– ¿Ha sido la vida amable con alguno de nosotros?
– Todavía sientes amargura por que se fuera Alex, ¿verdad?
– Alex tomó su decisión hace muchos años -Shea se encogió de hombros-. Ahora apenas tiene importancia.
– Yo sé que Alex creía que lo que estaba haciendo era lo mejor -empezó a defenderle Norah.
Shea apretó los dedos contra el borde de le encimera. «Lo mejor para Alex Finlay», pensó con amargura.
– Y debe de haber tenido éxito en su carrera -continuó Norah-. Quiero decir que, si se ha podido permitir comprar esa casa a los Rosten más las otras propiedades que mencionó…
– ¿Dudaste alguna vez que Alex tendría éxito? -preguntó Shea.
– No, la verdad es que no. Él siempre ha trabajado duro y ha puesto el cien por cien en todo lo que ha hecho. Pero, Shea, volverlo a ver… bueno, me ha hecho comprender lo mucho que lo he echado de menos estos años.
– ¿Echarlo de menos? Norah, si ni siquiera vino al entierro de Jamie. ¿Cómo puedes perdonarle eso?
– Envió flores.
– También lo hicieron muchos conocidos distantes -interrumpió Shea antes de que Norah pudiera disculparle más-. Tú prácticamente lo criaste. Y él decía que quería a Jamie como a un hermano.
– Oh, Shea, no seas tan dura con él. Alex me ha contado esta noche por qué no vino al funeral.
– ¿Esta noche? ¿Y por qué no pudo explicarlo hace cuatro años?
– Dice que quería decírmelo cara a cara.
– ¿Y qué era más importante que el funeral de Jamie? ¿Es que ganó un millón más o algo así?
– Patti tomó una sobredosis la mañana en que Alex iba a venir en avión -explicó Norah con suavidad-. Alex se quedó en el hospital con ella. No pensaban que se salvaría.
Shea la miró aturdida.
– Yo sabía en mi corazón lo mucho que Alex quería a Jamie -siguió diciendo Norah-, que hubiera querido estar aquí con desesperación. Pero puedo entender que no dejara a Patti así. Me contó que llevaban separados algún tiempo, pero ella tenía su número de teléfono en el monedero y los del hospital le llamaron en cuanto ocurrió. Su padre estaba en Inglaterra en ese momento y alguien tenía que estar con ella. Así que Alex se quedó.
– Yo… -Shea exhaló con pesadez-. Lo siento, Norah. No lo sabía.
– Alex me ha dicho que ella está bien ahora. ¿Sabes? Yo siempre sentí un poco de lástima por la pobre Patti cuando todos erais pequeños.
Shea miró a su suegra con sorpresa.
– Pero si Patti Rosten tenía todo lo que los demás deseábamos.
Shea sabía que Patti había estado enamorada de Alex, pero en aquella época ella estaba convencida de que Alex sólo la amaba a ella. Al final, Alex se había casado con Patti.
– Sí, Patti tenía todas las cosas materiales, pero adoraba a su padre y él estaba siempre tan ocupado, que apenas tenía tiempo para ella. Yo la veía como una niña perdida -Norah sacudió la cabeza-. Sin embargo, debo admitir que me sorprendió que Alex me anunciara que se casaba con ella. Ahora me ha contado que se ha vuelto a casar hace un año o así.
– Estoy bastante cansada, Norah. Creo que me iré a la cama. Mañana, quiero estar pronto en la tienda.
– Sí, todos hemos tenido una noche bastante intensa, ¿verdad? Buenas noches, cariño. Hasta mañana. Y, Shea… -ella se detuvo para mirarla-. Alex ha significado mucho para todos nosotros -Norah estaba eligiendo las palabras con mucho cuidado-. Quiero decir, que si sientes que él debe arreglar algo, dale la oportunidad de hacerlo.
– Hemos salido adelante sin él durante once años. No veo por qué van a cambiar nuestras vidas porque él haya regresado.
