Claire aparcó el coche y subió corriendo al apartamento. Una vez allí, se quitó la chaqueta, se descalzó y se metió en la cama. Había trazado un cuidadoso plan en su relación con Eric y en tres años lo había echado a perder. Y el plan que con tanto cuidado había diseñado para aclarar su relación con Will se había convertido en un fracaso total en menos de un mes. A ese ritmo, su próxima relación duraría cerca de treinta segundos.
Claire se acurrucó bajo las sábanas y cerró los ojos. Las imágenes de Will, desnudo y excitado, se multiplicaban en su mente. Tenía la sensación de que hacía siglos que no hacían el amor, pero la verdad era que apenas habían pasado unas semanas. E, incluso en aquel momento, le bastaba pensar en lo que habían compartido para experimentar un intenso deseo.
A lo mejor debería haberse ido a Nueva York. Debería haber hecho caso de lo que le decía su intuición. En realidad aquello sólo había sido una aventura. Claire gimió para sí y enterró la cabeza en la almohada. A pesar de lo que le decía la lógica, en el fondo sabía que no podía ser cierto. Que lo que había compartido con Will había sido mucho más que sexo.
El sonido del teléfono quebró el silencio de la noche y Claire se levantó rápidamente de la cama. Al principio, no quería contestar. Pero pensó entonces que su abuela solía llamarle a esa hora, así que corrió al teléfono.
– ¿Diga?
– Claire, soy Sorcha.
– Hola. Sorcha.
– Espero no haberte despertado.
– Sólo son las nueve de la noche, ¿qué tal por Nueva York?
– Oh, es todo maravilloso. Ayer nevó y esta semana se celebra el día de Acción de Gracias. Eric me ha dicho que tengo que cocinar un pavo. ¿De dónde viene esa obsesión de los estadounidenses con el pavo? ¿Es una especie de icono sagrado? Es posible que tenga que llamarte para que me digas la receta.
– Estoy a tu disposición. ¿Y qué tal está Eric?
– Estupendamente. Está siendo encantador conmigo. Claire. Me ha llevado a cenar a un restaurante precioso de Greenwich Village, y me está presentando a sus amigos. ¿Y a ti cómo te va con Will? ¿Todavía no os habéis casado? Me enfadaré como no me pidas que sea la madrina. O, mejor todavía, como no me encargue yo de organizar la ceremonia.
Claire se interrumpió. La emoción le impedía hablar.
– La verdad es que las cosas no van muy bien. Creo que Will está perdiendo el interés. Probablemente debería haberme ido con vosotros.
– ¿Will? -se echó a reír-. Oh, por favor, pero si está loco por ti.
– Hemos intentado ir un poco más despacio en nuestra relación, para así poder llegar a conocernos como amigos.
– Dios mío, ¿por qué habéis hecho una cosa así? -preguntó Sorcha.
– Pensé que podría ser… -Claire suspiró-. Es una tontería, lo sé. Pero, al principio fue todo tan rápido… Y ahora él ha perdido el interés en el sexo, y en mí.
– No puedes estar tan segura. A lo mejor sólo estaba de mal humor y lo que tienes que hacer es intentar animarle un poco.
– ¿Y cómo voy a hacer eso?
– Vete a la pensión, desnúdate y métete en su cama. Estoy segura de que os arreglaréis antes de que amanezca. Y si no, tengo varias botellas de agua del manantial del Druida encima del fregadero de la cocina. Prepárale un té y volverá a desearte.
– No pienso hacer eso.
– Eres tú la que tiene que decidir. Pero si vosotros dos no estáis hechos el uno para el otro, entonces no sé quién podría estarlo.
– A lo mejor debería hablar con él. Si lo nuestro ha terminado, quiero saberlo cuanto antes para poder continuar con mi vida.
– Vete a verle a la posada. Y cuando hayáis pasado una placentera noche de sexo, ¿podrías buscar mi abrigo azul y mis botas altas y enviármelas por correo? O mejor, dáselas a mi madre.
– Lo haré.
