Cassandra Clare - Ciudad de los ángeles caídos

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Este libro, escrito por Cassandra Clare, es el cuarto de la colección de Los Instrumentos Mortales. Es mucho más detallista que los anteriores y el final es espectacular pese a que hace visible que no es el último libro de la colección. Tiene de todo y te engancha desde el principio hasta el final, y es segun mi punto de vista incluso mejor que los anteriores. Contiene mucho misterio, acción, emoción y sentimiento, y está escrito de una manera que mezcla en uno la curiosidad y el sentimiento. Te hace sentir las cosas como si fueses uno de los protagonistas.
Jace y Clary sin duda vuelven a acaparar la atención del lector, pero en ningun momento el libro se hace cansino o soso. Si os habeis leido los libros anteriores descubrireis que este es mucho mejor, y si os gusta os recomiendo que os leais "Shadow Web" de N.M. Browne. Son los dos libros escritos, sobre todo, para chicas jóvenes y recomiendo fuertemente que sean leidos en su idioma original: el ingles. El título original de "Ciudad de Ángeles Caidos" es "City of Fallen Angels" y merece la pena leerlo (es uno de los mejores libros de su estilo), sobre todo en ingles aunque en español no le falta la emoción, etc, del original; pero en España saldrá dentro de, más o menos, un año. Espero que os guste ya que a mi me ha encantado.

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Se alejó de ella antes de que pudiera impedírselo y abrió la puerta del ascensor.

– Te quiero, Clary -dijo sin mirarla. Tenía la vista fija en la iglesia, en las hileras de velas encendidas, su brillo dorado reflejado en sus ojos-. Más de lo que nunca… -Se interrumpió-. Dios. Más de lo que probablemente debería. Lo sabes, ¿verdad?

Clary salió del ascensor y se situó delante de Jace. Deseaba decirle miles de cosas, pero él ya había apartado la vista y pulsado el botón que devolvería el ascensor a las plantas del Instituto. Empezó a protestar, pero el ascensor se movía ya después de que las puertas se cerraran con su característico estrépito. Clary se quedó mirándolas por un instante; en su superficie había una imagen del Ángel, con las alas extendidas y los ojos mirando hacia arriba. El Ángel estaba pintado por todas partes.

La voz de Clary resonó en el espacio vacío.

– Yo también te quiero -dijo.

3 SIETE VECES

– ¿Sabes lo que es tremendo? -dijo Eric, depositando sus baquetas-. Tener un vampiro en la banda. Es lo que nos llevará a la cima.

Kirk dejó a su vez el micrófono y puso los ojos en blanco. Eric hablaba siempre de llegar a la cima con el grupo y hasta el momento todo se había quedado en nada. Lo mejor que habían hecho era un bolo en la Knitting Factory… al que sólo habían asistido cuatro personas. Y una de ellas era la madre de Simon.

– Pues ya me dirás cómo si no tenemos permiso para contarle a nadie que es un vampiro.

– Una lástima -dijo Simon. Estaba sentado sobre uno de los altavoces, al lado de Clary, que estaba enfrascada enviándole un mensaje de texto a alguien, seguramente a Jace-. Aunque nadie te creería, de todos modos. Mira, aquí me tienes, a plena luz de día. -Levantó los brazos para señalar los rayos de sol que entraban a través de los agujeros del tejado del garaje de Eric, su lugar de ensayo habitual.

– En cierto sentido, todo esto hace mella en nuestra credibilidad -dijo Matt, retirándose de los ojos un mechón pelirrojo y mirando a Simon con los ojos entrecerrados-. Tal vez si te pusieras unos colmillos falsos…

– No necesita colmillos falsos -dijo Clary malhumorada, dejando el teléfono-. Tiene colmillos de verdad. Ya los habéis visto.

Y era cierto. Simon había tenido que enseñar los colmillos cuando le dio la noticia a la banda. Al principio pensaron que había sufrido un golpe en la cabeza o una crisis nerviosa. Pero en cuanto les mostró los colmillos, quedaron convencidos. Eric había reconocido incluso que aquello no le sorprendía especialmente.

– Siempre he sabido que los vampiros existen, colega -había dicho-. Si no, ¿cómo sería posible que haya gente conocida que siempre tenga la misma pinta, incluso cuando tienen, por ejemplo, cien años de edad, como David Bowie? Es porque son vampiros.

Simon había dicho basta y no les había contado que Clary e Isabelle eran cazadoras de sombras. No era él quien debía revelar su secreto. Y tampoco sabían que Maia era una chica lobo. Simplemente pensaban que Maia e Isabelle eran dos tías buenas que inexplicablemente habían accedido a salir con Simon. Sus colegas lo achacaban a lo que Kirk denominaba su «embrujo de vampiro sexy». A Simon le daba igual lo que sus amigos pudieran decir, siempre y cuando no metieran la pata y le comentaran a Maia o a Isabelle la existencia de la otra. Hasta el momento había salido airoso invitándolas a bolos distintos, y nunca habían coincidido.

