Esteban Hinojosa Rebolledo - De día gaviotas, de noche flores blancas

Здесь есть возможность читать онлайн «Esteban Hinojosa Rebolledo - De día gaviotas, de noche flores blancas» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

De día gaviotas, de noche flores blancas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «De día gaviotas, de noche flores blancas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Lázaro tiene un sueño al que le teme, pero un sueño al fin. Ha escuchado cientos de veces que los sueños deben perseguirse aunque sospecha que esta vez tendrá que ser valiente. Primero, sin embargo, habrá de preguntarse dónde se consigue la valentía. ¿Detrás de las burlas de sus compañeros que no comprenden que a él le guste coser vestidos para sus muñecos? ¿Bajo la sombra fresca de los pasillos de la escuela donde a Lázaro le está prohibido jugar al elástico con las niñas? ¿O en casa, dentro de la sonrisa mortificada de su mamá y de su papá, que lo miran como si algo estuviera saliendo mal todo el tiempo?
Por suerte, Lázaro vive en un pueblo en el que el horizonte está compuesto por el mar, un río y una espesa línea de manglares donde las gaviotas se convierten en flores blancas al atardecer. Creer en la magia no es difícil, y mucho menos cuando se tiene amigos como los que Lázaro descubrirá entre las honestidades y atrevimientos de un callejón.

De día gaviotas, de noche flores blancas — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «De día gaviotas, de noche flores blancas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Y sí, tenía un poco de razón: ponerse gorro y guantes hace que uno se sienta distinto. Al menos yo. Pepe y Juan siempre lograban que se me pasaran los corajes que me hacían sufrir mis compañeros. Es que, no es por seguir hablando mal de ellos, pero a los niños de mi grupo cualquier cosa mía les hacía mal. Si decía que me gustaban las mariposas más que los caballos en la clase de ciencias naturales, se reían. Hasta me tiraban bolas de papel con saliva. Si elegía ser el color rosa en el maratón de conocimientos, se volvían a reír. Eso los niños. Porque Claudia, la niña más aplicada (aunque no tanto como Pablito y yo), se enojaba muchísimo y me arrebataba la ficha. Y eso no era todo. Si yo les quería platicar a mis compañeros lo que había pasado una tarde antes en Candy Candy, mi caricatura favorita, no sólo se reían, sino que hasta me empujaban para que me alejara con mi plática a otro lado. Como si yo no tuviera que aguantar sus comentarios de todos los partidos de fútbol los lunes en la mañana.

En fin. No creía que esa fuera la razón real de mis faltas de energía. Lo mismo había sucedido desde que entré a primer año. En cuarto ya estaba acostumbrado. Y, como dije, tenía a Pepe y a Juan, que habían llegado a ocuparse de la tiendita de la escuela al comienzo de ese año. Para cuando las ganas de hacer cosas comenzaron a faltarme yo ya sabía que lo mejor era estarse callado entre mis compañeros y esperar el recreo. En cambio, que las niñas me rechazaran en el juego del elástico era algo nuevo. Por eso pensé que podía ser la razón de mi problema. Lo peor fue que ni Pepe ni Juan pudieron evitar que de pronto, una vez a la semana, casi siempre después de la hora de la comida, comenzaran a salírseme del cuerpo todas las fuerzas. A veces, hasta las ganas de que las ganas regresaran.

*

Cuanto más se acercaban las vacaciones, más locas se volvían las niñas por la elección de la reina del verano. Sólo participarían cinco alumnas, porque esas cosas son caras. Hay que comprar vestido, maquillaje, corona, pagar clases de canto o de baile. Normalmente, sólo las ricas se anotaban en la lista de aspirantes. A mí, entre tanto alboroto, se me olvidaba a cada rato que las niñas no me querían jugando con ellas, como no fuera para ayudarlas a hacer la tarea. Que, sobre todo, no me querían con ellas cuando hablaban de maquillaje, de vestidos y de otros niños: lo que más hacían desde que salimos de tercero. Así que, mientras más cerca estaba el festival del verano, más veces me enfrentaba a las groserías de mis compañeras.

—Yo creo que sí se verá bien con un vestido verde, aunque sea morena, porque… —se me ocurría decir, y de inmediato salía una voz para callarme con un larguísimo:

—Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Vete de aquí, que tú eres niño.

Me molestaba que las niñas fueran tan rudas cuando yo sólo quería, por ejemplo, que me dejaran maquillarlas. Yo tengo buen pulso. La mejor prueba es que muchas me han pedido de favor que les haga el contorno de sus mapas decenas de veces. Pero ni por eso eran amables conmigo cuando se trataba de jugar a «cosas de niñas».

*

Y así siguió mi vida hasta que llegó el peor día de todos Empezó muy mal A la - фото 5

Y así siguió mi vida hasta que llegó el peor día de todos. Empezó muy mal. A la hora del recreo, Juan se despidió de mí.

—Me voy, cariño. Me dedicaré a otra cosa. Esta tienda y los panuchos de dos pesos no me dejan ni para comprar papel de baño, y hasta eso estoy dejando de necesitar con semejante escasez —nos dijo sin poder reírse.

