Greg Bear - Música en la sangre

Здесь есть возможность читать онлайн «Greg Bear - Música en la sangre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1987, ISBN: 1987, Издательство: Ultramar, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Música en la sangre: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Música en la sangre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Vergil Ulam era el genio del proyecto biológico. La reestructuración de las células. Células capaces de pensar. Cuando Genetron canceló el proyecto, Vergil sacó el trabajo de su vida fuera del laboratorio del único modo que podía: Inyectándose el mismo con ellas. Al principio, los efectos de los linfocitos inteligentes se redujeron a pequeños milagros, su vista , su estado general de salud, incluso su vida sexual, mejoraron. Pero ahora, algo extraño está ocurriendo. La trama celular de Vergil está capacitada para formar organismos complejos e incluso sociedades completas en su sangre y en su cuerpo. Vergil lleva consigo un universo. Un universo de células.

Música en la sangre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Música en la sangre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Es el generador de emergencia del sótano. Siguió funcionando un tiempo después de que las luces de la ciudad se apagaran, pero no queda combustible, ¿sabes? De modo que tuvimos que ir a buscarlo. Nos dijeron cómo teníamos que hacerlo y lo pusimos en marcha antes de montarte a ti —dijo Howard.

—Sí. Para ellos es difícil reconstruir a montones de gente, así que sólo nos han hecho a mamá y a nosotros. No al supervisor de mantenimiento del edificio para los demás. Nosotros hemos hecho todo el trabajo. Has estado dormida un buen rato, ¿sabes?

—Dos semanas.

—Por eso tu rodilla está mejor.

—Por eso, y por…

—Shh! —dijo Kenneth levantando la mano para hacer callar a su hermano—.

Todo de golpe no.

Suzy los miró a ambos mientras la guiaban por el restaurante.

Era a última hora de la tarde. La ciudad, claramente visible desde las ventanas panorámicas del comedor, no estaba ya cubierta por las láminas marrones y blancas.

No podía reconocer ningún lugar. Antes, podía por lo menos descifrar las escondidas formas de los edificios, los valles de las calles y los perfiles de los barrios.

No era el mismo lugar.

Gris, negro, blanco de mármol deslumbrante, ordenados en pirámides y en poliedros multifacéticos, algunos tan traslúcidos como el cristal escarchado. Losas de centenares de pies de altura marchaban como dóminos a lo largo de lo que una vez fue West Street, desde el parque Battery al Riverside. Todas las formas y volúmenes de los edificios de Manhattan habían sido como metidas en un mismo saco, y sacudidas, reordenadas y repintadas.

Pero las estructuras ya no eran de acero y cemento. Suzy no sabía lo que eran.

Vivas.

Su madre estaba sentada a una mesa bien colmada de alimentos. Diferentes fuentes de ensaladas, un grueso jamón parcialmente tajado, bandejas con aceitunas y pepinillos a los lados, pasteles y postres. Su madre sonrió y se levantó, abriéndole los brazos. Llevaba un costoso vestido de Rabarda, con largas mangas con orlas y cuentas bordadas, y tenía un aspecto absolutamente magnífico.

—Suzy —dijo la madre—. No pongas esa cara tan seria. Hemos vuelto para verte.

Abrazó a su madre, sintiendo carne sólida, y abandonó el pensamiento de que aquello era un sueño. Era real. Sus hermanos no la habían recogido en casa — eso no podía ser real, ¿no?—, pero sí que la habían subido en el ascensor, y allí estaba ella con su madre, cálida y llena de amor, esperando para dar de comer a su hija.

Y sobre el hombro de su madre, afuera de la ventana, la ciudad cambiada. Eso no hubiera podido imaginárselo ella, ¿verdad?

—¿Qué pasa, madre? —preguntó, frotándose los ojos y echándose hacia atrás, mientras miraba a Kenneth y Howard de soslayo.

—La última vez que te vimos, estábamos en la cocina —dijo su madre, como para iniciar la narración—. En aquel momento yo no tenía muchas ganas de hablar. Estaban ocurriendo montones de cosas.

—Estabais enfermos —dijo Suzy.

—Sí… y no. Ven y siéntate. Debes de tener hambre.

—Si he estado durmiendo dos semanas, tendría que haberme muerto de hambre —dijo.

—Todavía no se lo cree —dijo Howard, haciendo una mueca.

—Shh! —dijo su madre, apartándole—. Vosotros tampoco os lo creeríais, ¿no?

Ninguno de vosotros. Admitieron que probablemente no.

—Tengo hambre, de todos modos —reconoció Suzy. Kenneth acercó una silla y Suzy se sentó frente a un inmaculado servicio de mesa de porcelana fina y plata.

