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Orson Card: La memoria de la Tierra

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Orson Card La memoria de la Tierra
  • Название:
    La memoria de la Tierra
  • Автор:
  • Издательство:
    Ediciones B
  • Жанр:
  • Год:
    2000
  • Город:
    Barcelona
  • Язык:
    Испанский
  • ISBN:
    84-663-0082-1
  • Рейтинг книги:
    4 / 5
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La memoria de la Tierra: краткое содержание, описание и аннотация

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Desde hace 40 millones de años la colonia humana del planeta Armonía ha sido regida por un poderoso ordenador conocido como Alma Suprema, que es venerado casi como un dios. Su misión consiste en mantener alejado al hombre de la capacidad destructiva que le obligó a abandonar la Tierra. La tecnología apenas existe en Armonía. Hay ordenadores y placas solares, pero el medio de transporte es el caballo y la única arma, la espada «energética». Alma Suprema, sin embargo, ha detectado fallos en sus propios sistemas y sólo podrá evitar una guerra catastrófica viajando a la Tierra de nuevo. Para ello debe escoger a un hombre íntegro y revelarle el antiguo conocimiento de los viajes a través de las estrellas.

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—¡Más despacio, maldito enano! —gruñó Nafai.

—Sí, señor —dijo Zdorab. Aminoró la marcha y Nafai lo siguió dando tumbos.

Llegaron a la puerta, donde el mismo hombre estaba de guardia. El hombre miró inquisitivamente a Zdorab. He aquí el momento, pensó Nafai. Una señal entre ambos.

—Por favor, ábrele la puerta al amo Gaballufix —dijo Zdorab—. Saldremos de nuevo.

La única señal, comprendió Nafai, era que el guardián preguntaba si el hombre con traje holográfico era Gaballufix, y Zdorab respondía asegurándole que aquel patán borracho que había dentro del traje era el mismo que había entrado antes.

—¿Vas de juerga, señor? —preguntó el guardia. ;

—Parece que el consejo decidió imponer su autoridad esta noche —respondió Zdorab.

—¿Quieres escolta? —preguntó el guardia—. Sólo tenemos una veintena de hombres a mano, pero podemos llamar a algunos de Villa del Perro, si los necesitas.

—No —barbotó Nafai.

—Sólo pensé… El consejo tal vez necesite un recordatorio, como la última vez.

—¡Recordarán! —gruñó Nafai, preguntándose a qué se refería.

Zdorab precedió la marcha. Nafai salió a trompicones. La puerta se cerró detrás.

Mientras recorrían las desiertas calles de Basílica, Nafai comenzó a comprender lo que acababa de conseguir. Después de todos los fracasos de ese día, acababa de salir de casa de Gaballufix con el índice. O al menos con un hombre que llevaba el índice.

—El aire es muy estimulante, ¿verdad? —comentó Zdorab.

—Mm —gruñó Nafai.

—Es decir… pareces más despejado.

Nafai comprendió que se había olvidado de seguir en su papel de borracho. Pero era demasiado tarde para reiniciarlo. Sería estúpido tropezar cuando Zdorab acababa de comentar que parecía menos ebrio. Así que Nafai se detuvo, encaró a Zdorab y lo miró severamente. Claro que Zdorab no podía verle la expresión. No, el hombre tendría que imaginarla.

Al parecer Zdorab tenía una excelente imaginación. De inmediato se intimidó.

—Claro que tu cabeza estaba despejada antes. Es decir, tu cabeza está siempre despejada, señor. Y esta noche tienes una reunión con el consejo del clan, así que eso es bueno, ¿verdad?

Maravilloso, pensó Nafai.

—¿Dónde se reunirá esta noche? —preguntó Zdorab. Nafai no tenía la menor idea. Sólo sabía que tenía que reunirse con sus hermanos frente al Embudo.

—¿Dónde crees? —gruñó—.

—Bien, es decir, es sólo… me pareció que te dirigías hacia el Embudo, y… claro, podrían celebrar una reunión en Villa del Perro, sólo que no es habitual… aunque por supuesto yo nunca voy. Bien podrían reunirse en un sitio diferente cada noche, sólo que una vez oí mencionar una reunión del consejo en casa de tu madre, cerca de Puerta Trasera, pero eso fue sólo… pudo haber sido sólo por esa vez.

Nafai siguió caminando, dejando que Zdorab se enredara cada vez más en su temor.

—¡Oh, no! —exclamo Zdorab.

Nafai se detuvo. Si cojo el índice y echo a correr hacia la puerta, ¿podré llegar antes de que él dé la voz de alarma?

—Dejé la bóveda abierta —dijo Zdorab—. Estaba tan preocupado por el índice… Perdóname, señor. Sé que la puerta sólo debe estar abierta cuando yo estoy allí, y yo… cielos, acabo de recordar que también la dejé abierta antes, cuando salí a recibirte. ¿Qué me sucede? Comprenderé que me despidas después de esto, señor. Nunca he descuidado la puerta de la bóveda. ¿Quieres que regrese a cerrarla? Con todos esos tesoros… nunca se sabe si algún sirviente… Señor, puedo regresar a la casa y volver aquí en pocos minutos, tengo los pies muy ágiles, te lo aseguro.

