Ante un brusco asentimiento de Blake, ella añadió:
– Si ella descubre que he estado viviendo en Seacrest Manor, sin duda descubrirá tus actividades clandestinas.
Blake maldijo por lo bajo.
– No estoy de acuerdo con que ocultes tus actividades como corresponde a tu familia – dijo Caroline – pero respeto tus deseos. Penélope es una dama encantadora, no desearía preocuparla por ti, eso la alteraría, y ello te alteraría a ti.
Blake la miró fijamente, incapaz de hablar. De todas las razones por las que Caroline no debería dejar que su hermana supiera que había permanecido en Seacrest Manor, ella había escogido la única que no tenía ningún interés; podría haber dicho que estaba preocupada por su reputación, podría haber dicho que temía que Penélope la volviera a llevar con Oliver, pero no, ella no estaba preocupada por eso, estaba preocupada por si su forma de actuar lo dañaba a él.
Él tragó saliva, sintiéndose repentinamente torpe ante ella; Caroline lo miraba a la cara, evidentemente esperando una respuesta, y él no tenía ni idea de qué decir. Por fin, después que ella lo alentara con una pregunta.
– ¿Blake?
Logró contestar.
– Eso es muy considerado por tu parte, Caroline.
Ella parpadeó asombrada.
– ¡Oh!
– ¿Oh? – la imitó sacando su barbilla ligeramente hacia ella en forma interrogante.
– Oh. Oh… Oh. – le sonrió débilmente – imagino que creía que ibas a reñirme más tarde.
– Yo también creí que lo haría – dijo tan sorprendido como ella.
– Oh – se retuvo y dijo – lo siento.
– Ohs aparte, vamos a tener que resolver lo que hacemos contigo.
– ¿No se supone que tu tienes algún sitio en donde guardar la caza por aquí cerca?
Él negó con la cabeza.
– No hay un lugar en la región en donde puedas esconderte, supongo que podría enviarte en un carruaje a Londres.
– ¡No! – respondió Caroline. Hizo muecas, un poco avergonzada por la energía de su respuesta – Ahora mismo no puedo ir a Londres.
– ¿Por qué no?
Ella frunció el ceño. Esa era una buena pregunta, pero no iba a decirle que lo echaría de menos. Finalmente dijo
– Tu hermana espera verme, estoy segura de que me llamará para invitarme.
– Una maniobra ciertamente difícil, considerando que tu no tienes casa a donde ella pueda enviar una invitación.
– Si, pero ella no lo sabe. Naturalmente preguntará por mi dirección, y entonces ¿qué le dirás?
– Siempre podría decir que te has ido a Londres. Por lo general, la verdad es siempre la mejor opción.
– ¿No sería maravilloso? – dijo ella con un sarcasmo más que evidente en su voz – con mi suerte, ella volverá y regresará a Londres y me buscará allí.
Blake dejó salir un suspiro irritado.
– Sí, mi hermana es lo suficientemente obstinada como para hacer precisamente eso.
– Supongo que eso le viene de familia.
El sólo rió.
– Será eso, mi amor, pero los Ravenscrofts no le llegan a los Trents a la suela de los zapatos cuando se trata de ponerse obstinados.
Caroline gruñó, pero no le llevó la contraria porque sabía que era cierto. Por fin, totalmente irritada por la sonrisa presumida de él, ella dijo
– Podemos discutir todo lo que queramos sobre nuestros respectivos malos hábitos, pero eso no soluciona el problema. ¿Dónde me voy?
– Creo que tendrás que regresar a Seacrest Manor. No puedo pensar en otra alternativa más adecuada.
¿Tu puedes?
– ¡Pero allí está Penélope!.
– Tendremos que esconderte. No hay otra.
– Oh, Dios mío – murmuró ella – esto es un desastre. Un increíble desastre.
– En eso, estamos completamente de acuerdo Caroline.
– ¿Los sirvientes estarán al corriente del engaño?