—No seas vulgar, Juan —lo regañó Pepe no sé por qué. Y ya ni quise preguntar porque luego Pepe también me dio una mala noticia.

—No sólo se va Juan, Lazarito, también yo. Aunque todavía no. Necesito juntar un poco más de dinero para lo que tengo en mente.

Sentí que se me caían encima todos los árboles de la escuela cuando caminé a través de la cancha barnizada de calor hacia mi salón de clases. El sonido del timbre del final del recreo se quedó en mi cabeza: martillos aporreando clavos, platos, chatarra, latas, cucharas, cuchillos, ruido.

*

Jamás las ganas de hacer cosas se me habían salido del cuerpo de esa manera. Otra vez comenzó en la mesa a la hora de la comida. De nuevo, me quedé quieto en mi sitio hasta que se fueron todos. Pero ahora ya no era terror, sino tristeza lo que me apretaba los brazos, las piernas y el estómago. No puedo explicar cómo lo supe, pero lo supe. Una tristeza enorme, como si cientos de señoras vestidas de negro, de esas que van a la iglesia los viernes santos, se colocaran alrededor para llorar bajito, sin parar, por horas y horas. Todos esos sonidos, gestos, lamentos, lágrimas, colores oscuros, puntas de flamas frente a cortinas moradas, esas y otras imágenes se concentraron en una sola esfera de aire, en una bocanada que respiré y que se detuvo en mi garganta, sin querer salir, ahogándome. Las ganas de hacer cosas se escapaban de mi cuerpo como salen los mosquitos del cuarto cuando echo insecticida.

De pronto, me puse a llorar. Lagrimear sin poder detenerme me ocurre muy a menudo, viendo películas, cuando alguien me habla demasiado fuerte o escuchando algunas canciones que pone mi mamá durante el aseo de los sábados. Pero esa vez no fueron gotas, sino chorros de lágrimas. No quería que me vieran así. No sabría qué responder si alguien me preguntaba la razón de mi llanto.

Salí corriendo de la casa. Sin rumbo. Hacia lo lejos, para que no se escucharan mis sollozos. Correr se volvió algo que mis piernas hacían sin mi permiso, como si me dejara caer. Ni siquiera me imaginaba cómo o cuándo iba a detenerme. En una esquina, un auto estuvo a punto de atropellarme y entonces me di cuenta de que tampoco tenía ganas de parar. Oí que me gritaron un montón de groserías. Seguí corriendo. Más llanto. Ahora gritos. En mi pueblo, si avanzas hacia el sur, en algún momento te topas con el río. Hacia allá iba. Estuve a punto de llegar al agua; la distinguía a lo lejos, detrás del malecón. No me importaba lo que pudiera pasar si alcanzaba la orilla.

Todo frente a mí no era más que un revoltijo de colores y de lágrimas. Los sonidos también me parecían húmedos. Comenzaba a creer que mi cuerpo entero se estaba derritiendo, no sólo mis ojos. Entonces me golpeó una rama azul. ¿Una rama azul? No, un pájaro. ¿Un pájaro? Mis pies seguían moviéndose como si avanzaran. Pero algo me había detenido. Había sido un brazo. Sí, la manga azul brillante que cubría el brazo de alguien que se interponía en mi camino y ahora me llevaba hacia... ¡Qué me importaba hacia dónde! Ni siquiera tenía ganas de oponerme a un rapto. Me desmayé. Otra cosa que me pasa muy fácilmente, sobre todo cuando veo sangre o cuando me raptan, aunque nunca me habían raptado antes. Y, en realidad, nunca nadie me ha raptado. Ni siquiera ese día. Pero cómo iba yo a saberlo.

—Te va a matar un carro, chamaco. ¿Qué piensas corriendo así? —Jamás había escuchado una voz tan extraña.

Yo acababa de recobrar la conciencia cuando la cosa rara, ¿el pájaro?, me habló. No contesté. Me froté los ojos. Era como si hubiese estado durmiendo por una eternidad. Me lastimaba la luz dorada y verde que entraba por la puerta. Miré hacia otro lado y descubrí que estaba en una cocina. Otra vez sentí terror. Ahora comenzaba a importarme que me hubieran secuestrado. Después de todo, no estaba completamente loco.

—¿Eres un robachicos? —le pregunté con un hilito de voz.

—Ya quisieras —me respondió.

No entendí lo que había querido decir. Eso raro que me hablaba se dio la vuelta para caminar hacia un garrafón y me sirvió agua. Nunca me ha gustado tomar agua en los vasos de otras casas; primero necesito verificar que estén bien limpios. Pero esa vez, sin decir ni pío, me la tomé de un trago. Luego pedí más. Había llorado mucho, necesitaba recuperarme, aunque tuviera que pegar mis labios a una superficie en la que aún podía distinguirse una mancha de lápiz labial de los que dejan grumos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «De día gaviotas, de noche flores blancas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «De día gaviotas, de noche flores blancas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «De día gaviotas, de noche flores blancas»

Обсуждение, отзывы о книге «De día gaviotas, de noche flores blancas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x