Cuando le dijo a Lorimer quién lo llamaba, él respondió enfadado:
– ¿Ferrars? ¡Oh, sí! Había olvidado por qué estabas tan ansiosa de estar aquí. Por un momento pensé que en realidad querías el trabajo -soltó una risilla amarga-. ¡Estúpido de mí!
A Skye le habría gustado decirle a Lorimer que no había pensado ni un momento en Charles cuando le pidió que le permitiera quedarse aunque quizá no la creyera. No debió contarle a Lorimer toda la historia; ahora él nunca creería la verdadera razón por la que deseaba quedarse.
– Hablaré con él. Pásamelo.
Ella colgó el teléfono. Fue despacio hasta la cocina para llevarle un poco de café y cuando regresó, Lorimer miraba ceñudo una carta y hacía notas al margen. En esta ocasión no se arriesgó a pasarle el tazón sino que lo colocó con cuidado sobre el escritorio.
– Me ha dicho que vais a salir mañana -dijo Lorimer, sin levantar la mirada de la carta.
– Sólo vamos a tomar una copa -entonces se preguntó por qué parecía una disculpa. No era asunto de Lorimer lo que ella hiciera después del trabajo.
– Pues no olvides lo que te dije sobre la confidencialidad -dijo de forma desagradable-. No quiero que Charles Ferrars sepa todo lo que sucede aquí.
Skye miraba su cabeza oscura, asombrada.
– ¿Por qué tendría él interés en saberlo?
– ¿Por qué si no querría salir contigo? -replicó Lorimer acusador.
– ¿Tan raro es que él desee verme? -la voz de Skye parecía miel y había un chispazo de ira en sus ojos.
– Conozco a muchos como Ferrars. Siempre tiene un motivo ulterior y quizá esté interesado en Kingan Associates, o en congraciarse con Fieming Carmichael, pero no está interesado en ti.
Skye sintió ganas de vaciarle el tazón encima.
– Bueno, lo veremos, ¿verdad?
Los ojos azules se encontraron en un reto sin palabras.
– Sí, ya veremos.
– ¡No me dijiste que era tan guapo! -Vanessa miraba a Skye acusadora mientras bajaban la escalera de la oficina al día siguiente.
– ¿Quién? -preguntó Skye.
– ¡Tu jefe, por supuesto! -Lorimer estaba en el pasillo hablando con Murray cuando Vanessa y Skye salieron para ir a comer. Él interrumpió la charla con el contable para recordarle a ella que sólo tenía una hora libre.
– Sé que eres muy flexible en lo que al tiempo se refiere -le dijo sin disfrazar su sarcasmo-, pero quizás puedas hacer un esfuerzo para regresar hoy a tiempo. Tengo mucho trabajo esta tarde y tú no saldrás con Charles Ferrars hasta que quede terminado.
Toda la mañana estuvo de mal humor y Skye no había podido hacer nada bien. Recordó a su padre y si no hubiera sido por él, se habría sentido tentada de decirle a Lorimer Kingan lo que podía hacer con su horrible trabajo.
Moira Lindsay llamó esa misma mañana y el corazón de Skye se dolió ante el sonido de la voz baja y musical de la otra chica y sus modales agradables. Lorimer no descargó su mal humor en ella, lejos de eso, parecía deleitado de escucharla y tan pronto como colgó el teléfono, le dijo a Skye que reservara una mesa para dos en uno de los restaurantes más exclusivos de Edimburgo.
Skye suspiró cuando ella y Vanessa cruzaban la Plaza Charlotte. ¿Y qué si quería invitar a salir a Moira? Ya había decidido concentrarse en su trabajo y olvidar a los hombres durante una temporada.
– No me sorprende que hayas perdido interés en Charles después de conocer a Lorimer -decía Vanessa al abrochar su abrigo.
– No he perdido interés en Charles. Quiero decir, que quiero hacerlo con calma. Después de todo, tú mi sugeriste que lo hiciera así.
– ¡Oh, vamos, Skye! Lorimer es dos veces más hombre que Charles. No me sorprende que sigas haciendo mal las cosas. Si mi jefe se pareciera a él, yo tampoco podría concentrarme en mi trabajo. Esa expresión severa es muy atractiva, ¿verdad? Mucho más que esa apariencia suave de Charles ya que su encanto se encuentra todo en la superficie y no hay nada por dentro.
