Riley le sonrió.
– Y ya basta de comentarios de los empleados.
Nell le devolvió la sonrisa y luego vio la expresión de Lu.
– Hola -dijo Lu.
– Hola no -replicó Riley-. Adiós. Pensé que te había echado de aquí.
– Justo cuando se ponía interesante -dijo Lu y se marchó, tirando de la puerta para cerrarla.
– Qué niña asombrosa -dijo Nell.
– No tiene idea. Se lo pasa mangoneando a Gabe y a Chloe desde que nació. Algún tipo se va a ver en problemas con esa mujer. -Riley miró el baño-. No puedo creer que siga con eso. Váyase a almorzar.
– Me falta un estante y termino -dijo Nell y entró a finalizar su tarea.
El cuarto de baño estaba mejor, pero todavía necesitaba pintura. Tal vez podría hacerlo ella cuando no la vieran, puesto que ahora era permanente. Se subió a la mochila del inodoro, haciendo equilibrio con una mano contra la pared, y comenzó a sacar cajas y frascos viejos del último estante, dejándolos caer en el basurero que estaba abajo y escuchando con satisfacción cómo se estrellaban. Luego buscó la última caja.
Estaba encajada en el rincón más lejano y tuvo que tirar de ella con las uñas, pero finalmente consiguió llevarla al borde del estante. Era pequeña, de unos diez por doce centímetros, forrada con un vulgar cuero rojo. Bajó del inodoro para mirarla a la luz, sacó el polvo para ver la imagen de la parte superior, el grabado de un duende o demonio. Oyó que se golpeaba la puerta de calle, oyó que Riley decía que había terminado la investigación de antecedentes, oyó que Gabe le respondía, y volvió a mirar la caja.
Si había problemas, Gabe le echaría la culpa a ella. Respiró profundo y abrió la caja, pero adentro lo único que había era el título de propiedad de un auto, una hoja de papel amarillo que se confundía con el revestimiento del mismo color de la caja.
No es posible que esto lo moleste, pensó y salió para entregárselo.
– Este tema de Jack Dysart -dijo Riley mientras seguía a Gabe hacia la oficina.
– No hay ningún tema de Jack Dysart. -Gabe se quitó el saco y se sentó frente a su escritorio-. Tenemos trabajo de verdad que hacer. -Estaba a punto de irse, pero su nueva secretaria golpeó y entró, delgada con su traje gris, pálida contra la madera oscura de la puerta.
– Encontré esto -dijo y depositó una pequeña caja roja sobre el escritorio-. Estaba en el último estante del baño, y no hay mucho dentro, sólo el título de un auto, pero pensé…
– ¿Un título? -Gabe abrió la caja y sacó el papel. Era un título de transferencia a Patrick McKenna de un Porsche 911 Carrera modelo 1977, fechado el 28 de mayo de 1978, y firmado por Trevor Ogilvie. Lo miró más de cerca.
Trevor le había vendido el auto a su padre por un dólar.
Sintió que se le enfriaba la piel. Su papá había puesto la caja en el último estante del baño en 1978 donde no era probable que la encontrara nadie que trabajara para él, ni por cierto su hijo de veintiún años de edad ni su sobrino de once, de quienes se podía concebir que preguntarían cómo había podido obtener un auto tan maravilloso por un dólar.
¿Qué demonios había hecho su padre para Trevor en 1978 que valía un Porsche modelo 1977?
– ¿Qué? -dijo Riley. Gabe empujó la caja por el escritorio hacia él y observó cómo el habitual buen humor de Riley desaparecía de su cara cuando leía el papel.
– ¿Eso es lo que estaba buscando? -dijo Nell, y Gabe la miró con el entrecejo fruncido. Por Dios, era como volver a trabajar con Chloe. Ninguna línea de pensamiento, sólo estaciones al azar.
– ¿De qué está hablando? -le preguntó pacientemente, y debió de haber sido demasiado paciente porque ella también frunció el entrecejo.
– Estaba limpiando las bibliotecas -dijo-, y noté marcas en el polvo que se veían como si alguien hubiera estado sacando libros. Entonces deduje que estaba buscando algo.
– No -dijo Gabe y miró a Riley.
