Juan Aguilera - El refugio

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Aguilera - El refugio» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El refugio: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El refugio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

2024 d.C.: Un heterodoxo arqueólogo jesuita descubre en Marte los ruinas de una civilización desaparecida.
2029 d.C.: Sobre el lecho seco del mar de Aral, en el centro de la meseta de Ustyurt, aparece una forma de vida vegetal no terrestre.
2034 d.C.: Una inimaginable catástrofe cósmica se abate sobre la Tierra.
2039 d.C.: La humanidad diezmada se esfuerza en salir adelante, mientras una expedición espacial parte en busca de los culpables del Exterminio. En el curso de su viaje descubrirá una amenaza que empezó millones de años atrás.

El refugio — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El refugio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Adhirió la bomba bajo el saliente y comenzó a caminar de nuevo. Debía dispersar las bombas para dificultar su localización. Situó la siguiente entre un amasijo de vigas destrozadas.

Siguió caminando. Empezaba a extrañarle la ausencia de enemigos. ¿Sería posible que no los hubiesen descubierto? Indudablemente, la torre era grande, con mil lugares en que buscarlo, pero la zapatiesta que armó Karl debió alertarlos, por tontos que fueran.

O tal vez, sí eran tontos… aquellos bichos quizá no fuesen distintos a los que nombraba el informe de la Hoshikaze. La facultad de autorreparación de la torre quizás incluyese brigadas de mantenimiento.

¿Dónde poner la siguiente? Aquí, pegada a una de las vías del elevador. No había visto descender ninguno, quizás habían suspendido el tráfico. Estaba buscando un lugar para instalar la cuarta cuando los alienígenas cayeron sobre él.

Muchos kilómetros más abajo, el mar se había convertido en un escenario de pesadilla. Los proyectiles caían desde el cielo levantando inmensos surtidores de agua y vapor; raras veces impactaban sobre un barco, pero eso no importaba. Las enormes olas se sucedían una tras otra, causando estragos en los puntos de caída. Nubes de vapor recién condensado cubrían el cielo, descargando lluvias calientes.

Cuando el primer monstruo cayó sobre él, Lucas pensó que era un fragmento de las vigas. Súbitamente reparó en las patas.

Gritó de terror. Una criatura se arrastraba sobre la cabeza de su robot, como un horrible insecto o araña. Trató de sacudirla con una pinza, y casi pegó contra la cabeza. Otras dos saltaron.

Lucas las aplastó contra la viga más cercana, golpeando su cabeza contra la misma, como un toro embistiendo. Las cosas surgieron de sus escondrijos, y sus ametralladoras rugieron barriéndolas. Otras más aparecieron bajo él. Furioso, las aplastó con las patas. Parecían estar por todas partes… disparó de nuevo, las aplastó con pinzas y patas…

¡¡LUCAS!!

– NO VENGÁIS -gritó-. PONEOS A SALVO. LA MIS…

Una fuerte explosión lo hizo saltar. Su cabeza golpeó contra el acolchado viscoso que lo envolvía. Aturdido, trató de mirar en torno; algo parecía funcionar mal… no podía interpretar nada de lo que veía… intentó agarrarse. De repente descubrió que no tenía brazo derecho… ¿o era el del robot? Estaba cayendo.

Un tremendo golpe le sumió en la oscuridad.

Flotaban en un cielo azul oscuro sobre un manto de nubes color pergamino, que reflejaban la luz del distante sol.

Sobre el Piccard podían advertirse algunos cirros de amoníaco, nubes altas y leves como plumas. El sol formaba un halo al refractarse su luz a través de los minúsculos cristales de amoníaco sólido.

El paracaídas del que colgaban hacía ahora el papel de un ala delta, llevándolos en un suave planeo hacia las nubes de abajo. Era hora de hinchar el dirigible. Presionó otra palanca.

La complicada estructura se desplegó como un telescopio. Al instante, los calentadores empezaron a llenar las celdillas de gas con hidrógeno caliente.

Al reducirse la velocidad por la resistencia que presentaba el dirigible, el paracaídas colgó inerte. Lenov vigilaba el altímetro; no respiró tranquilo hasta que se mantuvo constante: ahora flotaban apaciblemente en el cielo de Júpiter.

Triunfal, anunció por la radio:

– Aquí Piccard. Hemos tomado tierra… bueno, hemos tomado aire.

El altavoz le llevó un alegre clamor.

¡Enhorabuena, Piccard/ Transmite señal de vídeo.