Estuvieron hablando durante unos minutos más hasta que Claire se despidió y colgó el teléfono. Miró después a su alrededor, el que hasta entonces le había parecido un lugar acogedor, le resultó de pronto frío y hostil. Agarró la chaqueta y se dirigió hacia la puerta. Había llegado la hora de aclarar algunas cosas. Si Will había perdido el interés en ella, no tenía ningún motivo para quedarse en Trall.
Tardó cinco minutos en regresar a la posada. Aparcó y corrió hacia la puerta, pero, para su sorpresa. Will había cerrado con llave.
– Maldita puerta -gritó.
Cerró el puño y llamó hasta hacerse darlo en la mano.
Unos segundos después, se encendió la luz de la ventana y Will abrió la puerta. Iba descalzo y sin camisa y era evidente que acababa de ponerse los pantalones.
– Has tardado mucho -musitó, pasándose la mano por el pelo y mirándola con los ojos entrecerrados.
La agarró del codo para hacerle pasar.
– Tenemos que hablar -dijo Claire, intentando controlar la emoción de su voz.
– No, no tenemos que hablar -Will enmarcó su rostro con las manos y la besó.
Deslizó la lengua entre sus labios y prolongó el beso hasta dejar a Claire sin respiración.
– Eso está mucho mejor -Will se volvió y se dirigió hacia el salón-. ¿Vienes?
– ¿Adónde? -preguntó Claire.
– A la cama, para eso has venido, ¿no?
– He venido aquí para hablar contigo.
– No, no vamos a hablar. Vamos a meternos en la cama. Ya hablaremos mañana por la mañana.
– ¡No puedes obligarme a acostarme contigo! -gritó Claire.
– No te estoy obligando a nada -repuso Will-. Te estoy invitando. Claire.
– ¿Pero qué va a pasar con nuestro plan?
– ¿Te refieres a tu plan? Quiero dejarlo ya. Odio tu plan. Tengo montones de amigos. Claire, y de vez en cuando me tomo una pinta con ellos en el pub. Pero cuando pienso en ti, no pienso sólo en una amiga. Tú eres la mujer a la que quiero.
– ¿Me quieres?
– Claro que te quiero. Si no, no habría soportado este estúpido plan durante dos semanas. Quiero que estés conmigo cada día y cada noche. No quiero jugar al Scrabble y no quiero hablar del maldito tiempo. Quiero estar contigo desnudo en la cama y ser completamente feliz. ¿Te parece que eso tiene algo de malo?
– Nada.
– Estupendo. Y en ese caso, creo que ya va siendo hora de que hagamos un nuevo plan; creo que deberíamos planear no tener ningún plan.
Claire consideró su sugerencia. La verdad era que las cosas habían ido mucho mejor entre ellos cuando lo habían dejado todo en manos de la espontaneidad.
– Sí, supongo que podríamos intentarlo -contestó.
Will se la quedó mirando fijamente y sonrió.
– Ven a la cama conmigo. Claire -le tendió la mano y ella se acercó lentamente a él.
La condujo a su habitación y, una vez allí, se sentó en el borde de la cama y la desnudó lentamente. Se levantó después frente a ella, se desabrochó los pantalones y los dejó caer hasta sus pies.
– Así es como deberían ser siempre las cosas entre nosotros -susurró.
Posó la mano sobre su seno y se inclinó para tomar el pezón con la lengua.
– Lo siento -susurró Claire, hundiendo las manos en su pelo-, estaba asustada. Y cuando tengo miedo, hago muchas tonterías.
Will le rodeó la cintura con los brazos y la miró a los ojos.
– Afortunadamente para todos. Porque venir a Trall era una gran estupidez y, sin embargo, es lo mejor que me ha pasado en mi vida.
– ¿De verdad?
– No tienes por qué tener miedo. Nunca te haré daño, te lo juro. Nunca.
– No he parado de pensar en todas las razones por las que esto no podía funcionar, en los motivos por los que tenía que protegerme. Pero aun así, continúo queriendo que estemos juntos -confesó Claire.
Will presionó la frente contra la curva de su cuello.
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