Greg Bear - Música en la sangre

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Música en la sangre: краткое содержание, описание и аннотация

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Vergil Ulam era el genio del proyecto biológico. La reestructuración de las células. Células capaces de pensar. Cuando Genetron canceló el proyecto, Vergil sacó el trabajo de su vida fuera del laboratorio del único modo que podía: Inyectándose el mismo con ellas. Al principio, los efectos de los linfocitos inteligentes se redujeron a pequeños milagros, su vista , su estado general de salud, incluso su vida sexual, mejoraron. Pero ahora, algo extraño está ocurriendo. La trama celular de Vergil está capacitada para formar organismos complejos e incluso sociedades completas en su sangre y en su cuerpo. Vergil lleva consigo un universo. Un universo de células.

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Luego, uno por uno, los edificios caían. Todos miraban mientras unos hombres con enorme martillos se aproximaban y echaban abajo las ruinas. Se dio la vuelta para observar la reacción de sus amigos y vio que todos habían crecido, o se habían hecho viejos, y se alejaban de ella llamándola para que les siguiera.

Empezó a llorar. Sus zapatos se habían pegado al pavimento y no podía moverse.

Cuando todos los edificios habían desaparecido, el vecindario quedó convertido en un solar llano, con las tuberías alzándose en el aire y un retrete inclinado inverosímilmente sobre un tubo donde debió haber uno de los pisos superiores.

—Las cosas van a cambiar otra vez, Suzy. —Sus zapatos se despegaron y al darse la vuelta vio a Cary, embarazosamente desnudo.

—Jesús, ¿no tienes frío? —preguntó—. No, además daría igual. Sólo eres un fantasma.

—Bueno, supongo —dijo Cary, sonriendo—. Hemos querido todos darte calor.

¿Sabes? Todo esto va a cambiar otra vez, y queríamos que pudieras elegir.

—No estoy soñando, ¿verdad?

—No —sacudió la cabeza—. Estamos en la manta. También puedes hablar con nosotros cuando te despiertes, si quieres.

—La manta… ¿todos vosotros? ¿Mamá y Kenny y Howard?

—Y muchos otros, también. Tu padre, si quieres hablar con él. Es un regalo — dijo—. Es una especie de regalo que se va. Todos nos hemos prestado voluntarios, pero hay otros muchos, más de los que estrictamente necesitamos.

—Lo que dices no tiene sentido, Cary.

—Tú lo conseguirás. Eres una chica muy fuerte, Suzy.

El fondo del sueño se había puesto nebuloso. Ambos estaban envueltos por una penumbra marrón anaranjada, y el distante cielo destelleaba en naranja como si hubiera hogueras en el horizonte. Cary miró en torno y asintió.

—Son los artistas. Hay tantos artistas y científicos que casi me siento perdido.

Pero pronto voy a ser uno de ellos tal como he decidido. Nos dan tiempo. Nos honran, Suzy. Saben que nosotros los hicimos y nos tratan muy bien. Sabes, ahí atrás —rizo un gesto hacia la oscuridad—, podríamos vivir juntos. Hay un sitio donde piensan todos ellos. Es como la vida real, como en el mundo real. Puede ser como antes, o como va a ser en el futuro. De la manera que quieras.

—No me voy con vosotros, Cary.

—No. No pensé que fueras a hacerlo. Yo, en realidad, no tuve elección al unirme a ellos, pero ahora no lo lamento. Nunca hubiera sido en Brooklyn Heights tanto como soy ahora.

—También eres un zombi.

—Soy un fantasma —le sonrió—. De todos modos, una parte de mí se va a quedar contigo, por si quieres hablar. Y otra parte se marchará con ellos cuando llegue el cambio.

—¿Va a ser otra vez como antes? Cary denegó con la cabeza.

—Nunca será igual. Y… mira, yo no entiendo todo esto, pero no va a tardar mucho en producirse otro cambio. Nada volverá a ser igual que antes.

Suzy miró a Cary con firmeza.

—¿Crees que me vas a tentar por estar desnudo? Cary se miró.

—Ni se me había ocurrido —dijo—. Eso demuestra lo natural que me estoy volviendo. ¿No te vas a echar atrás? Suzy meneó la cabeza con firmeza.

—Soy la única que no se puso enferma —dijo.

—Bueno, la única no. Hay otros veinte o veinticinco. Los estamos cuidando lo mejor que podemos. Ella prefería ser la única.