Era la oportunidad perfecta para librarse de Zdorab: coger el índice, dejar que el hombre se fuera y salir del Embudo antes de que pudiera regresar. ¿Pero y si era una treta? ¿Y si Zdorab intentaba deshacerse de él para advertir a los soldados de Gaballufix que un impostor con traje holográfico huía con el índice? No podía permitir que Zdorab se fuera hasta que hubiera cruzado la puerta.

—Quédate conmigo —ordenó Nafai. Notó con un escalofrío que su voz ya no se parecía a la de Gaballufix. ¿Zdorab había enarcado las cejas al oírle? ¿Le llamaría la atención la voz? Muévete, pensó Nafai. Sigue andando y no digas nada. Apuró el paso. Zdorab, de piernas más cortas, tuvo que andar al trote.

—Nunca he asistido a una reunión como ésta, señor —dijo Zdorab. Ahora jadeaba por el esfuerzo—. No tendré que decir nada, ¿verdad? Es decir, no soy miembro del consejo. ¡Oh, qué estoy diciendo! Quizá no me dejen presenciar la reunión, de cualquier modo. Simplemente aguardaré fuera. Por favor, perdóname por estar tan nervioso, yo nunca… Paso el tiempo en la bóveda y la biblioteca, haciendo cuentas y otros menesteres, y tienes que comprender que no salgo mucho, y como vivo solo converso poco, así que lo único que sé sobre política es lo que oigo por ahí. Toda la gente de la casa se enorgullece de trabajar para un hombre tan famoso. Pero es peligroso, ¿verdad…? Considerando que esta noche han asesinado a Roptat. ¿No temes por tu seguridad?

¿De veras es tan tonto?, se preguntó Nafai. ¿O sospecha que Gaballufix es el asesino de Roptat, y éste es su torpe modo de tratar de sonsacar información?

De cualquier modo, Nafai pensaba que Gaballufix no respondería a estas preguntas, así que mantuvo la boca cerrada. Al fin se aproximaban a la puerta.

Los guardias estaban muy alerta. Claro… Zdorab sospecharía si esta vez estuvieran distraídos. Nafai se maldijo por haber llevado a Zdorab. Tendría que haberse librado de aquel hombre cuando tuvo la oportunidad.

Los guardias ocuparon su puesto, sacando las pantallas de identificación. Y tenían aspecto huraño. El traje de soldado transformaba a Nafai en enemigo, o al menos en rival. La pantalla de identificación revelaría su verdadera identidad, pero como ahora Nafai era sospechoso de haber asesinado a Roptat no sería una gran ayuda.

Mientras él era presa de la indecisión, Zdorab intervino.

—¿No insistiréis en que mi amo apoye el pulgar en esa pantallita, verdad? —gruñó. Y puso su pulgar en la pantalla—. Ahí tenéis. ¿Sabéis quién soy? ¡El tesorero de Gaballufix!

—La ley establece que todos deben apoyar el pulgar —declaró el guardia. Pero ahora parecía menos seguro. Una cosa era intercambiar miradas arrogantes con los soldados de Gaballufix y otra muy distinta enfrentarse al hombre en persona—. Lo siento, señor, pero perderé el trabajo si no lo exijo.

Nafai aún no se movía.

—Esto es un agravio —exclamó Zdorab—. Eso es. Miraba de soslayo a Nafai, pero no podía ver ninguna expresión en la impasible máscara holográfica.

—Hay asesinos sueltos esta noche —murmuró el guardia—. Tú mismo denunciaste que el hijo menor de Wetchik asesinó a Roptat, así que debemos registrar a todos los que pasan.

Nafai avanzó un paso y tendió la mano hacia la pantalla. Sin embargo, al mismo tiempo acercó la cabeza al guardia y murmuró:

—¿Y si el hombre que hizo esa denuncia tan absurdamente falsa era el mismo asesino?

El guardia se sobresaltó ante la voz, sin entender las palabras. Miró la pantalla y vio el nombre que le mostraba el ordenador de la ciudad. Vaciló.

Alma Suprema, dale entendimiento. Hazle comprender la verdad.

—Gracias por someterte a la ley, señor Gaballufix —dijo el guardia. Pulsó el botón de borrado y el nombre de Nafai desapareció de la pantalla. Nadie más lo había visto.

Sin mirar atrás, Nafai atravesó la puerta. Zdorab parloteaba a sus espaldas.

—¿Lo he hecho bien, señor? Es decir, me pareció que no querías mostrar el pulgar, así que yo… ¿Adonde vamos? ¿No está un poco oscuro para atravesar estos matorrales? ¿No podríamos seguir por el camino, señor Gaballufix? Claro que hay luna, así que no está tan oscuro, pero…

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