– Creo que deberían estarlo. Ellos ya te conocen. Menos mal que solo hay tres… ¡ Dios mío !
– ¿Qué?
– Los sirvientes. Ellos no saben que no te tienen que mencionar delante de Penélope.
Caroline palideció.
– No te muevas. Ni una pulgada. Ahora mismo vengo.
Blake se lanzó a la carrera, pero apenas había hecho diez yardas cuando sobre la mente de Caroline apareció otro desastre potencial.
– ¡Blake! – gritó – ¡Espera!
Hizo un derrape para detenerse y dio la vuelta.
– No puedes ir por la puerta principal. Si Penélope te ve, se preguntará como te las has apañado para acompañarme a mi casa tan rápidamente.
Él maldijo por lo bajo.
– Tendré que usar la entrada lateral. Doy por hecho que estás familiarizada con ella.
Caroline le lanzó una mirada de disgusto. El sabía muy bien que ella había usado esa entrada para hacer su anterior escapada.
– Podrías venir también conmigo ahora – dijo Blake – pasaremos furtivamente hasta arriba por el lateral y ya resolveremos que hacer contigo más tarde.
– En otras palabras ¿quieres decirme que espere en tu cuarto de baño indefinidamente?
Él sonrió burlonamente.
– Nada más lejos de mis planes, pero ahora que lo mencionas, sí, es una idea excelente.
En ese momento, Caroline decidió que tenía una boca demasiado grande. Afortunadamente, antes de que pudiera facilitar cualquier otra mala idea, Blake cogió su mano y salió corriendo, prácticamente arrastrándola detrás de él. Rodearon los límites de la propiedad hasta quedar escondidos entre los árboles que quedaban enfrente de la puerta lateral.
– Vamos a tener que hacer una carrera a través del claro hacia la puerta – dijo Blake.
– ¿Qué probabilidades crees que hay de que ella esté en este lado de la casa?
– Muy pocas. La dejamos en la salita de la parte delantera, si no está, probablemente haya subido arriba y buscado su habitación.
Caroline se quedó boquiabierta.
– ¿Y si encuentra la mía? Mi ropa está allí. Solo tengo tres vestidos, pero evidentemente no te pertenecen a ti.
Blake volvió a maldecir.
Ella alzó sus cejas.
– ¿Sabes? Empiezo a encontrar tus maldiciones más bien reconfortantes; si no maldijeras, la vida parecería casi antinatural.
– Eres una mujer extraña – Blake tiró de su mano, y antes de que Caroline se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, iba ligera cruzando la hierba, repitiendo con su mente una sarta de oraciones para que Penélope no los viera. Nunca había sido particularmente de una creencia religiosa, pero este parecía un buen momento para desarrollar un carácter piadoso.
– Ellos embarrilan al otro lado de la puerta lateral, tendremos que encaramarnos con mucho esfuerzo, ya que los colocan sobre las escaleras.
– Tú – dijo Blake – sube al cuarto de baño. Yo encontraré a los sirvientes.
Caroline afirmó con la cabeza y se lanzó violentamente a subir las escaleras, escurriéndose silenciosamente dentro de su cuarto de baño. Miró a su alrededor con una buena dosis de disgusto. Solo Dios sabía cuánto tiempo iba a estar encerrada.
– Bien – dijo en voz alta – podría ser peor.
Tres horas más tarde Caroline había descubierto que el único modo de evitar el aburrimiento en el baño, era entretenerse haciendo una lista de todas las situaciones que podrían ser lo peor que le hubiera pasado.
No era fácil.
Descartó inmediatamente toda clase de escenarios fantásticos, como ser pisoteada por una vaca de dos cabezas, y se concentró en cambio, en posibilidades más realistas.
– Él podría tener un cuarto de baño pequeño – le decía a su reflejo en el espejo – o podría estar muy sucio. O… o… o… o… o él podría olvidarse de alimentarme – sus labios se torcieron en una línea de irritación. ¡El maldito hombre se había olvidado de darle de comer!
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