1 ...8 9 10 12 13 14 ...29 Este escenario, por pesimista que parezca, apenas cambiaría en su esencia si en un juicio de la situación actual no pudiéramos valorar el papel conciliador que ha defendido y promulgado la expansión cultural. Dicha aportación se percibe ya con el mayor reproche que se le puede hacer a la Teoría de la Literatura: su interminable debate interpretativo. Por un lado, la teoría de la recepción (Warning, 1994) o la hermenéutica literaria demuestran las múltiples inexactitudes que pueden darse entre autor y lector. Frente al mero ejercicio de transmisión veraz de contenidos que se propone desde la hermenéutica para el arte, cuya misión es «transmitir la verdad» (Gadamer, 2010 [1960], p. 122), tenemos un concepto como el horizonte de expectativas (Jauß, 1975, p. 175) que, en consecuencia, lleva al lector (Iser, 1979, p. 9 y sig.) a cerrar obras «abiertas» (Eco, 1979, p. 74 y sig.), como partituras adaptadas a la resonancia (Jauß, 1975, p. 171). Entre ambos polos se esconde un complejo entramado comunicativo, así lo apuntaba ya Gadamer cuando reconoció en nuestros días una creciente «similitud entre escritor e intérprete» (Gadamer, 1993 [1961], p. 24), lo que no siempre es resuelto favorablemente, si entendemos como tal una solución como el autor presumiblemente deseó. Hay sin embargo un amplio camino entre la verdad hermenéutica de autores como Gadamer y la negación de la misma de la frase de Valéry (frecuentemente atribuida a Derrida) de la ausencia de significado veraz del texto (« Il n ʼ y a pas de vrai sens d’un texte »). Sin embargo, ¿se puede explicar tal polarización?
Más allá de la hermenéutica y de la estética de la recepción, las teorías de la deconstrucción (Barthes, Derrida, Man) han obligado a una restructuración de la comprensión de la actividad crítico-literaria y las búsquedas de verdad en la literatura (Damerau, 2003). Tras haber proclamado la muerte del autor, buscado la diferencia o reducido la literatura a un entramado de textos entrelazados entre sí, dependientes de discursos culturales, ¿es la Teoría de la Literatura, por tanto, ante un escenario así, el mero posicionamiento del investigador a favor o en contra de una escuela en concreto?
La Teoría de la Cultura ha heredado en su esencia el discurso postestructuralista, y esta influencia se ha visto también en el momento en que se ha encontrado con la Teoría de la Literatura. El concepto de «literatura» que se venía manejando hasta ahora dentro de la propia disciplina literaria era consciente de este escenario caótico y repleto de rivalidades, aunque contemplaba también muchas de estas últimas tendencias postestructuralistas a las que la compleja diversidad de escuelas anulaba en cierta manera su operatividad. Sin embargo, de las propuestas expansionistas surgió una redefinición del concepto tradicional de «literatura» que permite en cierta manera una nueva comprensión:
«Im Rahmen einer kulturwissenschaftlichen Betrachtungsweise erscheint es nämlich sinnvoll, Literatur sowohl als Menge von Texten bzw. als Symbolsystem als auch als gesellschaftlichen Handlungsbereich bzw. als Sozialsystem zu modellieren» (Nünning & Sommer, 2004, p. 16).
«En el marco de la observación cultural resulta ciertamente operativa la concepción de literatura como conjunto de textos o sistema de símbolos, así como espacio social de actuación o sistema social».
Por ello, gracias a la Teoría de la Cultura, la Teoría de la Literatura ha visto legitimadas sus intenciones en la fundamentación postestructuralista del siglo XX (Köppe & Winko, 2008, p. 235) y ha permitido su agrupación en un ramillete metodológico dentro de su propia tradición.