Ella no se había creído las últimas palabras que había pronunciado, se dijo a sí misma sentada en la oscuridad de su habitación unas horas más tarde.
¡La llegada de Alex cambiaría todas sus vidas! Qué broma tan pesada para ella, pensó con el pulso todavía acelerado por del horrible sueño de sus cuerpos desnudos y un deleite casi indecente. La piel de Shea ardía al recordar el tema de su sueño con toda su sensual claridad. Cuando Alex se había ido y ella había comprendido con pánico que no volvería, había tenido por primera vez aquel sueño, la primera de una multitud de veces.
En él, siempre estaba con Alex, haciendo el amor a la luz de la luna. Los escenarios habían cambiado algunas veces, pero la satisfacción de los dos participantes había sido constante.
Avanzada la noche, cuando sus defensas se relajaban, la escena se repetía en su mente como una película X. Y siempre era Alex, con toda su belleza masculina, el que salía de su traidor subconsciente para seducirla. Hasta que se despertaba con una sensación tan eléctrica y tan excitante, que era una agonía comprender que había sido una ilusión y que, en la realidad, él estaría siempre fuera de su alcance.
Aquellos devastadores sueños habían continuado después de casarse con Jamie. Al menos mientras su matrimonio había sido tan platónico como su anterior relación.
¡El querido Jamie! Se había casado con ella sabiendo que estaba embarazada del hijo de su primo y que nunca soportaría que él, ni ningún otro hombre, la tocara. Se había quedado a su lado durante el parto tan difícil de Niall. Y había querido a Niall como hubiera querido a su propio hijo.
Extrañamente, saber que Alex se había casado con Patti Rosten había cambiado de alguna manera toda la vida de Shea. Era como si su corazón congelado hubiera empezado a derretirse. Había sido penoso, pero había sobrevivido. Y se había vuelto hacia Jamie en busca de solaz y consuelo… Su matrimonio podría no haber sido de una pasión desbordante, pero los dos se habían preocupado profundamente por el otro. Y los dos habían amado a Niall.
Shea levantó las rodillas y apoyó la cabeza en ellas.
Mirando atrás, Shea apenas podía creer haberse sentido tan despreocupada, tan segura del amor de Alex como se había sentido años atrás. Y aquella noche en particular, la noche en que él había roto su joven corazón, estaba grabada a fuego en su memoria.
Alex la había invitado a cenar a su restaurante favorito. Habían comido espaguetis y, de postre, frutas y helado casero.
Shea había notado que Alex había estado un poco silencioso, pero ella se sentía tan eufórica por lo que tenía que contarle que se había sentido flotando durante toda la comida entre una bruma placentera. Ni siquiera había considerado que Alex no pudiera sentirse tan extasiado como ella ante la noticia del bebé.
Después de la comida, habían conducido hasta su rincón favorito y Alex había sugerido dar un paseo por la playa desierta. Más que llena después de la agradable comida, ella había consentido encantada. Se habían quitado los zapatos y Shea había deslizado la mano entre la de Alex como hacía siempre.
Habían paseado un rato y habían dado la vuelta y, mientras se acercaban al sitio donde habían dejado el coche, la luna había salido de entre las nubes y había iluminado la playa.
– Mm -había murmurado con placer Shea-. ¿No es el lugar más bonito de la tierra, Alex?
Se acurrucó más contra su fuerte cuerpo y el embriagador aroma del mar y la sal mezclado con su loción almizcleña le hizo anhelar que él la tomara en sus brazos, como hacía siempre.
Entonces le contaría lo del bebé. Casi podía imaginarse la escena. Ella soltaría la noticia con timidez y él la atraería hacia sí abrazándola con delicadeza como si fuera una frágil flor. La besaría con reverencia y ella le diría entre risas que no iba a romperse, que todo era una parte natural de la vida y que el médico le había dicho que estaba bien y que estar embarazada no significaba que no pudieran hacer el amor.
Y eso era exactamente lo que harían a continuación: hacer el amor. Y hacer planes para su vida juntos para siempre.
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