—¡Dougan! —dijo el joven mago en voz baja al llegar junto al alterado enano—. ¿Has visto a Tas?
Dougan respondió señalando hacia los pinos muertos.
Palin dirigió la mirada hacia allí y se sobresaltó al ver al kender encaminándose directamente al grupo de árboles.
—¡Tas! ¡Tas, vuelve aquí! —Palin hizo intención de ir tras él.
Dougan lo agarró por la manga y lo sujetó con una fuerza increíble.
—No vayas, muchacho —advirtió el enano en un tono profundo y sombrío—. Ya no puedes hacer nada. Intenté detenerlo, pero... —Dougan agachó la cabeza, la sacudió y gimió.
Palin miró fijamente al kender.
—En nombre de todo lo sagrado, ¿qué está haciendo?
Tasslehoff avanzaba lentamente hacia la pinada, moviéndose con pasos mesurados y porte solemne, como quien va en la procesión de un funeral. Sostenía algo brillante en una mano.
—¿Una cucharilla? —dijo Palin, perplejo—. ¿Qué hace con una cucharilla?
—La Cuchara Kender de Rechazo o algo por el estilo —masculló Dougan.
—¡Sí, ahora lo recuerdo! La cogió en la torre. —Palin juró quedamente, frustrado—. Maldita sea, no se dio cuenta de que... que todo era obra de mi tío. ¿Adónde va?
—A intentar recuperar la Gema Gris. —Dougan volvió a soltar otro gemido, y se tiró de la barba—. Está allí, debajo de lo que queda del altar. Te prevengo que no vayas tras él, muchacho. Va directo hacia un peligro terrible. ¿Viste... viste algo así como una sombra... deslizándose entre los árboles?
—Sí —repuso Palin, que tembló de nuevo al recordarlo—. ¿Qué...?
—Seres de sombras, chico —dijo Dougan en tono bajo, aterrado—. Criaturas de Caos. Te arrastrarán al olvido, primero tu alma, y después tu cuerpo. Desaparecerás como si nunca hubieses existido.
—Percibí su presencia —respondió Palin quedamente—, aunque no comprendí qué era.
—Y no creo que lo entiendas todavía, muchacho —manifestó Dougan lúgubremente—. Cuando digo que desaparecerás como si nunca hubieses existido, quiero decir exactamente eso. Tu recuerdo se desvanecerá de las mentes de todos los que te conocen. Tu madre olvidará incluso que te dio a luz. Tu padre no reconocerá tu nombre. Los que te aman no te llorarán, no rezarán por ti, nunca te evocarán con cariño. Será como si nunca hubieses existido.
»Es lo que Él planea para todo el mundo. Los dioses olvidaremos todo lo que creamos, después moriremos, y la Creación nos olvidará también. Y entonces las propias estrellas olvidarán.
—Palin, creo que lo han visto —intervino Usha con tono urgente—. ¡Se está acercando demasiado!
—¿Cómo podemos detenerlos, Dougan? ¿Cómo? —se revolvió Palin contra el enano.
—¡Con la Gema Gris! —En su nerviosismo, Dougan se había retorcido la barba, haciéndola nudos—. ¡Tenemos que recuperar la Gema Gris!
—Pero ¿cómo vamos a recuperarla si esas criaturas la tienen rodeada?
Tas se iba acercando, y las sombras empezaron a moverse.
—¡Tas! —se arriesgó Palin a llamar en voz un poco alta—. ¡Tas, regresa!
Pero el kender no lo oyó porque, en ese momento, empezó a hablar.
—¡Fuera de mi camino, escoria chupa almas! ¡Marchaos o desato el poder letal del cubierto de mis antepasados! ¡Marchaos o utilizo esta cuchara para sacaros vuestras tripas de sombras!
—¡Tas! —Usha levantó la voz—. ¡Tas, por favor! ¡Vuelve...!
—¡Calla! —Dougan la agarró con tanta violencia que casi la tiró—. ¡Mira! ¡Mirad! ¡Van por él!
Una oscuridad más profunda que la noche más negra apareció deslizándose debajo de los abrasados pinos. Toda luz, todo sonido, todo color, todo movimiento, toda esperanza desaparecían como tragadas por aquella oscuridad indescriptible y no volvían a reaparecer. Cuatro de las figuras informes convergieron y empezaron a deslizarse sobre el suelo en dirección al kender. Los seres de sombras ocultaban la luz del sol, los árboles, el cielo, el suelo.
