Gene Wolfe - La Garra del Conciliador

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Este segundo libro nos continua mostrando el mundo del Sol Nuevo, poco a poco, a medida que Severian va tomando contacto con él. Aprendemos alguna cosa nueva, sobre todo en lo que respecta a clases sociales y al Autarca, pero todavia no queda muy claro nada. Está claro que para descubrir lo que hay realmente, la autentica realidad que vive Severian, hay que leer toda la saga descubriendo sus secretos poco a poco. El hecho de que Severian nos esté contando sus recuerdos ya es una pista, y empieza a vislumbrarse en qué se convertirá Severian pues entre los recuerdos de su pasado, deja entrever algo de su presente.

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FAMILIAR. Todas ellas lo son, aunque hay algunas peores que otras.

(Sale y vuelve a entrar llevando de una cadena a MESQUIANA.)

INQUISIDOR. Se alega contra ti que encantaste a siete de los soldados de nuestro soberano el Autarca para que traicionaran su juramento de fidelidad y volvieran las armas contra sus camaradas y oficiales. (Se levanta y enciende una enorme vela en un lado del escritorio.) Te conmino muy solemnemente a que confieses este pecado, y si lo has cometido, confieses qué poder te ayudó, y los nombres de quienes te enseñaron a invocar ese poder.

MESQUIANA. Los soldados sólo vieron que yo no tenía malas intenciones y temieron por mí. Yo…

FAMILIAR. ¡Silencio!

INQUISIDOR. No se atribuye ningún peso a las protestas del acusado a menos que se lo coaccione. Mi familiar te preparará.

(El FAMILIAR coge a MESQUIANA y la sujeta con correas a uno de los artefactos.)

CONDESA. Le queda poco tiempo al mundo y no lo perderé viendo esto. ¿Eres amiga del hombre desnudo del jardín? Voy a buscarlo, y le diré qué ha sido de ti.

MESQUIANA. ¡Sí, hacedlo! Espero que no llegue demasiado tarde.

CONDESA. Y, por mi parte, espero que él me acepte en lugar de ti. Sin duda ambas esperanzas son igualmente vanas, y pronto seremos hermanas de infortunio.

(Sale la CONDESA.)

INQUISIDOR. Yo me voy también, a hablar con quienes la rescataron. Prepara a la acusada, pues volveré dentro de poco.

FAMILIAR. Hay otra más, Inquisidor. Se le achacan delitos parecidos, aunque quizá menos graves.

INQUISIDOR. ¿Por qué no me lo dijiste? Podía haber instruido a las dos a la vez. Hazla entrar.

(El FAMILIAR sale y regresa llevando a JAHI. EL INQUISIDOR busca entre los papeles del escritorio.)

INQUISIDOR. Se alega contra ti que encantaste a siete de los soldados de nuestro soberano el Autarca para que traicionaran su juramento de fidelidad y volvieran las armas contra sus camaradas y oficiales. Te conmino muy solemnemente a que confieses este pecado, y si lo has cometido, confieses qué poder te ayudó, y los nombres de quienes te enseñaron a invocar ese poder.

JAHI. (Con orgullo.) He hecho todo eso de que me acusáis y más de los que sabéis. El poder no me atrevo a mencionarlo, por miedo a que este alfombrado nido de ratas vuele en pedazos. ¿Que quién me enseñó? ¿Quién enseña aun niño a llamara su padre?

FAMILIAR. ¿Su madre?

INQUISIDOR. No deseo saberlo. Prepárala.

(Sale el INQUISIDOR.)

MESQUIANA. ¿Lucharon por ti también? ¡Qué triste que tantos tuvieran que morir!

FAMILIAR. (Sujetando a JAHI en un artefacto al otro lado del escritorio.) Leyó dos veces el mismo papel. Le señalaré ese error —diplomáticamente, puedes estar segura— cuando regrese.

JAHI. ¿Tú encantaste a los soldados? Pues hazlo también con este idiota y líbranos.

MESQUIANA. No tengo ningún canto de poder, y sólo encanté a siete de cincuenta.

(Entra NOD, maniatado, conducido por el PRIMER SOLDADO con una pica.)

FAMILIAR. ¿Qué es esto?

PRIMER SOLDADO. Un prisionero como nunca antes has tenido. Ha matado a cien hombres como si fueran marionetas. ¿Dispones de un par de grilletes que puedan servirle?

FAMILIAR. Tendré que juntar varios pares, pero algo conseguiré.

NOD. No soy un hombre, sino menos y más, pues he nacido del barro, de la Madre Gea, que mima a las bestias. Si tu dominio es sobre los hombres, entonces debes dejar que me vaya.

JAHI. Tampoco nosotras somos hombres. ¡Deja que nos vayamos!