—Quizá nos hemos pasado de elegantes —dijo Howard—. Todo es demasiado, como en un sueño.

—Sí —dijo Suzy. Se sentía como un poco bebida, contenta, y ya no le importaba si aquello era real o no—. Payasos, os habéis pasado de rosca.

Su madre le llenó el plato de jamón y ensaladas, y Suzy señaló hacia las patatas en salsa.

—Eso engorda —dijo Kenneth.

—Cállate —replicó Suzy. Pinchó con el tenedor un trozo de jamón, se lo llevó a la boca y empezó a masticarlo. Real. El mordisco en el tenedor, real—. ¿Sabéis qué es lo que ha pasado?

—No todo —dijo la madre, sentada a su lado.

—Ahora podemos ser mucho más listos si queremos —dijo Howard.

Suzy se sintió dolida por un momento; ¿se refería a ella? Howard siempre se había avergonzado de sus notas, era un trabajador duro pero nada brillante. Sin embargo, era más espabilado que su lenta hermana.

—Ni siquiera necesitamos nuestros cuerpos —dijo Kenneth.

—Más despacio, más despacio —les amonestó la madre—. Es muy complicado, cielo.

—Ahora somos dinosaurios —dijo Howard, pinchando un trozo de jamón sin sentarse. Hizo una mueca y soltó la tajada que había levantado.

—Cuando estábamos enfermos —empezó la madre. Suzy dejó caer el tenedor y se puso a masticar pensativa, escuchando no a su madre, sino a otra cosa.

Os curaron Os aman Necesitan —Oh, Dios mío —dijo tranquila masticando su bocado de jamón. Se lo tragó y les miró. Levantó la mano. Líneas blancas por el dorso, extendiéndose hasta más allá de la muñeca para formar débiles redes bajo la piel de su brazo.

—No te asustes, Suzy —dijo su madre—. Por favor, no te asustes. Te dejaron estar porque no podían entrar en tu cuerpo sin matarte. Tienes una química inhabitual, cariño. A otros también les pasa. Pero eso ya no es problema. De todos modos, es a tu elección, cielo. Escúchanos… y escúchales a ellos. Ahora están mucho más sofisticados, cariño, saben mucho más lo que se hacen que cuando entraron en nosotros.

—Estoy enferma también, ¿verdad? —preguntó Suzy.

—Son tantos —dijo Howard abriendo sus brazos hacia la ventana— que podrías contar cada grano de arena sobre la Tierra, y cada estrella del cielo, y todavía no llegarías a su número.

—Ahora escucha —dijo Kenneth, acercándose a su hermana—. Tú siempre me escuchas, ¿verdad?

Ella asintió con un gesto infantil, lento y deliberado.

—No quieren hacer daño, ni matar. Nos necesitan. Somos una pequeña parte de ellos, pero nos necesitan.

—¿Sí? —preguntó Suzy con voz débil.

—Nos aman —dijo su madre—. Dicen que proceden de nosotros, y nos aman como… como tu a tu cuna, la que está en el sótano.

—Como nosotros queremos a mamá —dijo Kenneth. Howard asintió con un gesto serio.

—Y ahora lo someten a tu elección.

—¿Qué elección? —preguntó Suzy—. Están dentro de mí.

—La elección entre que sigas como estás o que te unas a nosotros.

—Pero vosotros estáis como yo, ahora. Kenneth se arrodilló a su lado.

—Nos gustaría mostrarte cómo es, cómo son.

—Os han lavado el cerebro —dijo Suzy—. Yo quiero estar viva.

—Con ellos estamos incluso más vivos —dijo su madre—. Cielo, no nos han lavado el cerebro, nos han convencido. Al principio nos lo pasamos mal, pero eso ya no es necesario ahora. No destruyen nada. Pueden guardarlo todo en su interior, en memoria, pero es mejor que la memoria…

—Porque tú puedes pensarte dentro, y estar allí, como eras…

—O serás —añadió Howard.

—Todavía no entiendo lo que queréis decir. ¿Quieren que pase de mi cuerpo?

¿Van a cambiarme, como a vosotros, como a la ciudad?

—Cuando se está con ellos, ya no hace falta el cuerpo —dijo su madre. Suzy la miró con horror—. Suzy, cariño, hemos estado allí. Sabemos lo que estamos diciendo.

—Parecéis de una secta —dijo Suzy suavemente—. Siempre me habéis dicho que los de las sectas y la gente así se aprovechan de los demás. Ahora estáis intentando lavarme el cerebro. Me dais de comer y me hacéis sentirme bien, y ni siquiera sé si sois mi madre y mis hermanos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Música en la sangre»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Música en la sangre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Música en la sangre»

Обсуждение, отзывы о книге «Música en la sangre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x