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Federico Moccia: Tres Metros Sobre El Cielo

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Federico Moccia Tres Metros Sobre El Cielo

Tres Metros Sobre El Cielo: краткое содержание, описание и аннотация

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En Roma, como en cualquier otra ciudad del mundo, los adolescentes quieren volar, buscan caminar `tres metros sobre el cielo`. Las chicas como Babi se esmeran en sus estudios, hablan del último grito en moda y se preparan para encontrar al amor de sus vidas: los chicos como Step prefieren la velocidad, la violencia, el riesgo y la camaradería de las bandas, pero todos ellos se implican en la vida como si cada segundo fuera el último.

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‘Se han ido solos a hacer cosas, en vez de festejar con nosotros? Bueno, entonces celebramos ahora, a nuestro modo.’

Lanzan a Gloria de nuevo en el aire, riendo y bromeando.

Dario, aun si es poco más pequeño que los otros y regala rosas, se hace su camino a empujones. Agarra a Gloria por la mano justo cuando va bajando, y se la monta en su espalda.

‘Ahora basta, paren.’

‘Y sino, que?’

El Siciliano sonríe y se pone de frente a el, alargando las piernas. Sus jeans ligeramente más claros en sus gruesos muslos se tensan. Gloria, apoyada en la espalda de Dario, se agarra más fuerte. Hasta aquel momento había aguantado las lagrimas, ahora también la respiración.

‘Sino, que harás?’

Dario mira al Siciliano a los ojos.

‘Que coño quieres? Siempre tienes que ser la molestia.’

De los labios del Siciliano desaparece la sonrisa.

‘Que dijiste?’

La rabia hace mover sus pectorales. Dario cierra los puños. Un dedo escondido entre el resto se ajusta con un sonido sordo. Gloria entrecierra los ojos, Schello se mantiene con el cigarrillo tembloroso en su boca abierta. Silencio. Repentinamente un rugido rompe el aire. La moto de Step llega haciendo ruido. Dobla en la curva y avanza veloz, frenando poco después en medio del grupo.

‘Bueno, que se hace de bueno?’

Gloria finalmente suspira. El Siciliano mira a Dario.

Una sonrisa ligera deja la discusión para otro momento.

‘Nada, Step, se habla mucho y no sucede nada.’

‘Tienen ganas de estirarse un poco?’

El seguro de la moto cae como un cuchillo y se planta en el suelo. Step baja de la moto y se arregla la chaqueta.

‘Se aceptan concursantes.’

Pasa cerca de Schello y, abrazándolo, le quita de la mano la Heineken que acaba de abrir.

‘Hola, Sche.’

‘Hola’

Schello sonríe, feliz de ser su amigo, un poco menos de no tener más la cerveza.

Cuando la cara de Step baja después de un largo trago, sus ojos encuentran a Maddalena.

‘Hola.’

Los suaves labios de ella, ligeramente rosados y pálidos, se mueven apenas, pronunciando ese saludo en voz baja. Sus pequeños dientes blancos, todos pares, se iluminan mientras sus ojos verdes, bellísimos, tratan de transmitir todo su amor, inútilmente. Es mucho. Step se le acerca, mirándola a los ojos. Maddalena lo mira, incapaz de bajar la mirada, de moverse, de hacer cualquier cosa, de parar ese pequeño corazón, que como loco, hace un solo como si fuera Clapton.

‘Aguantame esto.’

Se quita el reloj Daytona con la correa de acero y lo deja en sus manos. Maddalena mira como se aleja, después aprieta el reloj y se lo lleva cerca al oído. Siente el ligero sonido, el mismo que había escuchado cualquier día antes debajo de su almohada, mientras el dormía y ella se mantenía, pasando minutos en silencio, a mirarlo. En ese entonces, sin embargo, el tiempo parecía haberse parado.

Step se sube en el techo encima de Lazzareschi pasando por el portón del cine Odeon.

‘Entonces, quien viene? Acaso quieren invitaciones escritas?’

El Siciliano, Lucone y Pollo no se hacen rogar. Uno después del otro, como simios que en vez de pelo tienen chaquetas Avirex, escalan con facilidad el portón. Llegan todos al techo, por ultimo Schello, ya doblado en dos para recuperar el aliento.

‘Ay, ya yo estoy destruido, hago de arbitro.’ Y le da un trago a la Heineken que milagrosamente ha logrado no derramar en la fatigosa subida, para los demás un juego de muchachos, para el una empresa a la Messner.,

El grupo se alinea en la penumbra de la noche.

‘Listos?’ Schello grita alzando la mano veloz. Un poco de cerveza le cae debajo a Valentina, una hermosa chica de cabellos marrones en una cola alta, que se envolvió hace poco con Gianlu, un tipo bajo hijo de un rico de corbata.

‘Coño!’ le sale de la boca, creando un gracioso contraste con su cara elegante. ‘Ten cuidado, no?’

El resto se ríe, secándose las gotas de cerveza que les han caído también.

