Jessica Hart
Amor Inesperado
Amor Inesperado
Título Original: The right kind of man (1994)
CON franqueza señorita Henderson, usted no es adecuada para el trabajo.
Skye miraba al hombre sentado detrás de su escritorio. Lorimer Kingan era uno de esos escoceses serios, con sombría apariencia céltica y un aire de fortaleza de granito. Le había dicho a Vanessa que le sería fácil manejarlo, pero ahora se daba cuenta de que Lorimer Kingan podría ser muchas cosas menos fácil de manejar. Nunca había conocido a alguien menos apropiado para tratar de arrollarlo con su encanto.
La entrevista tuvo un mal inicio. Lorimer se había puesto de pie cuando ella fue introducida a su oficina y la miradaa de los ojos oscuros abarcó desde los salvajes rizos dorados hasta las tiras color jade de sus zapatos de ante. Skye sintió como si la hubiera examinado, evaluado y descartado por ser una rubia tonta antes de que siquiera tuviera la oportunidad de abrir la boca.
No era una evaluación totalmente injustificada, tuvo que admitir para sus adentros, pero ella había cambiado. Estaba cansada de ser la rubia tonta. Charles y su padre estaba convencidos de que era un caso perdido y estaba dispuesta a demostrarles que era capaz de ser sensata y sobrevivir por su cuenta. Para su infortunio, eso significaba persuadir a Lorimer de que era una buena profesional, dedicada y eficiente. Al recordar su resolución, Skye enderezó los hombros y mostró su mejor sonrisa cuando él le señaló la silla frente a su escritorio. Pocos hombres se resistían a la sonrisa de Skye pero Lorimer debía estar hecho de un material más resistente. Él volvió a sentarse y recogió la carpeta que contenía su curriculum vitae .
Procuró aparentar serenidad mientras él releía los detalles, pero su entrecejo fruncido la ponía nerviosa. ¿Se habría dado cuenta de que había exagerado? Vanessa se asombró cuando encontró a Skye mecanografiando un impreciso curriculum vitae en su procesador de palabras, pero Skye rechazó sus objeciones. Sólo eran unas cuantas mentiritas blancas. Nadie investigaba esos documentos… aunque ahora no estaba tan segura porque Lorimer Kingan parecía un hombre que lo investigaba todo.
Después de lo que a Skye le pareció un largo rato, él bajó la carpeta y la miró con evidente asombro.
– ¿Usted es Skye Henderson?
– Sí -respondió Skye. Trató de sonreír, aunque el efecto de su sonrisa no fue el que ella había anticipado. En lugar de parecer asombrado, el aturdimiento de sus ojos dio paso a la curiosidad.
– Tengo que admitir que usted no es exactamente lo que yo esperaba -dijo al fin con voz seca.
– ¿No lo soy? -dijo un poquitín nerviosa-. ¿Cómo esperaba que fuera?
– Digamos que esperaba a alguien un poco menos… llamativa -los inquietantes ojos azules se posaron en Skye-. Su historial profesional es impresionante. Imagino que cualquiera que haya tenido el tipo de trabajos que usted ha desempeñado necesita ser tanto discreta como eficiente.
La estudió con una especie de especulación impersonal que hizo que Skye se moviera inquieta en su silla. Los rizos color dorados se movían incontrolables sobre su rostro, donde los ojos y la amplia boca generosa siempre estaban al borde de la risa, sin importar lo mucho que intentara poner una expresión seria. A pesar de sus esfuerzos por parecer sensata, era obvio que no había convencido a Lorimer.
– Me perdonará si le digo que yo esperaba a alguien con una apariencia más profesional -continuó.
– Mi último jefe juzgaba a la gente por su trabajo, no por su apariencia -dijo-. Después de todo, uno no mecanografía con mayor rapidez si viste un traje gris -para ella no había ninguna diferencia ya que mecanografiaba despacio sin importar lo que vistiera.
