Jean Rabe - El héroe caído

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El héroe caído: краткое содержание, описание и аннотация

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¿Hasta qué punto puede un héroe deshornarse? ¿Tanto como para perder su alma? Dhamon Fierolobo, Héroe del Corazón del pasado, se ha sumido en una amarga vida de crimen y sordidez. Ahora, mientras los poderosos dragones, señores supremos de la Quinta Era, conspiran fríamente para consolidar su dominio y destruir a sus enemigos, Dhamon debe encontrar la fuerza de voluntad para redimirse. Aunque tal vez ya sea demasiado tarde.

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—¡Retrocede, Mal! —siseó, y el otro se apresuró a obedecer—. Separaré la cabeza de Donnag de sus desagradables hombros reales sin pensarlo dos veces.

El pecho de Dhamon se agitaba con fuerza debido al esfuerzo y tenía el cuerpo empapado de sudor. Notaba la empuñadura resbaladiza en la mano, y empujó con más fuerza el arma hacia abajo.

Maldred parecía indeciso, y paseaba la mirada entre su amigo y Donnag.

—Dhamon, suéltalo. Salgamos de aquí. Él es realmente bueno para Blode. Mátalo y arrojarás este territorio a una guerra mezquina tras otra. Tienes la espada, gran cantidad de joyas. Conozco una salida secreta de la ciudad y…

—No lo comprendes, Maldred, no tengo la espada.

El humano llevó la mano libre a la garganta de Donnag, para presionar su tráquea. El ogro jadeó y agitó violentamente los enormes brazos. Maldred se acercó más y miró por encima del hombro de Dhamon a los legañosos ojos azules del caudillo.

—¿Es eso cierto? —inquirió.

Donnag no respondió, no podía pues le habían cortado casi todo el suministro de aire. Pero la expresión de sus ojos fue suficiente, y Maldred dio un codazo a Dhamon.

—Sal de arriba de él.

Las palabras del hombretón eran frías pero autoritarias y, tras una breve pausa, Dhamon cedió. Sin embargo, mantuvo la larga espada apuntando al grueso cuello del ogro.

El caudillo se frotó la garganta y miró colérico a Dhamon, tragó saliva, y luego hizo intención de incorporarse. Esta vez fue el hombretón quien lo mantuvo inmovilizado, colocando el pie justo en el centro del pecho del ogro, mientras decía a Dhamon:

—¿Cómo sabes que no es la espada de Tanis?

—Lo sé —el guerrero estudió el feo rostro del ogro—. Lo sé porque conozco a Donnag. Nos engañó con respecto a los problemas de Talud del Cerro, piensa engañar a Fiona. La verdad es algo que desconoce por completo, Maldred. ¿Por qué tendría que darme la espada auténtica cuando puede engañarme con una hermosa pieza como ésta? —Dhamon escupió al caudillo y arrojó la espada a un lado, luego desenvainó la espada ancha que todavía llevaba, la que había robado en el hospital, y la agitó frente a los ojos del otro.

—Nos tenemos guardias —consiguió decir Donnag.

—No aquí abajo —lo atajó él—. Me di cuenta de que los dejabas a todos arriba. No confías en ellos como para dejarlos bajar aquí, ¿no es eso? ¿Temes que se lleven un poco de tus riquezas? Tu miedo te ha hecho vulnerable. Tu tesoro es tu punto débil, señoría. Bueno, ya no tendrás que preocuparte por tu valiosa colección. Los muertos no pueden gastar monedas. Y puesto que no tienes herederos, Maldred y yo podríamos muy bien llevarnos todo lo que pudiéramos transportar. Luego dejaremos que los guardas bajen aquí a coger lo que quieran. También Rig y Fiona pueden tomar lo que deseen. Y al demonio con todo tu territorio.

—¡Espera! —Por vez primera había auténtico terror en los ojos de Donnag; toda su altiva indignación había desaparecido, y su labio inferior temblaba ligeramente—. Te daremos la espada auténtica. ¡Lo juramos! ¡Deja que nos levantemos, Maldred!

—No. —Dhamon agitó la espada aproximándola más—. ¿Dónde esta?

—En… está en esa caja de acero. —El pecho de Donnag se estremeció de alivio cuando el humano retrocedió, en dirección a la caja sobre la que había saltado para llegar hasta el ogro.

—¡Vigílalo! —ordenó Dhamon a Maldred.

En cuestión de segundos, estaba ya arrodillado frente a la caja, atacando la cerradura con la punta de la espada, que se partió al abrirse el cierre. Manos sudorosas echaron atrás la tapa, que golpeó con un sonoro ruido metálico contra el suelo de piedra.

