– En realidad, Sally, eso es bastante difícil en esta época del año.
La doncella se encogió de hombros.
– Cosas más extrañas suceden. Después de todo, quién habría pensado que perderíamos una rueda por el camino; y eso siendo el carruaje más caro que se pueda comprar.
Caroline sonrió y se alejó poco a poco, evidentemente esas personas estaban ilesas, y el resto de los viajeros volverían pronto con ayuda. Mejor mantener su presencia en secreto. Cuantas menos personas supieran que estaba aquí en Bournemouth mejor. Después de todo, ¿y si esa dama fuera amiga de Oliver? Probablemente no lo sería, por supuesto, la chica parecía tener sentido del humor y tacto, lo que inmediatamente eliminaría a Oliver de su círculo de amistades. Aún así, debía ser muy cuidadosa.
Irónicamente, eso era lo que Caroline siempre se decía a sí misma ( nunca se era demasiado cuidadoso ) cuando dio un paso en falso y fue a pisar una ramita seca que rompió por la mitad con un crujido extremadamente sonoro.
– ¿Quién está ahí? – preguntó con rapidez la señorita.
Caroline se quedó helada.
– Salga inmediatamente.
¿Podría correr ella más que el escolta? Improbable. El hombre se dirigía ya resueltamente en su dirección, con la mano sobre un bulto de su pantalón y Caroline tuvo la extraña sospecha de que se trataba de un arma.
– Solo soy yo – dijo con rapidez saliendo al espacio abierto.
La dama irguió su cabeza, y entrecerró sus grises ojos ligeramente.
– Buenos días, yo, ¿Quien es usted?
– ¿Quién es usted? – dijo Caroline en contraposición.
– Yo pregunté primero.
– Ah, pero yo estoy sola, y usted está a salvo entre sus compañeros de viaje. Por lo tanto, por simple cortesía estimaría que se diera a conocer usted antes.
La mujer echó hacia atrás su cabeza con admiración y sorpresa
– Mi querida joven, está diciendo la mayor de las estupideces, sé todo lo que hay que saber sobre simple cortesía, me temo que usted no podría decir lo mismo.
– Por no mencionar – continuó la dama – que de nosotras dos, yo soy la única acompañada por un sirviente armado, así que usted debería ser la primera en revelar su identidad.
– Lleva razón – concedió Caroline, echando un vistazo al arma con gesto receloso.
– Pocas veces hablo para oír mi propia voz.
Caroline suspiró.
– Ojalá pudiera decir lo mismo, a menudo hablo sin reflexionar primero mis palabras, es una horrible costumbre – mordió su labio dándose cuenta de que estaba contándole sus defectos a una total desconocida – como en este momento – añadió tímidamente.
Pero la dama sólo se rió. Era un tipo de risa alegre, amistosa, y eso alivió a Caroline, lo suficiente para que dijera
– Mi nombre es señorita… Dent.
– ¿Dent? No me resulta familiar ese nombre.
Caroline encogió los hombros.
– No es muy común.
– Ya veo. Yo soy la condesa de Fairwich.
¿Una condesa? Por el amor de Dios, parece que un buen número de aristócratas estuvieran en este rinconcito de Inglaterra últimamente. Primero James, ahora esta condesa, y Blake aunque no tuviera título, era el segundo hijo del Vizconde de Darnsby. Caroline echó un vistazo al cielo y mentalmente dio las gracias a su madre, por asegurarse de que su hija aprendiera las reglas de la etiqueta antes de morir. Con una sonrisa y una reverencia dijo
– Encantada de conocerla, señorita Fairwich.
– Y yo a usted, señorita Dent. ¿Vive en la región?
¡Oh, Dios! ¿Cómo responder a eso?
– No demasiado lejos – dijo con una evasiva – suelo dar largos paseos cuando hace buen tiempo ¿es usted también de por aquí?
Caroline se mordió el labio al momento. Qué pregunta más tonta, si la condesa era realmente de la región de Bournemouth, todos deberían conocerla, y Caroline sería inmediatamente descubierta como una impostora.
