– Aquí – dijo Blake dándole un empujoncito – dentro del cuarto de baño.
Caroline se lanzó violentamente dentro del diminuto cuarto con prontitud, cogiendo sus zapatillas en el último momento. Tan pronto como la puerta se cerró tras ella, oyó como Blake tiraba con fuerza para abrir la puerta de su habitación y decir, de muy mala manera.
– ¿Qué quieres, Perriwick?
– Si perdona mi atrevimiento, señor…
– Perriwick – la voz de Blake iba ligada a una dura advertencia. Caroline temió por la seguridad del mayordomo si el no iba directamente al grano. A esta velocidad, era probable que Blake lo tirara de una patada directamente por la ventana.
– Bien, señor. Es la señorita Trent. No la encuentro por ningún sitio.
– No estaba enterado de que la señorita Trent necesitara advertirte de su paradero a cada momento.
– No, por supuesto que no, señor Ravenscroft, pero encontré esto en lo alto de las escaleras y…
Instintivamente Caroline se inclinó acercandose a la puerta, preguntándose que sería “esto”.
– Estoy seguro de que se le cayó – dijo Blake – los lazos se caen del cabello de las damas continuamente.
La mano de ella voló hacia su cabeza “¿cuando había perdido el lazo? ¿Había pasado Blake su mano por su cabello cuando la estaba besando en el pasillo?”
– Entiendo – contestó Perriwick – no obstante, estoy preocupado, si supiera donde está, estoy seguro de que podría calmar mis temores.
– Casualmente – se oyó la voz de Blake – sé exactamente donde se encuentra la señorita Trent.
Caroline se quedó boquiabierta, sin duda el no la delataría.
Blake dijo
– Decidió aprovechar el buen tiempo, y ha ido a pasear por el campo.
– Pero creí que usted dijo que su presencia aquí, en Seacrest Manor era un secreto.
– Lo es, pero no hay razón para que no pueda salir fuera mientras que no se aleje demasiado. Hay muy pocos vehículos circulando por esta carretera, probablemente nadie la verá.
– Ya veo. Entonces, echaré vistazo por fuera a ver si la veo. Quizás a ella le gustaría comer algo cuando vuelva.
– Estoy seguro de que eso le gustaría más que cualquier otra cosa.
Caroline se palpó el estómago, estaba un poco hambrienta, y para ser totalmente sincera, la idea de un paseo por la playa sonaba estupendo. Justamente lo que necesitaba para aclarar sus ideas, Dios sabía que necesitaba aclararse.
Ella se alejó un paso de la puerta, y las voces de Blake y Perriwick se desvanecieron. Se dio cuenta entonces de que al otro lado del cuarto de baño había otra puerta; probó el pomo de la puerta cuidadosamente, y se sorprendió agradablemente al observar que el otro lado de la puerta daba al interior del hueco de la escalera (una que normalmente era usada por los sirvientes), miró por encima del hombro, hacia Blake, aun cuando ella no podía verlo.
Él dijo que ella podía ir a pasear, incluso aunque hubiera sido parte de una mentira elaborada y planeada para engañar al pobre Perriwick. Caroline no veía ninguna razón para no seguir adelante y hacer precisamente eso.
En unos segundos, se había lanzado escaleras abajo y estaba en el exterior. Un minuto más tarde ella estaba fuera de la vista de la casa y caminaba a grandes pasos a lo largo del borde del acantilado desde el que se divisaba el azul-grisáceo del Canal de la Mancha. El aire del mar era tonificante, pero no tanto como pensar en que Blake iba a estar completamente confundido cuando mirara dentro del cuarto de baño y se encontrara con que ella había desaparecido.
Qué incordio de hombre, de todas formas. No le vendría mal alguna confusión en su vida.
nic-tate (verbo). Pestañear (parpadear).
Me he dado cuenta que las situaciones en las que me pongo nerviosa a menudo me causan pestañeos (nictate) o tartamudez.
