Habló intentando disimular el temblor entrecortado de su voz.
—Es mi tío, no el tuyo...
Un humor salvaje apareció fugazmente en el rostro del chico.
—Cualquier tío tuyo es tío mío, querida hermana —replicó él—, y no es pariente consanguíneo de ninguno de los dos.
—Jace...
—Además, no tengo tiempo para colocarte Marcas —añadió, recorriéndola con una indolente mirada dorada—, y todo lo que tienes es ese cuchillo. No te será de mucha utilidad si nos enfrentamos a demonios.
Ella clavó el cuchillo en la pared junto a la puerta, y fue recompensada con la mirada de sorpresa de él.
—¿Y qué? Tú tienes dos cuchillos serafín; dame uno.
—¡Ah, por el amor de...! —Era Simón, con las manos metidas en los bolsillos y los ojos llameantes como tizones negros en el rostro blanco—. Yo iré.
—Simón, no... —empezó Clary.
—Al menos yo no estoy perdiendo el tiempo coqueteando mientras no sabes qué le ha sucedido a Luke.
Le hizo un gesto para que se apartara de la puerta.
Los labios de Jace se apretaron.
—Iremos todos. —Ante la sorpresa de Clary, extrajo violentamente un cuchillo serafín del cinturón y se lo entregó—. Tómalo.
—¿Cómo se llama? —preguntó ella, apartándose de la puerta.
— Nakir.
Clary había dejado la chaqueta en la cocina, y el aire frío que se alzaba del East River le atravesó la fina camiseta en cuanto salió al porche oscuro.
—¿Luke? —llamó—. ¡Luke!
La camioneta estaba aparcada en el camino de acceso, con una de las puertas abierta de par en par. La luz del techo estaba encendida y emitía un resplandor tenue. Jace frunció el entrecejo.
—Las llaves están en el contacto. El coche está al ralentí —informó.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Simon mientras cerraba la puerta de la casa.
—Puedo oírlo. —Jace miró a Simon con expresión especulativa—. Y tú también podrías hacerlo si lo intentaras, chupasangre. —Trotó escalera abajo con una leve risita flotando tras él en el viento.
—Creo que me gustaba más «mundano» que «chupasangre» —masculló Simón.
—Con Jace no puedes ni elegir tu propio apodo insultante.
Clary se palpó el bolsillo de los vaqueros hasta que los dedos localizaron la piedra fría y lisa. Sacó la luz mágica y la alzó en la mano. Su resplandor irradió al exterior entre los dedos como la luz de un sol diminuto.
—Vamos —dijo.
Jace tenía razón; la camioneta estaba al ralentí. Clary olió los gases del tubo de escape cuando se acercaron y sintió que se le caía el alma a los pies. Luke jamás habría dejado la puerta del coche abierta y las llaves en el contacto a menos que hubiese sucedido algo.
Jace describía círculos alrededor del vehículo, con cara enfurruñada.
—Acerca más esa luz mágica.
Se arrodilló en la hierba y pasó los dedos suavemente por encima. De un bolsillo interior extrajo un objeto que Clary reconoció: una pieza lisa de metal, grabada con delicadas runas. Un sensor. Jace lo pasó por encima de la hierba, y éste le devolvió una serie de sonoros chasquidos, como un contador Geiger que se hubiese vuelto loco.
—Actuación demoníaca confirmada. Estoy detectando rastros fuertes.
—¿Podría haberlos dejado el demonio que atacó a Maia? —preguntó Simón.
—Los niveles son demasiado altos. Ha habido más de un demonio aquí esta noche. —Jace se puso en pie, todo eficiencia—. Quizá vosotros dos deberíais volver adentro. Enviad a Alec aquí fuera. Ha tratado con esta clase de cosa antes.
—Jace...
Clary volvía a estar furiosa. Se interrumpió cuando algo atrajo su mirada. Fue un fugaz movimiento al otro lado de la calle, junto a la orilla de cemento salpicada de rocas del East River. Hubo algo en el movimiento... un ángulo cuando un gesto captó la luz, algo demasiado veloz, demasiado alargado para ser humano...