No obstante, la fortuna estaba de su lado, y la condesa dijo
– Fairwich está en Somerset, pero hoy vengo de Londres.
– ¿De veras? Yo nunca he estado en nuestra capital. Me gustaría ir algún día.
La condesa se encogió de hombros.
– Aumenta un poco más el calor en verano con todo el gentío; no hay nada como el fresco aire del mar para hacer que una se sienta bien de nuevo.
Caroline le sonrió.
– Por supuesto. ¡Ay! Que pena, si eso pudiese arreglar un corazón roto…
Oh, estúpida, estúpida boca, ¿Porqué habría dicho eso? Ella quería hacer una broma, ahora la condesa sonreía burlonamente y la miraba de esa manera tan maternal, como queriendo decir que iba a preguntarle algo sumamente personal.
– Oh, querida. ¿tiene el corazón roto?
– Digamos que está algo magullado – dijo ella, pensando que estaba llegando a ser bastante buena en el arte de mentir – sólo es un chico que conozco de toda la vida. Nuestros padres esperaban que fuésemos pareja, pero… – encogió los hombros dejando a la condesa sacar sus propias conclusiones.
– Lástima, es una chica encantadora, debería presentarle a mi hermano, vive bastante cerca.
– ¿Su hermano? – chilló Caroline, percatándose de repente de los colores que llevaba la condesa. Pelo negro. Ojos grises.
Oh, no.
– Si, es Blake Ravenscroft de Seacrest Manor. ¿Lo conoce?
Caroline prácticamente se asfixió con su lengua, y logró apañárselas para decir:
– Hemos sido presentados.
– Iba a visitarlo en este momento ¿estamos muy lejos de su casa? Nunca he estado en ella.
– No, no, es… es justo allí sobre la colina – apuntó en dirección hacia Seacrest Manor, y dejó caer la mano con rapidez cuando se dio cuenta de que estaba temblando ¿Qué iba a hacer? No podía permanecer en Seacrest Manor viviendo con la hermana de Blake. Oh, Maldito hombre, ¡¡¡se podía ir al infierno!!! ¿Porqué no le habría dicho que su hermana le haría una visita?
A menos que él no lo supiera. Oh, no, Blake se iba a poner furioso. Caroline tragó saliva nerviosamente y dijo:
– No sabía que el señor Ravenscroft tuviera una hermana.
La condesa agitó su mano de una forma que a Caroline le recordó al instante a Blake.
– Es un miserable, siempre ignorándonos. Nuestro hermano mayor acaba de tener una hija. He venido a darle la noticia.
– Oh, yo… yo… yo estoy segura de que él estará encantado.
– Entonces es la única. Estoy totalmente segura de que se pondrá más que contrariado.
Caroline parpadeó con furia, sin comprender a esta mujer para nada.
– ¿Me… me… me disculpa?
– David y Sarah tuvieron una hija, su cuarta hija, lo que significa que Blake todavía es el segundo en la línea para el vizcondado.
– Ya… veo – en realidad, ella no lo entendía pero era tan feliz por no haber tartamudeado, que no le importó.
La condesa suspiró.
– Si Blake llega a ser Vizconde de Darnsby, lo cual no es probable en absoluto, tendría que casarse y tener un heredero. Si vive en esta zona, estoy segura de que sabe que es un soltero consumado.
– De hecho, realmente no lo conozco muy bien – Caroline se preguntaba si sonaría demasiado decidida de querer convencerla, así que añadió – solo en… en los actos locales y todo eso. Ya sabe, el baile del condado, etc.
– ¿De veras? – preguntó la condesa con abierto interés – ¿mi hermano ha asistido al baile del condado de la región? No me lo imagino. Supongo que lo próximo que va a decirme es que recientemente la luna cayó sobre el Canal.
– Bueno – añadió Caroline, tragando saliva dolorosamente – sólo asistió una vez.
En… una pequeña aldea, aquí, cerca de Bournemouth, y naturalmente por eso sé quién es. Todos saben quién es.
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