura ideológica de la clase dominante en el seno de las organizaciones de la sociedad civil (iglesia, sistema escolar, sindicatos, partidos, etc.) y su material de difusión ( mass media ). Funcionarios de la sociedad civil, los intelectuales son también los agentes de la sociedad política, encargados de la gestión del aparato de Estado y de las fuerzas armadas […] Cada una de estas funciones —hegemónica, coercitiva, económica— contribuye a la unidad de la clase fundamental y a su hegemonía en el seno del bloque histórico. 45
Lo anterior significa que el intelectual no es un agente pasivo ni independiente; y esto es de gran relevancia porque nos remite a dos asuntos esenciales dentro de la caracterización de Jorge Bejarano como intelectual orgánico: la autonomía del intelectual y la lucha por el poder. En el primer caso, Gramsci explica que, aunque los intelectuales se sientan una clase autónoma, no lo son, sino que forman parte del bloque hegemónico o son cooptados de otros sectores sociales, por ejemplo, del clero. En el segundo caso, los nuevos intelectuales de la era industrial entran en pugna con los intelectuales “tradicionales” (es decir, con los que caracterizan el orden económico y social de las sociedades rurales) por el control hegemónico del nuevo entramado social. Esta lucha refuerza el vínculo orgánico entre los intelectuales y la clase dirigente que busca consolidarse en el poder. Además, dicha clase permite que algunos intelectuales tradicionales sean cooptados con el fin de consolidar su dominio. Pero esta cooptación se da en la medida en que el intelectual, nuevo o tradicional, asuma los postulados ideológicos del grupo dominante y le sirva para sustentar su hegemonía.
De esta manera, se concluye que Jorge Bejarano es un intelectual orgánico de la élite gobernante de la primera mitad del siglo XX, pues en su larga vida política e intelectual y, en especial, en su lucha por la higienización del país, se observa ese proceso de dominación no violenta o de “consentimiento espontáneo de las grandes masas de la población a la dirección impresa de la vida social por el grupo fundamental dominante” 46.
El concepto de política se aborda no solo como la competición electoral y la distribución burocrática del poder, sino como una relación más compleja entre acciones y conocimientos aplicados a un entorno social. Lo anterior se guía por los preceptos del investigador italiano Giovanni Sartori, para quien la política es el espacio en el que se relacionan la teoría y la práctica, el saber y el hacer, y de cómo por ello, los proyectos políticos triunfan o fracasan en la acción 47. Este autor parte de un análisis teórico del momento en que se separan la esfera política de la social en el siglo XIX para hacer una aproximación a dos rasgos de la política: la autonomía y la identidad. Estos rasgos se ligan a los comportamientos políticos, lo que fue parte del interés por estudiar a Bejarano: “En la política no se da un comportamiento que tenga características de uniformidad asimilables a los comportamientos morales y económicos […] no equivale a indicar un tipo particular de comportamiento sino un ámbito y un contexto” 48.
En el contexto de esa separación de esferas, en el que no hay un control político, sino un control social, y en el que las estructuras de los conglomerados humanos crean una relación de verticalidad entre las esferas, Sartori afirma que conceptos como poder y coerción no bastan por sí solos para caracterizar y circunscribir la esfera de la política 49. Se debe tener en cuenta la existencia de otros poderes y otros estilos de coerción (jurídicos, económicos, religiosos) que interactúan en la esfera social. En el siglo XX, a la verticalidad de las esferas sociales y políticas se le une una dimensión horizontal con la democratización o masificación de la política. La política, antes identificada exclusivamente con los asuntos del Estado, aparece ahora articulada a los procesos sociales de manera más horizontal, lo que nos lleva a pensar la sociedad y el Estado en términos de sistema político y de subsistemas. Sin embargo, la verticalidad no se pierde. Con respecto a los procesos electorales afirma Sartori: “Basta observar que los procesos electorales son un método de reclutamiento del personal que irá a ocupar posiciones políticas; de lo que se desprende que son parte de los procesos verticales del sistema político” 50. Además, aclara que no se debe confundir la influencia sobre el poder con tener poder; así, debemos distinguir el cómo y el dónde se genera el poder político, del cómo y dónde se lo ejerce.
Sobre estos elementos se puede afirmar con Jorge Bejarano que la política, por ende, es el espacio en el que se entrelazan elementos objetivos como las diferentes estructuras sociales, económicas, académicas, profesionales, etc., con elementos subjetivos como la vocación y la ambición política, entendida esta última no en sentido negativo, sino como la necesidad de integración a una estructura política jerarquizada en la que se escalan posiciones.
Por su parte, la relación entre el saber y el poder, base del comportamiento político de Jorge Bejarano, se abordó desde los planteamientos teóricos de Michel Foucault. En la obra Microfísica del poder , el filósofo francés parte de la observación de que el ejercicio del poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos de poder 51. Esta relación se manifiesta en acciones de carácter político para el control sobre los individuos (legislación penal, teorías y prácticas médicas, organización del trabajo, etc.) y en formas discursivas de expresión del poder. Pero para entender el poder en su verdadera dimensión, Foucault afirma que este debe ser analizado desde sus formas menos jurídicas, desde los mecanismos sutiles que permiten que sea ejercido (como la influencia o difusión de ciertas ideas sobre el manejo del cuerpo), desde sus intenciones, desde su funcionamiento como un factor circulante entre todos los individuos de la sociedad y no solo desde aquellos que lo detentan. El poder, más que un “algo” que se posee, es una relación de diversos elementos. Lo que se forma con esta relación entre poder y saber es una sociedad de la normalización 52. Los avances de la medicina, por ejemplo, la medicalización general del comportamiento, de las conductas, de los discursos, de los deseos, etc., tienen lugar en el frente en el que se encuentran los dos planos heterogéneos de la disciplina y de la soberanía 53.
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