Jessica Hart - Amar sin reglas

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Amar sin reglas: краткое содержание, описание и аннотация

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Seth Carrington necesitaba una novia y Daisy Deare un pasaje al Caribe… ¡parecía un intercambio justo! Sin embargo, después de haber pasado satisfactoriamente la exhaustiva entrevista de Seth, a Daisy le surgieron algunas dudas: Seth era un déspota y tenía unos modales bastante rudos… excepto cuando sonreía. Entonces, se transformaba en una persona sumamente atractiva.
Sonriente o no, Daisy tenía que enfrentarse a la realidad. Su trabajo sería algo estrictamente temporal. Tenía que actuar como señuelo para desviar la atención del romance secreto que Seth mantenía con una sofisticada y bella mujer casada.

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Seth había hundido su cara en el pelo de Daisy. Yacía pesadamente sobre ella, pero no le importó. Luego, él elevó sus hombros y volvió a caer. Su respiración era entrecortada. Sujetó a Daisy y juntos rodaron hasta el otro extremo de la cama.

– ¡Lo que hacen algunas personas para conseguir lo que quieren! -exclamó ella en broma.

– ¡Y lo que hacen algunas personas en lugar de ceder amablemente! -replicó Seth.

Le besó el cuello y la tomó posesivamente por las caderas. Daisy quiso mostrarse agraviada pero su boca no disimuló una sonrisa satisfecha.

– Prefiero el otro lado -protestó.

– Yo también -sonrió él-. ¿Significa eso que mi actuación ha mejorado?

– Bueno… -Daisy pareció considerar la pregunta, pero Seth le hizo cosquillas y ella le sonrió-. Para ser como un iceberg, no estuvo nada mal.

– ¡Un iceberg! Es imposible ser como un iceberg si estás a mi lado.

– Tu actuación era buena desde antes -señaló Daisy al estirarse sensualmente.

– Eso es lo que crees -dijo Seth enigmático.

Acto seguido, la movió a su lado para que estuviera más cómoda. Yacieron en silencio durante un rato. Sólo se oía la respiración de ambos. Con la cabeza apoyada sobre un hombro de Seth, Daisy comenzó a dibujar círculos imaginarios en el estómago de él.

Seth le acariciaba el brazo. Ella pudo percibir, llena de felicidad, el aroma de su piel masculina. Seth notó que la recorría un escalofrío.

– ¿Tienes frío? -inquirió.

– No -contestó ella con suavidad.

Y Seth apagó la luz de la lámpara y estiró el edredón para que los cubriera. Cobijada por los brazos de Seth, por el silencio y la oscuridad, Daisy sintió como si hubiera llegado a su hogar después de un accidentado viaje.

Ambos estaban muy relajados y se dispusieron a dormir. De vez en cuando, se despertaron para besarse antes de sumirse otra vez en el sueño. La hostilidad surgida entre ellos después del baile parecía algo muy lejano.

Ya era bastante tarde y las noches de verano eran cortas, por lo que no pasaron más de dos horas antes de que comenzara a amanecer. Daisy se despertó con el rumor de los pajarillos que cantaban cerca de la ventana. Sintió la profunda respiración de Seth sobre su cuello.

Puso su mano debajo del brazo que la agarraba posesivamente y le acarició el cuerpo hasta las caderas. Luego, entrelazó su mano con la de él.

No le gustaba que ya hubiera amanecido. Le habría apetecido que la noche siguiera interminablemente de forma que pudieran yacer juntos para siempre. No tenía ganas de enfrentarse a la realidad. La realidad implicaba el recuerdo de Astra.

Daisy no era tonta. Sabía que nunca podría compararse con la sofisticada y talentosa Astra. Ellos pertenecían al mismo ambiente, a un mundo que no existía para Daisy. Quizás su relación se había interrumpido por el momento, pero era una situación temporal. Y sino, ¿por qué otra razón habría insistido Seth en que Daisy permaneciera a su lado?

La alegría que habían descubierto juntos no podía durar. Daisy se sintió triste. Las diferencias existentes entre ellos habían desaparecido tan pronto como él la hubo tocado, pero volvían a surgir a la luz del día.

No tenía sentido pensar que esa noche podía significar algo especial para Seth. Él era un hombre y ella una mujer. Le había servido de distracción pero no podía pretender ser algo más en su vida. Estarían juntos durante unas pocas semanas, antes de que Astra y él resolvieran sus problemas o de que hallara a otra mujer de su círculo social. Unas pocas y breves semanas… Pronto irían al Caribe y luego, ella se dedicaría a buscar a Tom.

