Desde abajo oyó voces. Adultos hablando. Durante los dos primeros días había esperado que Raúl fuera a buscarlo, que le dijera que había cometido un error y que había cambiado de opinión, que quería que estuviera con él para siempre.
Había pensado… había esperado…
Sacudió la cabeza. Se había equivocado. Nadie iría a buscarlo. Nunca.
– ¿Peter?
Oyó a la señora Goodwin gritar su nombre.
– Peter, ¿puedes bajar?
Peter se levantó y se secó las lágrimas para que nadie supiera que había estado llorando. Salió al rellano, con la cabeza agachada y los hombros caídos.
Dio un paso, después otro… y cuando alzó la mirada vio a Raúl y a Pia en el salón, mirándolo.
Se detuvo y los miró. Estaban extraños… no enfadados, sino… asustados. Pero, los adultos no se asustaban, ¿verdad?
Raúl fue hasta las escaleras y levantó la mirada hacia él.
– Lo siento por haberte hecho venir aquí.
Peter se encogió de hombros.
– Da igual -sabía que la gente debía disculparse, pero no sabía por qué. Decir que lo lamentabas no cambiaba nada.
– No, no te da igual -dijo Raúl mirándolo fijamente-. Lo único que quería era apartarte de los Folio, pero tenía que dar un paso más; tenías que encontrar un hogar de verdad.
Se aclaró la voz.
– Pia y yo vamos a casamos y queríamos saber si te gustaría venir a vivir con nosotros -se detuvo-. No, no es eso exactamente. Queremos adoptarte, Peter, si quieres tenernos como familia.
Peter sintió frío y calor al mismo tiempo. Esas palabras le parecieron magia e hicieron que todo volviera a estar bien. Bien por primera vez en su vida. Se le llenaron los ojos de lágrimas y al momento bajó corriendo las escaleras, tanto que prácticamente voló. Se echó sobre Raúl.
Raúl lo abrazó tan fuerte que les costó respirar, pero no pasaba nada. Peter estaba llorando y Pia fue a abrazarlos a los dos. Estaba diciéndole algo sobre los bebés, unos perritos y su propia habitación.
Peter no lo comprendía del todo y sabía que no importaba. Lo único que le importaba era que por fin había encontrado el lugar al que pertenecía. Una familia con gente que lo amaba. Los fuertes brazos de Raúl lo abrazaban mientras Pia le besaba las mejillas y le secaba las lágrimas.
Por primera vez desde el accidente de coche, miró arriba y supo que sus padres estaban mirándolo desde el Cielo.
– Ya podéis dejar de estar tristes -susurró-. Estaré bien.
Autora de bestsellers románticos, ha escrito unos treinta libros, históricos, contemporáneos e incluso de viajes en el tiempo. Comenzó a leer romance cuando tenía 13 años, pero nunca pensó escribir uno, porque le gustaba escribir sobre filosofía o existencialismo francés. Fue en la escuela superior cuando acudió a clases sobre Cómo escribir una novela romántica y empezó su primer libro, que cambió su vida. Fue publicado en 1992 y se vendió rápidamente. Desde entonces sus novelas aparecen en Waldens bestseller list y ha ganado numerosos premios.
Actualmente vive en Los Angeles, con su marido, dos gatos y un pequeño perro…
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