– Conociendo a mi jefe -dijo Nell mientras Jase se sentaba en el sofá, cuyas frágiles patas crujieron con el peso-. Es un tipo difícil. Tal vez tenga que hacer algunas cosas a escondidas de él. -Abrió la bolsa y trató de no echarse hacia atrás ante el olor de la grasa caliente. Te ves como un demonio, se dijo a sí misma. Come. Sacó una papa frita-. Entonces, ¿qué novedades hay? ¿Cómo está Bethany?
– No lo sé. No la he visto en un par de semanas.
– ¿Otra vez? -Nell puso la papa de vuelta en la bolsa-. Jase, es la cuarta chica este año.
– Oye, tú no quieres que me vuelva demasiado serio tan joven, ¿verdad?
– No -dijo Nell-. Pero…
– Entonces agradece que practico. De esa manera, cuando esté listo para sentar cabeza, sentaré cabeza. Y no engañaré a nadie. -Jase vaciló un poco-. Quiero decir: no tiene sentido que me vuelva serio ahora, todavía tengo dos años más en la universidad, y quién sabe qué pasará después de eso. Ni siquiera sé qué quiero ser cuando crezca. -Volvió a sonreírle, brillante e inocente como cuando tenía seis años.
– Te amo -dijo Nell.
– Lo sé -dijo Jase-. Tienes que hacerlo. Eres mi mamá. Es parte del trato. Ahora come algo.
– Estoy haciéndolo. -Nell metió la mano en la bolsa de las papas fritas. -¿Ves? -Masticó una, tratando de que el gusto a grasa no le diera arcadas-. Aunque debo admitir que no soy una fanática de las papas fritas.
– Antes lo eras -dijo Jase-. Les echabas vinagre, como la abuela, ¿recuerdas? Uno de los mejores olores que conozco es el del vinagre con aceite caliente gracias a ustedes dos.
– Bueno, por lo menos te di buenos recuerdos -dijo Nell.
– Me diste un montón. -Jase se puso de pie y se inclinó por encima del escritorio para volver a besarla-. Tengo que irme. Prométeme que comerás eso.
– Haré lo mejor que pueda -dijo Nell.
Cuando se fue, arrojó la bolsa en la basura y volvió a dedicarse a la computadora y a la agenda de Gabe. Era realmente asombrosa la cantidad de trabajo que hacía ese hombre. Era de imaginarse lo que podría llegar a lograr una vez que ella lo organizara.
Comenzó a tipear una vez más, tecleando las palabras mientras pensaba en todas las cosas que podía hacer para arreglar Investigaciones McKenna.
El miércoles, Nell llegó a la agencia a las nueve en punto, pero Gabe no estaba. Se sorprendió cuando se sintió vagamente desilusionada, como si hubiera estado a la defensiva por nada. Era como empujar con fuerza una puerta que se abría fácilmente; se sentía estúpida y torpe, todo junto. Hizo café y le sirvió una taza a Riley y se la llevó, y luego se dirigió al cuarto de baño para atacar la última frontera.
– ¿Qué está haciendo? -le gritó Riley cuando salió de su oficina media hora más tarde para devolverle la taza vacía.
– Limpiando el baño -dijo Nell, secándose las manos con una toalla de papel mientras salía y se encontraba con él, que contemplaba las cuatro bolsas blancas de basura que había conseguido llenar hasta el momento-. Ustedes no quieren que arregle ninguna otra cosa, y allí hay suciedad desde los años de la Guerra Fría.
Riley frunció el entrecejo.
– ¿Qué le gustaría arreglar en vez de esto?
– Las tarjetas de presentación. Repintar la ventana. Cambiar el sofá -dijo Nell, mientras su voz se volvía más enérgica-. Hablarle con dureza a Lynnie. Pero el jefe dice que no. -Lo miró-. Usted es socio de esta empresa. Deme permiso para hacer lo que quiero. -Sonó como una orden, por lo que agregó-: Por favor.
– ¿Enfrentarme con Gabe? -Riley sacudió la cabeza-. No.
Nell se volvió hacia el baño.
– Bien, entonces váyase a hacer algo así puedo tipear el informe.
– Ya no conversamos más -respondió Riley, pero lo dijo cuando ya estaba saliendo.