– Quizá no -aceptó Lorimer con cierto humor. Skye esperaba que no la imaginara vestida con un traje gris-. Sin embargo, estoy seguro de que alguien con sus aptitudes y experiencia no necesita que yo le diga que se requiere mucho más que saber escribir a máquina para ser una secretaria -ahora definitivamente se mostraba sarcástico-. También tiene que reflejar la imagen de la compañía. Mis clientes son muy conservadores y sé que se mostrarían cautelosos si de pronto se encontraran con alguien tan luminoso como usted. Tendríamos que repartir gafas de sol en Recepción para evitar que se deslumbraran al verla.
– Usted no parece deslumbrado -señaló Skye con acritud. Esa entrevista sería más fácil para ella si lo estuviera.
– ¡Ah, pero yo soy un hombre difícil de impresionar! -señaló Lorimer.
¡Podía repetirlo! Skye todavía no estaba lista para rendirse.
– Me vestiré de gris, entonces.
Las arrugas en la comisura, de la boca de él se profundizaron para formar algo parecido a una sonrisa.
– ¡No podría exigirle tal sacrificio!
Ella se apresuró a asegurarle de nuevo:
– Sinceramente, no me importaría. Me mostraré muy tranquila y vestiré lo que usted desee. Sus clientes ni siquiera se fijarán en mí.
Lorimer la miraba. Sus pendientes en forma de pericos llenos de color, colgaban entre los rizos y rozaban sus mejillas.
– Usted no es el tipo de chica que pasa inadvertida -le dijo con sarcasmo en la voz, que se convirtió en diversión. Skye no sabía si molestarse ante su negativa, tomarla en serio o sentirse intrigada por el fugaz atisbo de calidez que alteraba su expresión e indicaba que existía un hombre inquietante y atractivo baje ese exterior formidable.
Nada iba de acuerdo al plan. La carta de Lorimer invitándola a la entrevista había sido tan alentadora que se convenció de que obtener el trabajo era una conclusión inevitable. Vanessa le había señalado que cualquier hombre de negocios que mereciera tal nombre, desearía alguna prueba de que la solicitante al puesto de secretaria, era todo lo que afirmaba, pero Skye había ignorado la idea, segura de que todo lo que tendría que hacer era sonreír y estar guapa. Ahora le parecía que Vanessa tenía razón.
Vanessa normalmente tenía razón. Sólo esperaba que su amiga no la tuviera también con respecto a Charles.
– Le aseguro que ni siquiera sabrá que yo estoy aquí -insistió con desesperación y Lorimer levantó una ceja inquisitiva.
– Eso no es una recomendación -se mostraba austero-. No podrá probar que es una secretaria eficiente si no puedo saber si está o no está en la oficina.
¡No había forma de complacerlo!
– Hace un minuto me ha dicho que quería que yo pasara desapercibida -le señaló.
Lorimer empezaba a perder la paciencia.
– ¡Lo que yo deseo, es una secretaria eficiente y discreta, no una que piense que la única alternativa para no abrumar a la gente es desaparecer!
Para Skye todo sonaba horriblemente familiar. Moderación, eficacia, discreción… ¿Por qué todos los hombres hacían tanto hincapié en esas virtudes? Se había pasado años tratando de inculcárselas sin ningún éxito aparente y hasta Charles parecía encontrar irresistibles y atractivas, tan aburridas cualidades. Skye no podía comprenderlo pero si eso era lo que le gustaba, así sería.
– Yo soy discreta, muy discreta.
Lorimer suspiró y de nuevo recogió el curriculum vitae .
– Usted parece desear mucho este empleo y, la verdad, no lo entiendo. Si es tan eficiente como dice, podrá conseguir otro trabajo sin dificultad.
– Por supuesto -trataba de parecer indiferente-, es que he decidido cambiar de dirección e intentar algo completamente nuevo -eso era verdad, un trabajo adecuado era una nueva dirección para ella.
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