—¡Chicos, mirad! —susurró Dougan en un estado de gran excitación—. ¡Han dejado la Gema Gris sin vigilancia!
Palin apenas distinguía el altar; le resultaba difícil incluso recordar dónde estaba. Detrás de los seres de sombras no existía nada. Cuando se movían, los objetos resurgían de repente, dando la impresión de cobrar consistencia en ese mismo momento.
—¡Estúpido kender! Voy tras él —dijo Palin, que repasó el repertorio de conjuros que tenía memorizados, preguntándose cuál de ellos podría destruir a los seres de sombras, si es que alguno servía.
—Te acompaño —anunció Usha.
—No. —Palin sacudió la cabeza—. Quédate aquí con...
—Tú ve por la Gema Gris, muchacha —interrumpió Dougan, cuyos negros ojos relucían con un brillo astuto—. Podrías llegar en un momento y cogerla antes de que esas criaturas se den cuenta de lo que pasa. Has sido adiestrada en el arte, chica. Te he visto trabajar... Nueve Dedos decía que eres una de las mejores... No hay tiempo para preguntas ahora, muchacha. ¿Puedes apoderarte de la joya?
—¿Con eso conseguiríamos detener a los seres de sombras? —preguntó Usha.
—Sí, pequeña, es posible. Por lo menos —añadió el enano—, no causaría ningún perjuicio.
—Conque convertirme en nada, ¿eh? —La voz de Tas sonó estridente, aunque un poco temblorosa, cuando los seres de sombras se aproximaron más a él—. Bueno, pues podéis llevaros vuestra nada y largaros donde no llegue la luz del sol...
—¡Ahora, muchacha! —instó Dougan.
Usha soltó su bolsa en el suelo para tener libres las manos. Haciendo caso omiso de las protestas de Palin, le dio un fugaz beso en la mejilla, le palmeó el brazo, y —escabullendose de sus manos— se alejó veloz y silenciosa entre los árboles.
Palin lanzó una mirada funesta al enano.
—Se supone que eres un dios, así que ¿por qué no haces tú algo?
Dougan estaba que no salía de su asombro.
—¡Ya lo hago, muchacho, ya lo hago! La idea de mandar a la chica fue mía, ¿no?
—¡Quiero decir contra esas criaturas! —Palin señaló a los seres de sombras.
—Ah, muchacho —dijo el enano suavemente—, están formados de la misma materia que yo. Son seres divinos, como yo. Y, aunque soy inmortal en tu plano, no lo soy en el suyo, ya me entiendes. ¿Qué pasaría con el mundo si me destruyen a mí, chico?
—No lo sé —repuso Palin fríamente—. ¿No te apetece hacer una apuesta sobre eso?
—Creo que será mejor que vayas ahora, muchacho —dijo Dougan mientras se rascaba la barba—. Parece que tu amigo kender está en un pequeño apuro.
—¡Si les pasa algo a Usha o a él, juro por Paladine que lo lamentarás! —prometió el joven mago—. Shirak. —Ordenó al bastón que se encendiera y se dirigió presuroso hacia los siete pinos, hacia Tasslehoff.
El kender estaba a mitad de camino de la pinada, y los seres de sombras se habían situado en línea delante de él, dejando sin vigilancia la Gema Gris.
Las pullas de un kender podían desquiciar incluso a la persona más tolerante, hacerla que asesinara y descuartizara, pero ¿los insultos de Tas habían provocado realmente que los seres de sombras abandonaran sus puestos? Palin tenía la inquietante sensación de que no era ése el caso. Le parecía mucho más probable que las criaturas ultraterrenas no tuvieran mucho interés en guardar la Gema Gris. Tenían un único objetivo, y ése era la destrucción.
Pero, si advertían que Usha intentaba coger la joya, se volverían contra ella con toda rapidez. Palin observaba a la muchacha por el rabillo del ojo, temeroso de mirarla directamente por si los seres de sombras seguían la dirección de su mirada y la descubrían. Usha se desplazaba con agilidad y en silencio a través del arruinado bosque.
Читать дальше