Jessica Hart - Esposa por un día

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Esposa por un día: краткое содержание, описание и аннотация

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Todo empezó cuando Homer, su querido e indisciplinado perro, rompió un jarrón de inestimable valor para Ran Masterson… y Pandora se ofreció a reemplazarlo. Al parecer, el precio de jarrón era tan elevado que la joven sólo podría pagar el destrozo accediendo a hacerse pasar, durante veinticuatro horas, por la esposa del propietario de Kendrick Hall. Pandora tenía dos opciones, o representaba la comedia, o bien pagaba, y consideraba que hacer de señora de la misión durante un día no podía ser peor que deberle a Ran miles de libras. ¡Lo que no sabía, cuando aceptó, era que compartir la cama de Ran formaba parte del trato!

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«Míralo», pensó. «Está más preocupado en doblar su periódico que en prestarte atención».

Entonces, volvió a mirarla y el corazón de Pandora dio un salto mortal. Los ojos grises no eran alentadores ni la contemplaban en admiración, pero tenían una expresión que la dejó sin aliento. Para disimular su repentina confusión, levantó el sombrero y le lo plantó alegremente en la cabeza.

– Me pareció que lo mejor era acompañar el traje con un sombrero, ¿no crees?

La acostumbrada expresión de espanto que apareció en el rostro de Ran fue casi un alivio.

– ¿No me dirás en serio que has pagado dinero por esa cosa?

– ¿No te gusta? -dijo Pandora con voz candorosa desde algún punto al otro lado del ala.

– ¿No has podido encontrar algo que fuera un poco menos llamativo?

– Estaba segura de que, si me fuera a casar contigo, te habría gustado que tuviera un aspecto memorable.

– Sí, inolvidable es una manera de describir el aspecto que tienes -dijo él con desdén y Pandora tuvo la sensación de que Ran se sentía tan aliviado como ella de que las cosas volvieran a la normalidad-. ¡Completamente ridículo es otra!

Pandora fingió hacer un puchero.

– ¡Pero si lo he comprado especialmente para ti!

– Si crees que voy a andar por las calles de esta ciudad a tu lado, olvídalo.

Pandora se quitó el sombrero de mala gana y acarició el ala.

– Creí que te gustaría.

Su exagerado suspiro de desilusión, sorprendentemente, provocó un brillo de humor en aquellos ojos grises. Ran dejó el periódico sobre la mesa.

– Te refieres a que me molestaría mucho, ¿no? -dijo Ran y. aunque sonrió de verdad, Pandora presintió que había conseguido una gran victoria.

– De verdad, chico, ni si quiera se me había pasado por la cabeza -dijo ella, llevándose una mano al corazón y abriendo mucho los ojos.

– ¡Y yo que había llegado a pensar que te habías transformado por arte de magia! Al fin y al cabo, parece que eres la misma de siempre.

– Me temo que sí -dijo ella, empezando a recoger las bolsas.

– Todavía llevas una etiqueta colgando -dijo él-. Estate quieta.

Pandora se quedó como una estatua mientras él le quitaba el precio del cuello de la chaqueta. Era intensamente consciente de lo cerca que se encontraban, de aquellas manos que le rozaban el cuello bajo el pelo. Sus ojos se encontraron involuntariamente cuando Ran retrocedió y, por un instante, Pandora se olvidó de respirar. Una pausa casi inapreciable y entonces Ran se dio la vuelta.

– Será mejor que nos vayamos -dijo bruscamente.

El ambiente entre ellos era tenso mientras volvieron al coche para dejar las bolsas. Pandora quería decir algo y romper el silencio, pero no se le ocurría nada. Se sentía rara dentro de aquel traje elegante. Incluso sin el sombrero, más de una cabeza se volvía para mirarla al pasar.

Tuvieron que atravesar el mercado para llegar al estudio del fotógrafo. Concentrada en no cruzar la mirada con nadie, Pandora mantuvo la cabeza baja y no se dio cuenta de que Ran se había parado junto a un puesto de flores hasta que él le tocó el brazo.

– Necesitas unas flores.

– ¡Oh!

Pero no pudo continuar, Ran ya había comenzado una discusión enérgica con el florista a resultas de la que Pandora se encontró cargada con un ramo de rosas amarillas. Pandora las rozó con la cara, olió su fragancia y le dedicó una sonrisa tímida a Ran.

– Son preciosas, gracias -dijo mientras veía que una expresión extraña cruzaba por sus ojos-. ¿No sería mejor que llevaras un clavel en el ojal?

