– ¿Qué tal ha ido el día? -le preguntó.
Claire se volvió lentamente hacia él. Y necesitó de toda su fuerza de voluntad para no atrapar sus labios y darle la clase de beso en la que había estado pensando durante todo el día.
– Muy bien -respondió Claire-. He empaquetado algunas cosas para enviárselas a Sorcha. Y he estado haciendo algunos colgantes para la tienda.
– Estás preciosa -dijo Will, fijándose en la blusa de algodón y la gargantilla.
La tela era casi transparente y reconoció el sujetador de encaje que llevaba debajo. Se lo había quitado en más de una ocasión, pero había pasado una eternidad desde la última vez que habla tenido acceso a su ropa interior.
Una ligera sonrisa curvó los labios de Claire ante su cumplido. Se alisó la blusa.
– Gracias. No es mía, la he encontrado en el armario de Sorcha.
– Si piensas quedarte en la isla, deberías pedir que le enviaran tus cosas -sugirió Will.
– Probablemente -Claire se acercó a la cocina y comenzó a mirar en las cazuelas-. ¿Qué vamos a cenar?
– Nada especial. ¿Quieres una cerveza?
– ¿No tienes vino? El otro día vi una botella de champán en la nevera, ¿la abrimos?
– Estaba reservándola para una ocasión especial -se sentía miserable, pero había cosas que un hombre no podía dejar de hacer. Abrió una botella de vino blanco y le sirvió un vaso-. Eh, he pensado que podríamos jugar a algo para pasar el rato.
– ¿Sí? -Claire tragó saliva-. Me acuerdo que eras muy bueno jugando a «yo nunca…».
– Tengo un Scrabble. He pensado que podríamos echar una partida antes de la cena.
– ¿Quieres jugar al Scrabble?
Will advirtió la decepción en su mirada.
– Has dicho que te apetecería jugar. O si prefieres, tengo un backgammon.
– No -respondió Claire, forzando una sonrisa-. El Scrabble será divertido.
Will se frotó las manos.
– Genial. Voy a buscarlo.
Fueron juntos hasta el salón. Will había dejado el tablero sobre una mesita de caoba, cerca de la chimenea. Acompañó a Claire hasta una butaca y se sentó frente a ella.
– ¿Sabes? Es una maravilla que podamos pasar una velada tranquila en casa, sin pensar en… ya sabes.
– ¿En qué?
– En el sexo -intentó mantenerse serio-. De hecho, durante la última semana apenas he pensado en el sexo. Tu plan me ha enseñado a reordenar mis prioridades en nuestra relación.
– ¿Ah, sí?
Will sabía que la estaba desconcertando, pero ya era hora de que se diera cuenta de que no podían planificar todos y cada uno de sus movimientos.
– Me encanta el Scrabble -dijo Will-. Deberíamos jugar por lo menos una vez a la semana. ¿Qué te parece los sábados por la noche? Sería un buen plan.
– Bueno, no para todos los sábados. Es posible que a veces queramos hacer otra cosa.
– Quizá, pero si no tenemos nada mejor que hacer, el Scrabble siempre puede ser divertido -sacó el saco con las fichas-. Vamos, el que tenga una letra más próxima a la «a» empieza.
Claire tuvo el honor de iniciar la partida.
– «Pena» -escribió Claire, colocando las fichas en el tablero-. Diez puntos.
– Y yo utilizo la «p» para escribir «pene» -dijo Will-. Ocho puntos, más el doble por la pe, dieciséis.
– No, no puedes multiplicarlo por dos porque ya lo he hecho yo.
– Son las normas irlandesas -se defendió Will.
Claire frunció el ceño.
– De acuerdo. «Sepia». Siete puntos.
Will se quedó mirando fijamente sus fichas y eligió tres.
– «Sexo» -dijo, y colocó las fichas utilizando la «e» de pene-. La «s» y la «x» tienen doble valor, así que diecinueve puntos.
Claire frunció el ceño.
– Está bastante claro en qué estás pensando esta noche.
– En absoluto -la contradijo Will-. Es curioso, pero no estoy pensando en el sexo en absoluto. Son las letras que me han tocado. Te toca.
