HISTÒRIA / 199
DIRECCIÓN
Mónica Bolufer Peruga (Universitat de València)
Francisco Gimeno Blay (Universitat de València)
M.ª Cruz Romeo Mateo (Universitat de València)
CONSEJO EDITORIAL
Pedro Barceló (Universität Postdam)
Peter Burke (University of Cambridge)
Guglielmo Cavallo (Università della Sapienza, Roma)
Roger Chartier (EHESS)
Rosa Congost (Universitat de Girona)
Mercedes García Arenal (CSIC)
Sabina Loriga (EHESS)
Antonella Romano (CNRS)
Adeline Rucquoi (EHESS)
Jean-Claude Schmitt (EHESS)
Françoise Thébaud (Université d’Avignon)
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Título original: I guardiani della memoria. E il ritorno delle destre xenofobe
© Valentina Pisanty, 2020
© 2020 Giunti Editore S. p. A Bonpiani, Firenze-Milano
© De la traducción: Mónica Granell Toledo, 2022
© De esta edición: Universitat de València, 2022
Publicacions de la Universitat de València
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publicacions@uv.es
Ilustración de la cubierta:
Bruselas, Bélgica. 28 de mayo 2019. Manifestantes sosteniendo pancartas y gritando consignas durante una protesta contra el ascenso de la extrema derecha y el fascismo . Foto: Ale_Mi.
Coordinación editorial: Amparo Jesús-Maria Romero
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
Corrección: David Lluch
Maquetación: Celso Hernández de la Figuera
IISBN: 978-84-9134-967-9 (papel)
ISBN: 978-84-9134-968-6 (ePub)
ISBN: 978-84-9134-969-3 (PDF)
Edición digital
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN. Lo que ha salido mal
1. EL DEBER DE LA MEMORIA
Nunca más
Aporías de la memoria
¿Una memoria para Europa?
Pantallas y apropiaciones
Los guardianes de la memoria
2. EL DISCURSO DE LA HISTORIA
El método historiográfico
«Yo estuve allí. Creedme»
La era posterior al testigo
The Holocaust Experience
Efectos colaterales
3. MEMORIAS COLECTIVAS
A quién pertenece la memoria
Nosotros, ¿quiénes?
Recuerdos latentes
My Holocaust
Negacionismo y revisionismo
Competencia entre víctimas
4. NUEVO CINE SOBRE LA SHOAH
El canon cinematográfico
Ausencia de escándalo
La institucionalización de la memoria
La Shoah contada a los jóvenes
Más allá de los testigos
Haz lo correcto
Mise en abyme
El agotamiento de la memoria
5. EL ESPECTÁCULO DEL MAL
«Yo estuve allí. Dadme like »
La risa malsana
LULZ
Víctimas, supervivientes y rough heroes
6. NEGAR Y CASTIGAR
La defensa de la memoria
Cuando negar es hacer
El agravante
Historia de una provocación
Funciones latentes
APÉNDICE. SEMIÓTICA DEL TESTIMONIO
BIBLIOGRAFÍA
FILMOGRAFÍA
ÍNDICE ONOMÁSTICO
INTRODUCCIÓN
Lo que ha salido mal
Dos hechos saltan a la vista. En primer lugar, que, en los últimos veinte años, la Shoah ha sido objeto de actividades conmemorativas generalizadas en todo el mundo occidental. En segundo lugar, que, en los últimos veinte años, el racismo y la intolerancia se han incrementado drásticamente en aquellos países donde la política de la memoria se ha implementado con mayor intensidad.
¿Son hechos que no están relacionados, dos secuencias históricas independientes, de la misma manera que no existe ningún vínculo demostrable entre, digamos, la violencia en los estadios de fútbol y los avances en la investigación del cáncer? ¿O existe una conexión, y le corresponde a una sociedad ávida de contrarrestar la actual oleada de xenofobia preguntarse por las razones de esta contradicción?
Las reflexiones que siguen fueron recogidas entre 2015 y 2019, un periodo que los historiadores deberán interpretar con la necesaria distancia, pero que, visto desde dentro, parece anunciar cambios importantes. En el contexto de unos hechos demasiados reales, el entorno simbólico se satura de viejos y nuevos relatos en lucha por la hegemonía. Lo que está en juego es el poder de controlar las percepciones y las pasiones públicas, siempre condicionadas por metáforas influyentes, esquemas argumentativos y narrativas identitarias depositados en un conjunto siempre cambiante de creencias comunes. Pero mientras en las décadas en que académicos y medios de comunicación discutían el «fin de la historia» el orden del discurso parecía estable e inexpugnable (y demasiado desfavorable para los excluidos), los primeros diez años del siglo XXI terminaron con un escenario inestable que dejó a los ciudadanos frente a una elección aparentemente ineludible.
Por una parte, el viejo orden liberal, atrincherado tras los valores de la democracia, invoca la memoria de los crímenes de lesa humanidad –especialmente de la Shoah– para reafirmar las razones de su irremplazable permanencia. Por otra, las nuevas formaciones políticas se presentan con contrahistorias alternativas, muchas basadas en recuerdos latentes, rencores reprimidos y mitos nacionales que se creían enterrados, pero que ahora se revelan con una vitalidad inesperada. Las posiciones de ambas partes, asumiendo que solo haya dos, están plagadas de evidentes incongruencias.
El segundo grupo, definido por sus oponentes como soberanista, está dividido entre un ostentoso impulso revolucionario (socavar el sistema) y el imaginario colectivo ultrarreaccionario en el que se basa para generar consenso.
Pero el primer grupo, al que sus adversarios etiquetan de diversas formas ( establishment , élite, Europa, Soros…), tampoco está libre de contradicciones. La discrepancia entre los fines y los medios parece ser su principal limitación. El arsenal retórico con el que se autolegitima, empezando por los conceptos estrechamente interrelacionados de identidad y memoria, choca con el anunciado proyecto de una democracia abierta, libre, justa y progresista.
Las aporías surgen en diversos ámbitos de la vida cultural, no solo en el conmemorativo, y de ello es de lo que hablaremos aquí. La fetichización del testimonio como el único tipo de discurso autorizado, la privatización de la historia como activo para gastar en la escena pública, la apropiación del léxico del Holocausto por parte de aquellos interesados en hacer que sus argumentos partidistas parezcan universales, el uso político del derecho penal como barrera de protección contra los vándalos de la memoria; estos instrumentos de consenso son más adecuados para un régimen autoritario que para un proyecto democrático: no es de extrañar que la nueva derecha se haya apropiado de ellos y los haya adaptado a sus propios fines.
Como en las artes marciales, los partidos xenófobos utilizan los movimientos de sus oponentes contra ellos. Vacían las formas dominantes de su contenido histórico para apropiárselo subrepticiamente y, al hacerlo, se hacen pasar por víctimas perseguidas por un establishment celoso de sus privilegios; rechazan las acusaciones; adoptan teorías y posiciones tradicionalmente de izquierdas para desviar la conciencia de los excluidos y oprimidos y centrarla en enemigos imaginarios (inmigrantes, gitanos, la casta, Eurabia…). Proliferan en medio del caos que ayudan a crear. Allí donde llegan al poder, implementan políticas discriminatorias en detrimento de las nuevas minorías mientras afirman defender a las mayorías y sus derechos oprimidos, difunden noticias falsas mientras lanzan campañas contra la desinformación, hacen un guiño al fascismo mientras rechazan cualquier distinción entre derecha e izquierda, declaran su solidaridad con Israel mientras rehabilitan la vieja calumnia de la conspiración judía para controlar el mundo.
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