Clary señaló con el brazo.
—¡Mirad! ¡Junto al agua!
La mirada de Jace siguió la suya. Inhaló con fuerza y echó a correr. Clary y Simon corrieron tras él cruzando el asfalto de la calle Kent y alcanzando la hierba rala que bordeaba la orilla. La luz mágica se balanceaba en la mano de Clary mientras ésta corría, iluminando pedazos del margen del río con una luz irregular: un montón de malas hierbas allí, un saliente de hormigón roto que casi la hizo tropezar, un montón de basura y cristales rotos... y luego, cuando por fin vieron con claridad el agua que lamía la orilla, el cuerpo hecho un ovillo de un hombre.
Era Luke; Clary lo reconoció al instante a pesar de que las dos formas oscuras acuclilladas sobre él impedían verle el rostro. Estaba caído sobre la espalda, tan cerca del agua que Clary se preguntó por un aterrado momento si las criaturas encorvadas le estarían sujetando bajo ella, intentando ahogarle. Entonces las criaturas se echaron hacia atrás, siseando a través de bocas perfectamente circulares sin labios, y Clary vio que la cabeza de Luke descansaba sobre la orilla de grava. El rostro estaba flácido y gris.
—Demonios raum —susurró Jace.
Los ojos de Simon estaban abiertos como platos.
—¿Son ésas las mismas cosas que atacaron a Maia...?
—No. Éstos son mucho peores. —Jace hizo una seña a Simon y a Clary para que se colocaran detrás de él—. Vosotros dos, quedaos atrás. —Alzó su cuchillo serafín—. ¡Israfiel! —gritó, y hubo un repentino estallido de ardiente luz cuando éste se iluminó con una llamarada.
Jace saltó hacia adelante, blandiendo el arma ante el más próximo de los demonios. A la luz del cuchillo serafín, el aspecto del demonio resultó desagradablemente visible: piel lívida y escamosa, un agujero negro por boca, ojos saltones como los de un sapo y brazos que terminaban en tentáculos donde deberían haber estado las manos. El demonio atacó con aquellos tentáculos, chasqueándolos en dirección a Jace a una velocidad increíble.
Pero Jace fue más rápido. Se oyó una especie de repugnante chasquido cortante cuando Israfiel atravesó la muñeca del demonio y el apéndice con tentáculos salió volando por los aires. La punta con los tentáculos fue a parar a los pies de Clary, retorciéndose aún. Era de un gris blanquecino, coronada por ventosas rojas como la sangre. Dentro de cada ventosa había un ramillete de diminutos dientes afilados como agujas.
Simon emitió un sonido ahogado de náuseas. Clary se sintió inclinada a darle la razón. Asestó una patada al montón de tentáculos contorsionados, haciéndolo rodar por la hierba sucia. Cuando alzó los ojos, vio que Jace había derribado al demonio herido y rodaban juntos sobre las rocas del borde del río. El resplandor del cuchillo serafín del joven proyectaba elegantes arcos de luz que se hacían añicos sobre el agua mientras él se revolvía y contorsionaba para evitar los tentáculos que le quedaban a la criatura; por no mencionar la sangre negra que brotaba como un surtidor de la muñeca cercenada. Clary vaciló —¿debería acudir junto a Luke o correr a ayudar a Jace?— y en aquel momento de vacilación oyó a Simon gritar:
—¡Clary, cuidado!
Y al volverse se encontró con que el segundo demonio arremetía directamente contra ella.
No había tiempo para sacar el cuchillo serafín del cinturón ni tiempo para recordar y gritar el nombre del arma. Alargó las manos, y el demonio la golpeó, derribándola de espaldas. Clary se desplomó con un grito, golpeándose dolorosamente el hombro contra el suelo irregular. Tentáculos resbaladizos le rasparon la piel. Uno le envolvió el brazo, oprimiéndoselo dolorosamente; el otro le rodeó la garganta.
Clary se llevó las manos a la garganta con desesperación, intentando arrancarse la flexible extremidad del cuello. Los pulmones le dolían ya. Pateó y se retorció...
Читать дальше