Asimismo, la expansión cultural ha potenciado la internacionalidad, lo que es en realidad una mera tendencia contemporánea (Böhme & Scherpe, 1996, p. 9) y ha exigido una internacionalización a las Humanidades de la que en ocasiones estas adolecían por barreras lingüísticas. De esta forma, las inexistentes fronteras de la literatura se superan también con una perspectiva global de su estudio teórico en el que se refunda y revaloriza el saber específico, tal y como queda de manifiesto especialmente en su nuevo enfoque intercultural (Köppe & Winko, 2008, p. 236). En tanto que heredera del postestructuralismo, la Teoría de la Literatura Cultural dirige su atención de modo especial hacia los fenómenos de la «otredad» en una nueva visión de cultura en la que se vuelven visibles «un considerable número de discursos, parentescos y procesos transversales» (Csáky, 2007). Así lo corrobora también Magdalena Orosz al postular que la observación teórica cultural de literatura conlleva de antemano un aspecto intercultural (Orosz, 2004, p. 161). Esta sensibilidad hacia los fenómenos de diversidad cultural se formuló explícitamente con los Estudios Postcoloniales (Lazarus, 2004b) y ha evolucionado en paralelo acogiendo los postulados del cosmopolitismo (Beck, 2004), de la transculturalidad (Welsch, 2010; Iljassova-Morger, 2009), de la superdiversidad (Vertovec, 2011), etc. A raíz de estos ejemplos, la vinculación entre literatura y pluralidad es por tanto más que comprensible:
«Literarische Texte sind auf Grund ihrer subjektiven perspektivischen Brechung und ihrer spezifischen Ästhetik besonders geeignet, ein realistisches Bild von der Vielfalt und Dynamik unterschiedlicher kultureller Muster zu vermitteln und interkulturelle Perspektiven zu ermöglichen» (Biechele, 2002, p. 15).
«Por el perspectivismo de su ruptura subjetiva y por su específica estética, los textos literarios resultan idóneos para transmitir un retrato realista de la diversidad y de la dinámica de los diferentes modelos culturales, así como para posibilitar perspectivas interculturales».
La visión de la diversidad en la literatura se ha entendido tradicionalmente como una Teoría de la Literatura «intercultural» (Leskovec, 2011), una hermenéutica de la otredad (Hammerschmidt, 1997) o una «Xenología literaria» (Wierlacher & Albrecht, 2007). También se han ocupado de ella los estudios de transferencia cultural (Lüsebrink, 2005) con más de dos décadas de antigüedad (Espagne & Werner, 1988), pero en los últimos años no solo ha aumentado la diversidad, sino que también lo ha hecho el interés por, entre otras, literaturas menores, literaturas de emigración, literatura de migrantes, literatura de la lejanía, literatura transnacional, literatura intercultural, etc. (Hakkarainen, 2008, p. 158).
Por ello, integración, migración, multiculturalismo o diversidad son los grandes temas de discusión en el siglo XXI no solo en los diferentes estudios sobre movilidad, sino también en estudios literarios, pues el texto literario trata en definitiva las salidas a estas preguntas constatables en nuestros días (Hess, et al., 2009). Por ello, también gozan de gran presencia estas dentro de los estudios culturalmente orientados, que en definitiva consideran con total naturalidad que autores interculturales sean aquellos cuyos orígenes y perfiles biográficos interculturales marquen su escritura (Mecklenburg, 2008, p. 21). De este modo, además, una literatura culturalmente expandida ha asumido especialmente el discurso de la diversidad cultural en sus múltiples variantes. Así, gracias a la Teoría de la Literatura Cultural disponemos de una amplísima perspectiva metodológica que considera cuestiones filosóficas, antropológicas, sociológicas, políticas, etc. Es una orientación similar a la que sobrevoló a las preguntas «postestructuralistas» latentes en la Teoría de la Literatura a finales del siglo XX, las cuales encontramos de nuevo en la Teoría de la Cultura, por lo que se vinculan a su vez también con el discurso de la postmodernidad en literatura (Hoffmann, 2006, p. 288 y sig.).
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