—Muchas gracias —dijo con sarcasmo.

—De cualquier modo, utiliza la manta. Cuando llegue el cambio envuélvete bien en ella. Habrá un montón de comida alrededor.

—Bien.

—Creo que ahora te vas a despertar. Me voy de aquí. Cuando te despiertes podrás vernos también. Durante un rato.

Suzy asintió.

—No la tires —advirtió Cary—. Te protegerá.

—No la tiraré.

—Bueno.

Se acercó a ella y tocó sus brazos cruzados con la palma abierta.

Suzy abrió los ojos. El amanecer se alzaba con pálida luz anaranjada sobre los tubos. La superficie del hoyo y los tubos estaban fríos.

Se arropó más con la manta y esperó.

43

Paulsen-Fuchs se encontraba en la cámara de observación, inclinado hacia delante sobre la mesa, con los ojos entornados. Ya había tenido bastante de mirar hacia lo que estaba tendido en el camastro del laboratorio de aislamiento.

De madrugada, Bernard había perdido ya su forma humana. Las cámaras habían captado su transformación. Ahora, una masa gris y marrón oscuro yacía sobre la cama, con prolongaciones que caían hacia el suelo a ambos lados. La masa se movía espasmódicamente, y a veces prorrumpía en un breve y violento temblor.

Antes de haber sido confinado a una sola postura, Bernard había cogido el teclado portátil y se lo había llevado consigo al camastro. El cable telefónico del mismo salía por uno de los extremos de la masa. El teclado estaba debajo, en algún sitio, o en el interior de la masa.

Y Bernard seguía enviando mensajes, aunque ya no podía hablar. El monitor del laboratorio de control había archivado un firme párrafo, la explicación de Bernard de su propia transformación.

La mayoría de lo que salía del teclado era virtualmente ininteligible. Quizá Bernard era ya casi un noocito nada más.

La transformación no facilitaba en modo alguno la decisión de Paulsen-Fuchs.

Los manifestantes —y el gobierno, al no ejercer su autoridad sobre ellos— habían pedido la muerte de Bernard, y que el laboratorio de aislamiento fuera completamente esterilizado.

Eran alrededor de los dos millones, y si sus demandas no eran atendidas, se proponían derribar Pharmek piedra a piedra. El ejército había advertido que no protegería Pharmek; la policía había declinado también toda responsabilidad.

Paulsen-Fuchs no podía hacer nada para detenerles; solamente quedaban cincuenta empleados en el edificio, ya que los otros habían sido ya evacuados.

Muchas veces consideró simplemente la posibilidad de abandonar las instalaciones, marcharse a su casa de España y aislarse él mismo por completo.

Olvidar lo que había sucedido, lo que Michael Bernard le había traído.

Pero Heinz Paulsen-Fuchs había estado en los negocios durante demasiado tiempo como para retirarse sin más. De muy joven, había visto a los rusos entrar en Berlín. Había ocultado todos los indicios de su entusiasta pasado nazi, e intentó pasar lo más desapercibido posible, pero no se había retirado. Y durante los años de la ocupación, había trabajado en tres trabajos diferentes. Se quedó en Berlín hasta el 1955, cuando él y otros dos fundaron Pharmek. La compañía había estado al borde de la bancarrota por el caso de la talidomida; pero él no se retiró.

No: no derogaría responsabilidades. Accionaría la palabra que iba a enviar los gases esterilizantes al laboratorio de aislamiento. Luego daría instrucciones a los hombres, que entrarían con antorchas para acabar el trabajo. Esto significaba la derrota, pero al menos se quedaría, no tendría que ir a esconderse en España.

No tenía ni idea de qué harían los manifestantes una vez muerto Bernard. Salió de la cámara de observación y se dirigió al laboratorio de control, para leer en el monitor el mensaje de Bernard.

Hizo pasar por el monitor el texto del diario de Bernard desde el principio. Leía lo bastante deprisa como para no perderse ni una sola palabra. Quería revisar lo que Bernard ya había dicho, para ver si así podía encontrarle más sentido a la totalidad del mensaje.

Registro final del diario cibernético de Bernard; hora de inicio: 0835.

Gogaríy. Se habrán ido en unas semanas.

Sí, se comunican. Parientes menores. Estallidos de la «plaga» que ni siquiera sospechamos en Europa. Asia, Australia, personas sin síntomas. Ojos y oídos, se reúnen, aprenden asimilando la enorme cosecha de nuestras vidas e historia.

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