– ¿Y por qué no estás pensando en el sexo? -preguntó Claire-. Que no estemos teniendo relaciones sexuales no significa que no puedas pensar en el sexo.
– Prefiero sacármelo completamente de la cabeza. De hecho, así es mucho más fácil. No lo echo de menos en absoluto.
Claire volvió a prestar atención a las fichas. Al cabo de unos segundos, colocó una palabra.
– «Agitación». Siete puntos.
– «Orgasmo» -dijo Will, colocando las letras sobre el tablero-. Veinte puntos. Es una pena que no tenga la «i», la «c» y la «o». Habría conseguido cincuenta puntos con «orgásmico».
– ¿Estás haciendo trampa? -preguntó Claire.
– ¿Cómo voy a hacer trampa en este juego? Ah, espera, no he terminado -añadió una «s»-. «Orgasmos», veinte puntos. ¿Cómo vamos? -tomó la libreta en la que Claire iba apuntando-. Tú tienes veinticuatro puntos y yo cincuenta y siete.
Claire le fulminó con la mirada.
– ¿Sabes? Creo que no estoy de humor para jugar al Scrabble.
– ¿Te apetece que juguemos al backgammon? ¿Al ajedrez?
– ¿Y si nos sentamos a hablar? -se levantó, se sentó en el sofá y palmeó a su lado-. Podemos intentar relajarnos.
Will no aceptó la invitación. Se sentó en frente de ella, en una butaca, estirando las piernas.
– Hoy ha hecho un tiempo muy agradable, ¿verdad? No hacía mucho frío. Normalmente, siempre llueve en esta época del año -seguro que hablando del tiempo conseguía desquiciarla.
– Pues la verdad es que no lo sé, puesto que éste es mi primer noviembre en Trall.
– Exacto -dijo Will, asintiendo-. ¿Te has enterado de que Mary va a pintar la panadería? Me ha dicho que le apetece pintarla de azul claro.
Claire se levantó y se pasó las manos por las caderas.
– ¿Sabes? Me duele un poco la cabeza.
– ¿Quieres una aspirina?
– No, no. Probablemente haya sido el vino. Creo que estoy un poco cansada. A lo mejor… debería acostarme.
Aquélla era una evolución interesante de los acontecimientos, pensó Will. ¿Estaría esperando que la invitara a su cama?
– Si quieres, puedo llevarte a casa en coche.
– No -replicó Claire-, he traído el coche de Sorcha.
– Podrías llevarte algo de cena. A lo mejor te entra hambre más tarde.
Claire negó con la cabeza.
– No, ya hablaremos mañana, Will.
Will la observó dirigirse a la cocina para buscar su chaqueta. Unos segundos después, oyó que se cerraba la puerta de atrás y rió para sí.
Quizá no estuviera jugando limpio, pero si no forzaba la situación, podían continuar meses así. Y él no estaba dispuesto a ser solamente el amigo de Claire O’Connor.
Miró el reloj. Estaba seguro de que volvería. Regresaría a casa de Sorcha. empezaría a pensar en la noche que podrían haber pasado juntos y al cabo de un par de horas, decidiría que ya tenía más que suficiente. Y entonces, por fin podrían comenzar a disfrutar de su futura vida de pareja.
Claire puso el coche en marcha y salió a toda velocidad. No estaba segura de si reír o llorar. ¿No era de eso exactamente de lo que se estaba intentando proteger?
Cuando había vuelto a Trall, pretendía averiguar si su relación con Will tenía futuro. Ya se había engañado con Eric en una ocasión y no se le ocurría nada peor que dejarse engañar otra vez por una aventura. Pero, en aquel momento, estaban comenzado a cumplirse sus peores temores: Will estaba perdiendo su interés en ella.
– Deberías alegrarte -se dijo a sí misma-. Lo has averiguado antes de que haya podido romperte el corazón… por completo.
La verdad era que, al final, terminaría con el corazón roto, pero por lo menos se había salvado de una completa humillación.
¿Pero en dónde la dejaba aquella nueva situación? Había abandonado su vida en los Estados Unidos. Seguramente, Eric ya había contratado a otro director artístico. En Chicago sólo le quedaba su familia.
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