Del diccionario personal de Caroline Trent.
Una hora más tarde Caroline sintió que se había refrescado bastante, al menos en el sentido físico. El aire salado y vivificante poseía asombrosas propiedades reconstituyentes para los pulmones; desgraciadamente, no era tan eficaz para el corazón y la cabeza.
¿ Amaba ella a Blake Ravenscroft? Naturalmente esperaba que así fuera. Le gustaría creer que no se habría comportado de manera tan injustificable por un hombre por quien ella no sentía un afecto profundo y duradero.
Sonrió irónicamente, lo que debía considerar era si Blake la amaba a ella . Creía que sí, al menos un poquito. Su preocupación por su bienestar la noche anterior había sido evidente; y cuando la besó… bueno, ella no sabía mucho de besos, pero pudo percibir un apetito en él, e instintivamente supo que ese apetito estaba reservado exclusivamente para ella. Y podía hacerle reír, eso tenía que contar para algo.
Entonces, cuando empezaba a hacer racional su situación, oyó un golpe tremendo, seguido por el sonido de madera astillada, y por un chillido decididamente femenino.
Las cejas de Caroline se elevaron, ¿Qué había sucedido? Quería averiguarlo, pero suponía que su presencia aquí en Bournemouth no debiera llegar a conocerse. No era probable que uno de los amigos de Oliver fuera de camino por esta carretera tan poco usada, pero si la reconocieran, sería todo un desastre. A pesar de eso, alguien podría tener problemas…
La curiosidad ganó a la prudencia, y salió corriendo hacia el sonido del golpe, reduciendo su velocidad y parando por si acaso cambiaba de opinión y decidía esconderse.
Ocultándose detrás de un árbol, miró lo que pasaba en la carretera. Un magnífico carruaje se encontraba recostado totalmente en el barro, con una rueda totalmente hecha añicos. Tres hombres y dos damas estaban arremolinados; ninguno parecía estar herido, así que Caroline decidió permanecer detrás del árbol hasta que pudiera evaluar la situación.
Rápidamente el escenario llegó a ser un enigma fascinante ¿Quienes eran esas personas y que había pasado? Caroline resolvió con rapidez quién estaba al mando (era la mejor vestida de las dos damas). Era absolutamente adorable, con negros rizos que salían derramándose bajo su sombrero, y daba ordenes de una manera que revelaba que había estado tratando con sirvientes durante toda su vida.
Caroline juzgó que su edad rondaría los treinta, quizá algo mayor.
La otra mujer que probablemente sería su doncella, y los caballeros (Caroline especuló que uno sería el conductor y los otros dos serían escoltas. Los tres hombres iban vestidos con libreas azul oscuro haciendo juego.
Quienquiera que fuesen esas personas, venían de una casa sumamente acaudalada.
Después de discutir durante unos minutos, la dama que estaba al cargo de todo, envió al conductor y a uno de los escoltas hacia el norte, probablemente para ir a buscar ayuda; miró al portaequipajes que había caído fuera del carruaje y dijo
– Podríamos usarlos como asiento – y los tres viajeros que quedaron, se sentaron, dejándose caer ruidosamente a esperar.
Después de algunos minutos más o menos de estar sentados y sin hacer nada, la dama se volvió a su doncella y le dijo
– ¿Supongo que mi bordado no estará empaquetado en algún sitio accesible?
La doncella sacudió negativamente la cabeza.
– Está en la mitad del portaequipajes más grande, señora.
– Ah, ese sería el que milagrosamente todavía está sujeto en lo alto del carruaje.
– Sí, señora.
La dama dejó salir un largo suspiro.
– Supongo que deberíamos estar agradecidos de que no haga demasiado calor.
– O que llueva – agregó el escolta.
– O que nieve – dijo la doncella.
La dama le lanzó una mirada de contrariedad.
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