La separación iba a resultar más fácil si tenía una razón para marcharse. Daisy decidió que no suplicaría ni pondría las cosas difíciles. Cuando terminase su trabajo, se marcharía sin mirar hacia atrás, pero mientras tanto…

Mientras tanto, Seth empezó a acariciarle el estómago y los pechos. Un apasionado deseo volvió a dominarla. Tenía que pasar algún tiempo junto a él y trataría de pasarlo lo mejor posible. Seth le daba besitos en el hombro.

– ¿En qué estás pensando? -murmuró.

Daisy se estiró y rodó para quedar encima de él. Ella sonreía. Le pasó sus brazos por el cuello y lo besó.

– Pensaba que si tenemos que convencer a la gente de que estamos enamorados, podríamos hacer otro simulacro.

– Qué gracia -dijo Seth-. Es lo mismo que pensaba yo.

Daisy pasó todo el día en estado de satisfacción. Sonreía y charlaba amablemente con la gente, pero toda su atención iba dedicada a Seth. Él casi no la había tocado. Solamente había rozado ocasionalmente su brazo con la mano pero, durante todo el tiempo, sus ojos se cruzaban e intercambiaban sonrisas de complicidad. Daisy se sentía feliz.

Volvieron a Londres en una gloriosa tarde soleada. Grandes sombras se extendían por los campos. Daisy se apoyó en el respaldo del coche. Cruzó los brazos por detrás de su cabeza y suspiró satisfecha.

Luego, volvió la vista hacia Seth y descubrió una expresión extraña en su mirada. Se quedó sin aliento. Hubo un silencio incómodo.

– Pareces muy satisfecha -le dijo él.

Daisy suspiró entrecortadamente.

– Asumo mi papel -comentó.

Seth le echó un vistazo.

– ¿Quieres que paremos para comer algo en lugar de volver a Londres directamente? -preguntó Seth de pronto.

– Creí que le dijiste a Henry que tenías que volver.

– Estaba cansado de tener que mostrarme amable con toda esa gente.

– Entonces, ¿prefieres mostrar tu antipatía conmigo? -inquirió ella inocentemente.

Seth se rió.

– Seré bueno -le prometió-. ¿Qué contestas?

El momento de tensión había pasado. Daisy sonrió y se relajó en su asiento.

– Me encantaría.

Encontraron un bar tranquilo a la orilla del río y se sentaron en una de las mesas que había fuera. Los patos chapoteaban en las aguas tranquilas. A Daisy le daba igual la comida. Para ella era suficiente con estar sentada junto a Seth a la luz dorada del atardecer y sentir el roce de sus piernas contra las suyas.

A pesar de la excitación que los dominaba, charlaron afablemente hasta que Daisy quiso saber la fecha de partida al Caribe. Hubo un breve silencio.

– Olvidé que estabas tan interesada en ir allí -dijo Seth impasible-. ¿Qué es lo que quieres hacer en el Caribe que no puedas hacer aquí?

– Busco a alguien -explicó Daisy y dudó un instante-. No… no olvidé que hemos hecho un trato, Seth.

– ¿Y pensaste que yo lo olvidé?

– No -ella respiró profundamente.

Tenía algo que contarle. Le resultó más fácil en ese momento pues sus rostros estaban en penumbra.

– Solamente deseo que sepas que no me tomé en serio lo que ocurrió anoche -añadió-. Sé que esta situación es temporal. Tengo mis planes y no necesitas preocuparte por deshacerte de mí una vez que tú y Astra… bueno, cuando ya no me necesites.

Le fue imposible descifrar lo que Seth estaba pensando, pero estaba segura de que se sentiría aliviado al saber que ella no le montaría ninguna escena. Daisy jugueteó con su copa. Era incapaz de observar a Seth.

– Me pagas para que finja que te amo y eso es lo que haré… pero pensé que, dado que los simulacros nos salen tan bien…

Ella se calló.

– ¿Sí? -la apremió Seth con voz inexpresiva.

– Bueno… que podemos intentar sacar el mejor partido posible.

Daisy pensó que había llegado tan lejos que ya no podía callarse.

– Ambos tenemos compromisos -siguió diciendo con tenacidad -y sabemos cuál es nuestro lugar. Pero ya que tenemos que estar juntos, lo mejor es disfrutar de la situación -Daisy trataba de sonar despreocupada, pero el silencio de Seth la ponía nerviosa-. Si estás de acuerdo, por supuesto -terminó de decir.

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