– Enterado… ahí va. -Leyó los instrumentos-. Estamos a diez mil metros sobre el techo de las nubes… Nuestra altura es de 130 kilómetros… qué barbaridad, en la Tierra sería una órbita de satélite… la presión no es alta: 0,4 atmósferas; hace un frío que pela, de 153 bajo cero. Ahora conecto los sensores neurales de Semi. Es todo tuyo, preciosa.

Enterado, Vania -respondió el delfín.

A partir de ahora, debía confiar en el innato sentido de las corrientes de Semi, amplificado por los instrumentos. El Piccard soltó un poco de gas y la hélice principal empezó a voltear. El delfín inclinó los timones horizontales, y el dirigible empezó un lento picado, descendiendo en dirección a las nubes blancoamarillentas de abajo.

Lenov notó que podía ver el movimiento de las sombras con el paso del tiempo. Sorprendente pero lógico: Júpiter tiene una rotación de unas nueve horas. Trescientos sesenta grados en nueve horas… hmmm… cosa de dos tercios de grado por minuto. O sea, el ancho de la luna llena cada medio minuto. ¡No es raro que se percibiese a simple vista!

A medida que descendían, las nubes eran más claramente visibles. Lenov sabía que eran nubes de cristalitos de amoníaco, muy similares a los cirros terrestres. Sobre sus cabezas se advertían pequeñas colas de gato, como decían los marinos.

A Lenov le preocupó; la atmósfera del colosal planeta no es demasiado sosegada. Como confirmando sus temores, el delfín dijo:

Siento turbulencias, Vania. Una corriente ascendente.

En efecto, la sonda estaba siendo zarandeada, subiendo y bajando varios metros cada vez.

– ¿Sí? Eso es que descendemos en el centro de la zona. Dirígete un poco al norte.

Bien.

El Piccard tomó un nuevo rumbo. Los vientos ascendían en tromba por el centro de la zona, dividiéndose en dos, al norte y al sur, en dirección a los bordes.

Al igual que en la Tierra, el aire caliente ascendía y los vapores disueltos se condensaban; tan sólo que aquí los vapores eran de agua y amoníaco, en lugar de agua sola. Las corrientes de aire ascendente caliente y húmedo eran las responsables de la capa de nubes; un efecto comparable a los alisios en la Tierra.

La fuerza de Coriolis, mucho más intensa en Júpiter, desviaba este movimiento al oeste y al este. Allí, en el borde ecuatorial de cada zona, los vientos soplaban hacia el oeste; en el borde opuesto hacia el este. Por ello, el Piccard fue arrastrado a gran velocidad.

– Piccard, estáis derivando al noreste.

– Sí, Yuriko, lo sabemos. El centro de la zona es muy movido.

Bien, tened cuidado.

Cuando el Piccard alcanzó la capa de nubes, se sumergió en ella. Lenov contempló con suspicacia el marfileño puré que los rodeaba, que tendía a hacerse más y más oscuro.

– Confío que sepas lo que haces.

Descuida.

Lenov tocó un botón y quedó al descubierto un panel. Allí se quedarían pegadas cualquier clase de partículas atmosféricas, como moscas sobre papel adhesivo. Un tubo inhaló una mezcla de gases y cristales de amoníaco.

– Muestras recogidas. Sigue el rumbo, abajo y al norte.

Bien. Creo que no tardaremos en salir de las nubes.

– Estupendo.

La luz ambiente empezó a aumentar; la calima se volvió de un blanco luminoso, y se hallaron fuera de la zona, en la frontera con el cinturón adyacente…

Era una visión impresionante.

El Piccard se hallaba en un desfiladero de nubes. A la izquierda, los celajes de amoníaco blancoamarillentos de los que habían salido. A la derecha, separada por una inmensa brecha de aire claro, un imponente murallón de cúmulos color castaño.

Las nubes se retorcían, se arremolinaban y se alejaban a ambos lados, ya que el Piccard flotaba justo donde los vientos son más fuertes, de cuatrocientos kilómetros hora… Naturalmente, no podían advertirlo; su aparato era arrastrado por el propio viento.

Atención, Piccard. Atención, Piccard.

– ¿Qué sucede, Yuriko?

Mejor será que os apartéis del camino que lleváis. Ante vosotros se está formando un huracán del tamaño de Rusia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El refugio»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El refugio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El refugio»

Обсуждение, отзывы о книге «El refugio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x