– Esto es por cuenta de la casa -dijo el florista, dándole a Pandora un clavel blanco.

Entonces, ella tuvo que sujetar el ramo con una mano para ponerle la flor a Ran. De nuevo, estar tan cerca de él la hizo sentirse abrumadoramente consciente de su fuerza. Hubo de morderse los labios para pasar el tallo de la flor por el agujero. Al final, Ran tuvo que ayudarla y Pandora sintió aquellos dedos hábiles y cálidos sobre los suyos. Poseída por una extraña timidez, sintió que el rubor se apoderaba de sus mejillas y evitó su mirada.

– Van a casarse, ¿verdad? -preguntó el florista que había presenciado la escena con interés.

– Algo parecido -contestó Ran.

El fotógrafo era un hombre alto y delgado con pretensiones artísticas. Lanzó una mirada dudosa al sombrero de Pandora y alcanzó el éxtasis con las rosas y con su estructura ósea mientras les hacía pasar al estudio.

– ¿Quizá le gustaría prepararse? -preguntó haciendo un gesto hacia un tocador equipado con pinceles, pañuelos y una selección de maquillajes, antes de apartarse revoloteando para trastear con las luces.

– ¿Qué quiere decir con eso de «prepararse»? -preguntó ella a Ran-. Ya estoy preparada.

– No del todo -dijo él sacándole otra hoja del pelo, producto de su batalla matutina con el seto-. La mayoría de las novias suele peinarse un poco.

Pandora se dejó caer frente al tocador y se pasó unas cuantas veces el cepillo. Ran chasqueó la lengua y se lo quitó de las manos.

– ¡Ay! -exclamó ella con lágrimas en los ojos-. ¡Cuidado, que duele!

– No te quejes tanto.

Ran dio un paso atrás para considerar su peinado. El pelo envolvía como una nube resplandeciente y oscura su cara en forma de corazón. Se lo arregló sobre los hombros mientras acariciaba su sedosidad con gesto meditabundo.

– ¡Ya está! -dijo al fin, volviendo a ponerle las rosas entre las manos-. Ahora sí pareces la chica de la que podría enamorarme.

Pandora lo miró con los ojos muy abiertos. Los de Ran no eran menos fáciles de leer, pero a la luz de los focos hizo que se quedara sin aliento mientras que su corazón latía fuertemente contra su caja torácica. Ran estaba muy cerca…

– ¿Ya están listos?

El fotógrafo debía haber vuelto preguntándose lo que estaban haciendo. Los dos se separaron con un aire que sólo podía describirse como culpable. Pandora deseó que su respiración dejara de comportarse de aquel modo extraño. Sólo era Ran, un hombre que se había mostrado completamente desagradable con ella desde el primer momento, un hombre que ni siquiera le había sonreído. Ella se encontraba allí únicamente por culpa de Homer. Nada más.

Sin fiarse de su expresión, Pandora se empeñó en llevar el sombrero, para mortificación del fotógrafo que alegó que eso le ocultaría el rostro. Comenzó una discusión que sólo acabó cuando Ran propuso que le hiciera un par de fotos a ella sola con la pamela y luego a los dos sin el sombrero. Aunque la luz de la batalla todavía brillaba en sus ojos y miró desafiante al objetivo, Pandora se sintió más ella misma y pudo acceder al acuerdo.

Estaba claro que el fotógrafo pensaba que aquel engendro de pamela ponía su reputación artística en entredicho y se alivió visiblemente cuando ella se la quitó para que él pudiera colocar a Ran de pie a su lado.

– ¿Quizá quiera ponerle la mano sobre el hombro, no? -sugirió a Ran-. Y usted puede alzar los ojos hacia su esposo, señora Masterson. Eso es, encantador. ¡Quietos!

– Relájate -murmuró Ran sin mover los labios, sintiendo su tensión-. Se supone que tienes que parecer enamorada de mí.

– No es nada fácil -repuso ella, inquieta como siempre por su cercanía.

– Lo será si lo intentas. Tú relájate y piensa en lo que me debes. ¡Y no olvides sonreír!

– Las fotografías, ¿son para alguien en especial o sólo para ustedes?

Para sorpresa de Pandora, el fotógrafo no parecía poner en duda que estuvieran casados.

– Son para la madre de Pandora -dijo Ran.

– Vive en Canadá -añadió ella, pensando que podía embellecer un poco aquella historia-. Está postrada en la cama y no pudo venir para la ceremonia y, como no conoce a Ran, naturalmente, quiere ver cómo es.

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