– ¿Y si enseñaras los colmillos en escena? -sugirió Eric-. Sólo una vez, tío. Muéstraselos al público.

– Si lo hiciera, el líder del clan de vampiros de Nueva York os mataría a todos -dijo Clary-. Lo sabéis, ¿no? -Movió la cabeza en dirección a Simon-. No puedo creer que les hayas contado que eres un vampiro -añadió, bajando la voz para que sólo pudiera oírla Simon-. Son idiotas, por si no te habías dado cuenta.

– Son mis amigos -murmuró Simon.

– Son tus amigos, y son idiotas.

– Mi intención es que la gente que me quiere conozca la verdad sobre mí.

– ¿Ah sí? -dijo Clary, algo seca-. ¿Y cuándo piensas contárselo a tu madre?

Pero antes de que a Simon le diera tiempo a responder, alguien llamó con fuerza a la puerta del garaje, que se abrió un instante después, con la luz del sol otoñal inundando el interior del espacio. Simon levantó la vista, pestañeando. En realidad era un reflejo que le había quedado de cuando era humano. Ahora, sus ojos necesitaban tan sólo una décima de segundo para adaptarse a la oscuridad o a la luz.

En la entrada del garaje había un chico; su silueta se perfilaba a contraluz. Tenía un papel en la mano, que miró con incertidumbre. A continuación, levantó la vista en dirección a los miembros de la banda.

– Hola -dijo-. ¿Es aquí donde ensaya el grupo Mancha Peligrosa?

– Ahora nos llamamos Lémur Dicótomo -dijo Eric, dando un paso al frente-. ¿Y tú quién eres?

– Me llamo Kyle -respondió el chico, agachándose para pasar por debajo de la puerta del garaje. Cuando se enderezó, se echó hacia atrás el mechón de cabello castaño que le caía sobre los ojos y le entregó el papel a Eric-. He visto que andabais buscando un cantante.

– ¡Jo! -exclamó Matt-. Ese anuncio lo publicamos hará cosa de un año. Lo había olvidado por completo.

– Sí -dijo Eric-. Por aquel entonces tocábamos otro tipo de cosas. Ahora prácticamente no hacemos nada vocal. ¿Tienes experiencia?

Kyle -Simon se fijó que era muy alto, aunque en absoluto flacucho- se encogió de hombros.

– La verdad es que no. Pero dicen que canto bien. -Tenía un acento lento y un poco arrastrado, más típico de los surfistas que de un sureño.

Los miembros de la banda se miraron dudando. Eric se rascó la oreja.

– ¿Nos concedes un segundo, tío?

– Por supuesto. -Kyle salió del garaje e hizo descender la puerta a sus espaldas. Simon oyó que se ponía a silbar. Le pareció que era She’ll Be Comin’ Round the Mountain , aunque no sonaba del todo afinado.

– No sé -dijo Eric-. No estoy muy seguro de si alguien nuevo nos vendría bien ahora. Me refiero a que no podemos contarle lo del vampiro, ¿no creéis?

– No -contestó Simon-. No podéis.

– Pues vaya -dijo Matt-. Es una lástima. Necesitamos un cantante. Kirk canta de pena. Lo digo sin ánimo de ofender, Kirk.

– Que te jodan -espetó Kirk-. Yo no canto de pena.

– Sí, tío -dijo Eric-. Das una pena que no veas…

Pienso -opinó Clary interrumpiéndolos y subiendo la voz-, que deberíais hacerle una prueba.

Simon se quedó mirándola.

– ¿Por qué?

– Porque está buenísimo -dijo Clary, sorprendiendo a Simon con el comentario. La verdad era que a él no le había llamado la atención en absoluto, aunque quizá no fuera el más indicado para juzgar la belleza masculina-. Y vuestra banda necesita un poco de sex appeal.

– Gracias -dijo Simon-. Muchas gracias en nombre de todos.

Clary bufó con impaciencia.

– Sí, sí, todos sois muy guapos. Sobre todo tú, Simon. -Le dio unos golpecitos cariñosos en la mano-. Pero Kyle está tremendo. Es lo único que digo. Mi opinión objetiva como mujer es que si incorporaseis a Kyle a la banda, duplicaríais vuestra cifra de admiradoras femeninas.

– Lo que significa que tendríamos dos fans en vez de una sola -dijo Kirk.

– ¿Y ésa quién es? -Matt sentía una curiosidad genuina.

– La amiga del primo pequeño de Eric. ¿Cómo se llama? Aquella que está loca por Simon. Viene a todos nuestros bolos y le cuenta a todo el mundo que es su novia.

Simon puso mala cara.

– Tiene trece años.

– No es más que un resultado de tu embrujo de vampiro sexy, tío -dijo Matt-. Eres irresistible para las mujeres.

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