– Al menos tiene encanto, que es mucho más de lo que puedo decir de Lorimer.
– No eres la alegre Skye de siempre -comentó Vanessa que la miraba apreciativa-. ¿Hay algo que no me hayas dicho?
– Por supuesto que no -Skye sentía extraña, inquieta y molesta, pero eso no tenía nada que ver con que Lorimer saliera con Moira esa noche. El problema era que ya no sabía qué sentía porque Lorimer la desconcentraba por completo. No, no podía contarle a Vanessa cómo se sentía con respecto a Lorimer. No había nada que contar.
– Por supuesto que no -repitió con más firmeza y pasó el resto de la hora de la comida contenta ante la perspectiva de volver a ver a Charles.
Lorimer estaba de peor humor esa tarde y a pesar de que Skye regresó cinco minutos antes de la hora, no se aplacó su mal humor y criticó su trabajo más que nunca. Skye salió furiosa de su oficina y cerró la puerta con fuerza innecesaria. Al volverse, de pronto se encontró frente a frente a Charles.
– Creo que he llegado en mal momento -dijo con suavidad-. La recepcionista me ha dicho que podía esperar aquí contigo. Espero que, no te importe -le sonrió de esa forma que una vez hizo temblar sus rodillas. Ahora, sólo sintió sorpresa por su intempestiva llegada.
– Por supuesto que no me importa -le dijo, pensando en lo poco razonable que se mostraba Lorimer.
Había olvidado lo apuesto que era Charles. Su cabello rubio tenía un bello corte y vestía con un gusto impecable. Podría ser un modelo. Skye lo observó esperando enamorarse de él otra vez, pero su corazón palpitaba con firmeza, sin perturbación.
Al comprender que estaba siendo un poco brusca, fue hacia él y lo besó en la mejilla:
– Me alegro de verte de nuevo, Charles -le dijo con mucho más calidez de la que hubiera demostrado si Lorimer no hubiera sido tan desagradable.
– También yo me alegro de verte, Skye.
– Odio romper esta conmovedora reunión -dijo Lorimer con acidez detrás de ellos-, pero todavía tienes trabajo, Skye. Tú no terminas de trabajar hasta las cinco y media.
Los dos hombres se saludaron con abierta hostilidad y Skye recordó cómo los había comparado Vanessa: Charles frío, suave y sofisticado, mientras que Lorimer era robusto y tan duro como el granito. Cuando se estrecharon las manos, le parecieron a Skye dos perros, listos para la pelea.
Desaparecieron en la oficina de Lorimer y Skye se puso a corregir el informe, golpeando las teclas con resentimiento. Cuando salieron, estaba tan malhumorada como Lorimer.
Lorimer abrió la puerta justo a tiempo de verla retocar sus labios y su expresión se endureció. Skye con rapidez echó un vistazo al espejo y metió el lápiz labial en su bolso, dirigiendo una deslumbrante a Charles.
– ¿Ya has terminado?
– Es obvio -respondió Lorimer con amargura-. ¿Y tú?
– También -Skye era la imagen de la virtud. Echó una ojeada a su reloj-. ¡Oh, son sólo las cinco y veintisiete! Charles, ¿no te importaría esperar unos minutos? No quiero que Lorimer piense que abandono mi puesto.
– Es mejor que te vayas si estás tan ansiosa por salir -espetó Lorimer.
– No puedo decirte cuánto me alegra verte -le dijo Skye a Charles, mirando a Lorimer a hurtadillas, se sintió deleitada por su expresión sombría. Era evidente que no soportaba verla con Charles.
Charles la llevó a un bar detrás de la calle Hanover.
– Lamento no haberme puesto en contacto contigo antes, Skye, pero he estado muy ocupado… ya sabes cómo es eso.
– Sé lo que quieres decir. Nosotros también estamos ocupados.
– Espero que no demasiado -dijo Charles y se acercó más-. Sería agradable verte más ya que ambos estamos exiliados aquí. Es una gran coincidencia que estés aquí al mismo tiempo que yo, ¿verdad?
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