Casi todos juntos, una decena de cuerpos musculosos y entrenados se preparan en el techo. Las manos adelante y paralelas, las caras tensas, los pechos anchos.

‘Ya! Uno!’ grita Schello, y todos los brazos se doblan, sin fatiga. Silenciosos y aun frescos, llegan al frío mármol y sin mucho tiempo regresan arriba. ‘Dos!’ abajo de nuevo, mas veloces y decididos. ‘Tres!’

Aun, como al comenzar, mas fuertes que cuando comenzaron. ‘Cuatro!’ Sus caras, gestos casi irreales, sus narices, con pequeñas arrugas, bajan contemporáneamente. Bajan veloces, con facilidad, llegan casi hasta la tierra y de nuevo suben. ‘Cinco!’ grita Schello dando un ultimo trago a la lata y lanzándola en el aire. ‘Seis!’ Con exactitud la golpea. ‘Siete!’ La lata vuela en alto. Después, como lenta paloma, cae de lleno en la Vespa de Valentina.

‘Coño, eres de verdad un ridículo, yo me largo.’ Las amigas comienzan a reírse.

Gianluca, su novio, para de hacer flexiones y baja del tejado.

‘No, anda Vale, no seas así.’

La agarra con los brazos y trata de pararla, logrando con un beso suave interrumpir sus palabras.

‘Esta bien, pero dile algo a ese tipo.’

‘Ocho!’ Schello baila en el techo moviendo alegre las manos. ‘Muchachos, ya uno, con la excusa de que la novia se arrecho, ha parado. Pero la competencia continua’

‘Nueve!’ Todos ríen y, ligeramente mas calentados, bajan. Gianluca mira a Valentina.

‘Que se le puede decir a uno así?’ Agarra la cara entre sus manos. ‘Tesorito, perdónalo, no sabe lo que hace.’ Mostrando un discreto conocimiento religioso pero una pésima práctica, debido que apoyado en la vespa de Valentina comienza a besarla apasionadamente, en frente de las otras chicas.

La voz gruesa del Siciliano con aquel acento particular de su región que, aparte de la piel oliva, le ha dado el sobrenombre, hace eco en la plaza.

‘Hey Sche! Aumenta un poco, me estoy durmiendo.’

‘Diez!’

Step baja fácilmente. Su corta camiseta azul le cubre los brazos. Los musculos son anchos. En las venas su corazón suena potente, pero aun lento y tranquilo. No como entonces. Ese día su corazón joven había comenzado a batir veloz, como enloquecido.

Dos años atrás. Zona Fleming.

Una tarde cualquiera, si no fuera por su Vespa nueva ultimo modelo, rodando, todavía sin pintarla. Step la esta probando, pasa enfrente del Café Fleming cuando siente que lo llaman:

‘Stefano, Hola!’

Annalisa, una linda rubia que conoció en el Piper, le viene de frente. Stefano se para.

‘Que haces por estas partes?’

‘Nada, fui a estudiar a casa de un amigo y ahora regreso a casa.’

En un segundo. Alguno a sus espaldas le quita la gorra.

‘Te doy diez segundos para que te vayas de aquí.’

Un tal Poppy, un tipo grueso y mas grande que el, esta de frente. Tiene su gorra en las manos. Esta de moda esa gorra. En Villa Flaminia la tienen todos. A colores, hecha a mano, de las agujas de alguna chica. Aquel se lo había regalado su madre, tomando el puesto de esa chica que todavía no tiene.

‘No escuchaste? Vete.’

Annalisa mira alrededor y, entendiendo, se aleja. Stefano baja de la Vespa. El grupo de amigos se le avecina. Se pasan la gorra riendo, hasta que termina en manos de Poppy.

‘Devuelvemelo!’

‘Lo escucharon? Es un duro. Devuelvelo!’ lo imita haciendo reír a todos. ‘Sino que harás, eh? Me darás una cachetada? Anda, dámela pues.’

Poppy se avecina con las manos abajo, llevando la cabeza hacia atrás. Con la mano libre le indica su mentón.

‘Dale, golpeame aquí.’

Stefano lo mira. Por la rabia no puede ver nada más. Trata de golpearlo, pero apenas mueve el brazo lo bloquean desde atrás. Poppy pasa por los aires la gorra a uno cercano y le da un puño en el ojo derecho lastimándole la ceja. Después ese bastardo que lo había bloqueado desde atrás lo empuja adelante, hacia las rejas del Café Fleming que, viendo lo sucedido, cerro antes de lo previsto. Stefano se lastima el pecho en contra de la acera, dándose un gran golpe. Le llega rápido una descarga de puños en la espalda, hasta que alguno lo gira. Se encuentra atontado en contra de la acera. Trata de cubrirse, pero no lo logra. Poppy le pone las manos detrás del cuello y aguantándolo a los tubos de hierro de la reja lo mantiene firme. Comienza a darle golpes. Stefano trata de pararse como puede, pero esas manos lo bloquean, no logra quitárselos de encima. Siente la sangre bajar por su nariz y una voz femenina que grita:

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