Una hora, tres estantes y dos mensajes telefónicos más tarde, la puerta se abrió con una sacudida y Nell salió del baño, esperando encontrarse con Gabe.
Una rubia muy joven entró, prácticamente rebotando sobre las suelas de sus zapatos mientras cerraba de un empujón la tozuda puerta con su cuerpo pequeño y apretado. Le sonrió a Nell, quien le devolvió el gesto, imposibilitada de no hacerlo.
– Usted debe de ser Nell -dijo la rubia-. Mi mamá me habló de usted. Yo soy Lu.
Extendió la mano, y cuando Nell la tomó, el apretón fue firme, casi doloroso. Como el de Gabe , pensó Nell. También tenía los ojos sagaces y oscuros de él, que contrastaban con su amabilidad rubia y alegre. Rara pero atractiva , pensó Nell.
– Un gusto conocerte.
– Mi mamá piensa que usted es lo máximo. -Lu se guardó la mano en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero, claramente preparada para emitir su propio juicio.
– Ella es una mujer agradable -dijo Nell.
– No sólo agradable -respondió Lu-. Es de piscis. Nunca obtienen lo que quieren. En especial cuando se casan con uno de tauro. -Lanzó una mirada de asco a la puerta de la oficina de su padre.
– Tú no eres de piscis -dijo Nell.
– Soy de Capricornio -respondió Lu-. Obtenemos todo lo que queremos. -Hizo un gesto con la cabeza señalando la puerta de Gabe-. ¿Está mi papá?
– No -dijo Nell-. Salió a perseguir a los culpables.
– Tal vez eso le mejore el ánimo. -Lu sacó las manos de los bolsillos y las dejó caer sobre el sofá, lo que la hizo rebotar por entero. Como parte del milagro, el sofá se mantuvo en pie-. Se está poniendo imposible con lo de Europa.
– ¿Lo de Europa?
– Quiero ir a Francia el mes que viene -explicó Lu-. Comprar un boleto de tren Eurail Pass, ver el mundo. Él quiere que vaya a la universidad. Ya pagó la cuota, lo que le parece significativo.
– Yo he pagado cuotas de universidad -dijo Nell-. Es significativo.
– Sí, pero no quiero ir -replicó Lu-. Es mi vida. Yo no le pedí que pagara la cuota.
– Probablemente no fue necesario que lo hicieras -dijo Nell-. Me da la impresión de que tu papá es una persona que se ocupa de su gente.
– Exacto. Bastante bien para alguien que sólo lo conoce hace tres días.
– Han sido tres días intensos.
– Eso es lo que dijo mi mamá. -Lu la estudió, achicando sus ojos oscuros hasta que adquirió una incómoda semejanza con Gabe-. Mamá dijo que usted iba a manejar la oficina. Ella no puede hacer que mi padre haga nada. Quiero decir, se divorcio de él y siguieron juntos.
– ¿Están divorciados? -dijo Nell.
– Es difícil darse cuenta, ¿verdad? Él le compró la casa de al lado para que ella se quedara, y así fue. -Lu sacudió la cabeza-. Creo que ésa es la razón por la que mi mamá decidió ir a Francia conmigo, aunque todavía no es seguro. Si papá no quiere que vaya, no irá. -Clavó la mandíbula-. Yo sí voy. -Lanzo una cuidadosa mirada a la puerta de Gabe-. Creo.
La puerta volvió a sacudirse.
– Hola, problema -dijo Riley cuando entraba, y golpeó a Lu en la cabeza con la carpeta que traía-. Deja de volver loco a tu papá. Luego se desquita conmigo.
– Eso es bueno para ti -dijo Lu criticándolo-. A ti todo te sale fácil.
Riley la esquivó para arrojar la carpeta sobre el escritorio de Nell.
– Todo lo que usted siempre quiso -le dijo-. La última parte de una investigación de antecedentes. Ti pee. -Volvió a mirar a Lu-. ¿Te morirías si pasaras un par de meses en la universidad para hacer feliz a tu viejo?
– Mi misión en la vida no es hacer feliz a mi padre -dijo Lu dándose aires-. Debo seguir mi dicha. -Volvió a la tierra-. Dime que me quieres.
– Te quiero -dijo Riley-. Ahora vete. Esta es una empresa.
– Sabe, si tiene que decirle a la gente que es una empresa, en cierta manera pierde el impacto -intervino Nell.
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