La espada guardada en su interior no descansaba sobre terciopelo ni en una vaina, como correspondería a un arma de su categoría e historia. Más bien se hallaba en el fondo de la caja, en medio de monedas de plata, correas de cuero de las que colgaban gemas sin tallar, bolsitas y otras fruslerías.

Dhamon apartó las monedas con cuidado y alzó la espada, con un brillo ansioso en los ojos. Era una espada larga, con el borde ribeteado por escritura elfa que no sabía leer, y el travesaño tenía la forma del pico de un halcón. No lucía ni con mucho tantos adornos como las otras armas expuestas en la pared del calabozo, y su confección no era tan magnífica como la de la espada con que el ogro había intentado engañarlo. Sin embargo, había algo extraordinario en ella, y el humano contuvo la respiración mientras se incorporaba y blandía el arma despacio frente a él.

—Wyrmsbane —musitó.

Dhamon alzó la hoja paralela a su rostro, y sus oscuros ojos se reflejaron en el brillante acero. ¿Era su imaginación o desprendía el metal una tenue luz propia? Puede que fuera el texto elfo, un conjuro escrito que producía el suave resplandor.

—¿Dhamon? —Maldred se encontraba junto a su hombro.

La atención del guerrero regresó veloz a Donnag, que estaba apoyado en una columna, observándolos, nervioso.

—Te dije que lo vigilaras.

—Todo va bien —respondió el hombretón—. No hará nada contra nosotros ahora. —Como si se le acabara de ocurrir, y en voz mucho más baja, dijo—: Y lo vigilo, muy de cerca. —Indicó la espada con la cabeza—. ¿ Wyrmsbane , dijiste?

—Uno de los nombres que recibía la espada.

—¿Y estás seguro de que ésta es la legendaria arma? —Los ojos de Maldred se posaron veloces sobre la pared llena de espadas, luego regresaron a Donnag, que no se había movido ni un centímetro.

—Encaja con la descripción que me dio el sabio —asintió Dhamon.

—La espada de Tanis el Semielfo.

—Ha tenido muchos dueños a través del tiempo. Muchos nombres. La mayoría la conoce como Wyrmsbane , espada hermana de Wyrmslayer .

—¿ Wyrmslayer ? ¿El arma que el héroe elfo Kith-Kanan empuñó en la Segunda Guerra de los Dragones?

Su compañero volvió a asentir.

—Se decía que Wyrmsbane no era tan poderosa, aunque fue forjada por los mismos armeros silvanestis durante aquella Guerra de los Dragones. La leyenda dice que la espada fue entregada al reino de Thorbardin, y que de allí fue a Ergoth, donde cayó en las manos de Tanis el Semielfo. Se decía que la habían enterrado con él.

—El ladrón afirmaba haber saqueado la tumba de Tanis —refunfuñó Donnag.

Dhamon echó una ojeada al interior de la caja de acero y se preguntó sin demasiado interés si alguna de las otras chucherías habría pertenecido también al famoso héroe del pasado de Krynn.

—Redentora , la llamaron también —prosiguió—. Creo que así la llamaba Tanis. Porque se forjó para redimir al mundo de las garras de los dragones.

—Ya tienes lo que querías —dijo Donnag, carraspeando—. Ahora marchad, los dos. —No había poder tras sus palabras; era como si el caudillo suplicara a Dhamon en lugar de darle una orden.

—Una prueba primero —indicó Dhamon a Maldred—. Sólo para estar absolutamente seguro. Y tú asegúrate, Maldred, de mantener los ojos fijos en Donnag.

A continuación se dirigió a lo que consideraba era el centro de la antigua mazmorra y se dio la vuelta despacio para abarcarlo todo, aunque lo cierto es que ello era imposible, pues no podía ver en los rincones de todas las celdas que se abrían desde aquella estancia. Luego sujetó el pomo con las dos manos y cerró los ojos. Los otros dos lo observaron atentamente.

—Es un arma muy antigua, esa sobre la que me preguntas —decía un hombre menudo tan encorvado por la edad que parecía un cangrejo doblado dentro de una concha.

Unos cabellos finos, como tela de araña, se aferraban a los costados de su cabeza, y una delgada barba se extendía desde la punta de la barbilla para descender hasta los pliegues de una desgastada túnica parda. Estaba agachado sobre una mesa en una sórdida taberna de una zona peligrosa de Kortal, una ciudad situada al este de las septentrionales montañas Khalkist en el territorio de la señora suprema Roja.

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