– Yo no -dijo Riley-. Pero fue después de que los limpiadores dejaran de venir. ¿Lynnie?
Gabe sacudió la cabeza.
– Si encontró la caja, ¿por qué no se la llevó? -Miró el objeto con el entrecejo fruncido-. En realidad, ¿para qué querría buscar esto? -Volvió a recogerla. Era pequeña, pero en su interior había espacio suficiente para algo más que un título de propiedad. -A menos que se haya llevado lo que quería-. Algo más respecto de su papá y Trevor…
Riley tenía una arruga de preocupación en la frente.
– Sí, ¿pero qué demonios podría querer ella…?
– Gracias, señora Dysart, ha sido de gran ayuda -dijo Gabe, y Nell dio un paso hacia atrás, con el aspecto de haber sido abofeteada.
– Está bien -dijo-. Escúcheme, en cuanto al cartel de la ventana…
– ¿Qué? -Gabe la miró con el entrecejo fruncido, impaciente por que se fuera-. ¿Qué cartel?
– Investigaciones McKenna. Está completamente descascarado en varias partes. Se me ocurrió que podríamos cambiar el diseño…
– No, señora Dysart. La ventana se queda como estuvo siempre. -Miró la caja y pensó: Aunque es posible que yo no sepa mucho respecto de cómo las cosas estuvieron siempre.
– ¿Entonces podría convencerlo de conseguir un sofá nuevo antes de que el viejo se venga abajo? -dijo ella, y él levantó la mirada, alarmado por el tono de su voz. Los ojos de la mujer tenían un resplandor que indicaba que estaba reprimiendo cosas que mejor no decir y de hecho hasta tenía color en las mejillas. Bueno, al diablo con ella, él tenía problemas reales.
– No viene tanta gente -le dijo-. El sofá se queda.
Ella permaneció de pie un momento, y luego dijo:
– Además la puerta de adelante está dura. -Y se fue.
Esa mujer está en verdad enojada, pensó él, y volvió a mirar la caja. Demonios.
Riley respiró profundo.
– ¿Entonces qué favor le hizo Patrick a Trevor que no pudo consignar en las actas?
– Tengo otra pregunta -dijo Gabe-. ¿No es una gran coincidencia que hayamos encontrado una caja con el nombre de Trevor prácticamente al mismo tiempo que una mujer comienza a chantajearlo, que es prácticamente al mismo tiempo que Lynnie pasa parte de enferma?
Riley se sentó muy quieto, contemplando todos los ángulos posibles mientras Gabe aguardaba.
– Es posible -dijo por fin-. Está claro que está dentro de la personalidad de ella. -Levantó la mirada para ver a Gabe, frunciendo el entrecejo-. Pero eso no explica la participación de Jack y Budge.
– De Jack, puede ser -dijo Gabe-. El era socio en el 78. -Acercó la caja y la cerró para no tener que mirar el maldito título de transferencia, y vio el diablillo-. Mi papá adoraba ese auto. La última pelea que tuvo con mi madre fue por el auto.
– Tú adoras ese auto -replicó Riley-. Tal vez ésta sea una señal de que es hora de que lo cambies.
– No hay señales -dijo Gabe-. Deja de hablar con Chloe.
– Bueno, hay pistas -dijo Riley-. Pero no sé en este caso. Si fue Lynnie, ¿cómo demonios sabía que la caja estaba allí?
– Tal vez no lo sabía -dijo Gabe-. Tal vez estaba husmeando y la encontró y tomó lo que quería y luego volvió a guardarla. -Sacudió la cabeza-. No, eso no tiene sentido. Estaba buscando algo. -Se puso de pie y recogió su saco-. Ahora puedes investigar a Jack Dysart todo lo que quieras.
– ¿Tú qué vas a hacer? -preguntó Riley.
– Encontrar a Lynnie -dijo Gabe con firmeza-. Y después voy a hablar con Trevor. -Recorrió la oficina con la vista y vio a su padre por todas partes-. Sobre los buenos viejos tiempos.
Nell vio salir a Gabe y apretó los dientes. Nunca la habían hecho salir tan rápido de ningún lugar como cuando él la echó de la oficina. Y ella podría haber ayudado, si sólo él…
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