PRIMER SOLDADO. (Riendo.) Ya vemos que no lo sois.

No lo dudé un momento.

MESQUIANA. Ella no es una mujer. No dejéis que os engañe.

FAMILIAR. (Poniéndole el último grillete a NOD.) No lo hará. Créeme, ya hemos dejado atrás el tiempo de los engaños.

PRIMER SOLDADO. Sin duda te vas a divertir cuando me haya ido, ¿no es así?

(Quiere tocar a JAHI, que bufa como un gato.)

PRIMER SOLDADO. ¿Quieres ser un buen muchacho y darte media vuelta un momento?

FAMILIAR. (Preparándose para torturara MESQUIANA.) Si fuera ese buen muchacho, pronto me encontraría quebrado en mi propia rueda. Pero si esperas aquí hasta que regrese mi amo el Inquisidor, tal vez te encuentres echado junto a ella como es tu deseo.

(El PRIMER SOLDADO duda, después se da cuenta de lo que le han querido decir, y se va corriendo.)

NOD. Esa mujer será la madre de mi yerno. No le hagas daño. (Intenta romper las cadenas.)

JAHI. (Ahogando un bostezo.) Me he pasado toda la noche en pie, y aunque el espíritu parezca siempre dispuesto, mi carne está lista para el descanso. ¿No puedes darte prisa con ella y empezar conmigo?

FAMILIAR. (Sin mirar.) Aquí no hay ningún descanso. JAHI. ¿Ah, sí? Entonces no es tan acogedor como yo esperaba.

(JAHI bosteza de nuevo, y cuando mueve una mano para taparse la boca, el grillete se le cae.)

MESQUIANA. Tienes que sujetarla, ¿no lo entiendes? No es parte del suelo, y el hierro no tiene dominio sobre ella.

FAMILIAR. (Mirando todavía a MESQUIANA, a quien está torturando.) Está sujeta, no temas.

MESQUIANA. ¡Gigante! ¿Puedes librarte tú solo? ¡El mundo depende de ti!

(NOD forcejea, pero no puede romper las cadenas.)

JAHI. (Se libra de los grilletes y sale caminando.) ¡Sí! Soy yo quien contesta, pues en el mundo de la realidad soy más grande que cualquiera de vosotros. (Camina alrededor del escritorio y se inclina sobre el hombro del FAMILIAR.) ¡Qué interesante! Tosco, pero interesante.

(El FAMILIAR se vuelve y la observa con asombro, y ella huye riendo. Él corre torpemente tras ella y más tarde regresa con la cabeza agachada.)

FAMILIAR. (Jadeando.) Se ha ido.

NOD. Sí. Libre.

MESQUIANA. Libre para perseguir a Mesquia y echar todo a perder como hizo antes.

FAMILIAR. No entendéis lo que esto significa. Mi señor regresará pronto y yo soy hombre muerto.

NOD. El mundo está muerto, es lo que ella ha dicho.

MESQUIANA. Torturador, todavía tienes una oportunidad. Escúchame. Has de liberar también al gigante.

FAMILIAR. Y él me matará y te soltará. Lo pensaré. Al menos, será una muerte rápida. MESQUIANA. Él odia a JAHI, y aunque no es listo, conoce sus mañas, y es muy fuerte. Además, conozco un juramento que él nunca romperá. Dale las llaves de los grilletes y después quédate junto a mí con la espada en mi cuello. Hazle jurar entonces que encuentre a Jahi, la traiga de nuevo aquí, y se vuelva a atar.

(El FAMILIAR duda.)

MESQUIANA. No tienes nada que perder. Tu señor ni siquiera sabe que él tiene que estar aquí. Pero cuando vuelva y no la vea a ella…

FAMILIAR. ¡Lo haré! (Toma una llave del manojo que le cuelga del cinto.)

NOD. Juro, como espero quedar vinculado por matrimonio a la familia del Hombre de manera que los gigantes podamos ser llamados Hijos del Padre, que te capturaré al súcubo y lo volveré a traer, y lo sujetaré de manera que no vuelva a escapar y me volveré a atar como estoy ahora.

FAMILIAR. ¿Es ése el juramento?

MESQUIANA. ¡Sí!

(El FAMILIAR echa la llave a Nod, después saca la espada y la levanta como dispuesto a golpear a MESQUIANA.)

FAMILIAR. ¿Es que puede encontrarla?

MESQUIANA. Es que tiene que encontrarla.

NOD. (Desencadenándose.) La alcanzaré. Ese cuerpo se debilita, como dijo ella. Puede fustigarlo hasta alejarse, pero nunca aprenderá que no todo depende de la fusta. (Sale.)

FAMILIAR. He de continuar contigo. Espero que lo entiendas…

(El FAMILIAR tortura a MESQUIANA, que grita.)

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