Siguió subiendo y llegó a la amplia plataforma de piedra que se había elevado por el crecimiento del árbol. Un sacerdote estaba sentado al borde de ésta, con un pincel en una mano y una especie de libro forrado con piel de jaguar sobre sus rodillas. Ni siquiera lo miró. Sus ojos estaban fijos en la selva y Lisán logró distinguir el dibujo de círculos intersecados que había copiado cuidadosamente. No había sido una alucinación.
En el centro geométrico de la plataforma había una humilde choza de palos y techo de paja. Y, frente a ella, estaba el Uija-tao. Lisán caminó hacia él.
– Te esperaba -dijo el anciano.
Estaba tirado sobre el suelo de piedra, con las manos cruzadas contra el pecho y la cabeza girada hacia la selva. Miraba hacia lo lejos por encima de la manta de árboles. Respiraba lentamente, como si tragar cada bocanada de aire representara un gran esfuerzo.
– ¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo? -le preguntó Lisán.
– Estoy llegando al final de este cuerpo, pero no te preocupes, mi alma permanecerá en el mundo y quizá volvamos a encontrarnos algún día.
– ¿Cómo puede ser eso?
El anciano suspiró y dijo:
– El chu'lel es nuestro origen y nuestro destino. De él derivan los hombres y las cosas, y todo retorna a él indefinidamente. Tras la muerte el alma regresa al chu'lel y pierde su identidad, como un cuenco de agua vertido en el mar… Pero algunos hemos aprendido a preservar nuestras almas íntegras. De ese modo podemos regresar una y otra vez a este mundo, siempre con los mismos recuerdos.
– ¿Tú recuerdas otras vidas?
– Sí. -El anciano sonrió con su boca rígida y desdentada-. Y tú también lo harás, si verdaderamente eres un Perceptor.
– ¿Tú crees que lo soy?
– Eso ya se verá.
– ¿Por qué siempre eludes darme respuestas claras?
– No aprenderás nada haciendo preguntas.
– ¿Cómo entonces?
– Debes experimentar el Verdadero Conocimiento, como hiciste en el fondo del cenote.
– ¿Debo morir? Porque eso fue lo que pretendías cuando me llevaste allí.
– Tu vida está en manos de los dioses, como la de todos nosotros en estos tiempos de transición, a medio camino entre la predestinación y el libre albedrío. Pero las visiones que obtuviste son de un gran valor y hubieran justificado tu sacrificio.
– ¿Acaso tú sabes qué fue lo que vi?
– Apenas has rozado la verdadera piel del Universo. Y el chu'lel te mostró algo… ¿No es así? ¿Qué crees que era eso que viste?
– El futuro. El Fin del Mundo.
El Uija-tao torció el gesto y se echó un poco hacia atrás. Se diría que Lisán le había dado una respuesta realmente estúpida y se sintiera decepcionado. Sin embargo, al hablar sus palabras fueron suaves:
– Ma'. No es exacto. El futuro no está escrito y nadie puede verlo. Tan sólo es posible inferirlo. Y lo que viste fue el fin de uno de los cuatro mundos que existieron antes que el nuestro. El pasado, no el futuro. Esos acontecimientos sucedieron muy cerca de aquí. -El Uija-tao señaló hacia el horizonte plano-. Fíjate en que todo lo que nos rodea estuvo una vez bajo el mar y emergió cuando la roca caída de los cielos golpeó la piel de la Tierra, sacudiéndola como a una manta vieja. Fue una gran catástrofe, que acabó con casi toda la vida, con las enormes bestias que entonces habitaban aquí. Está escrito: «Como ya aconteció en el pasado remoto, los dioses lo destruirán todo y todo volverá a empezar en un nuevo mundo».
– ¿Por qué? -preguntó Lisán-. ¿Qué sentido tiene tanta muerte?
– Muerte y resurrección, ése es el principio básico del Universo. El mundo inanimado avanza irremediablemente hacia el caos. Ésta es una fuerza imparable que hace girar los engranajes del tiempo y que arrastra al Universo hacia su destrucción. Y sólo la vida es capaz de remontar esa catarata, de obligarla a fluir hacia arriba.
– ¿La vida?
– Beey, dzul. La vida ha creado el Universo a su imagen y conveniencia, y lo mantiene… Es la fuerza más poderosa y la más compleja… -El Uija-tao arrancó un trocito de piedra de una de las losas del suelo y lo desmenuzó entre sus dedos-. Fíjate, dzul , la piedra se degrada y se convierte en polvo. Hasta el Sol se transformará algún día en cenizas, pero la vida permanecerá, como este árbol que ha crecido a través de las viejas piedras, creando orden a partir del caos. La fuente trascendente de la vida es la energía que proviene del Gran Todo.
– ¿Estás hablando de Allah?
– ¿Allah?
– Es el nombre que le damos a Dios en mi mundo.
El Uija-tao le dirigió una desdentada sonrisa de complicidad.
– No lo sé. Ni siquiera yo sé tanto. Pero Dios, o Allah, o Hunab Ku, son sólo palabras que inventamos los humanos para describir ese poder autotrascendente que obligó al Universo a conformarse de tal manera que permitiera la existencia de la vida.
– Vi el confín del cielo sin estrellas, donde la oscuridad es eterna… -dijo Lisán mientras cerraba con fuerza los ojos para volver a recrear aquella fantástica visión-. Allí flotaban miles y miles de montañas de hielo, ejecutando una extraña danza… Y cada una de estas islas estaba habitada por una criatura que no acierto a describir… Sus cuerpos…
– Sus cuerpos están formados por el chu'lel en estado puro.
– Pero… ¿qué es el chu'lel ?
– Es, a la vez, la propia actividad de la vida y la consecuencia de ese poder autotrascendente que constantemente eleva a la vida más allá de sus límites. Toda la superficie de esos pequeños mundos helados está cubierta por los minúsculos granos vivientes del chu'lel , para así absorber cada partícula de calor del lejano Sol… En un tiempo, Nun-Yal-He habitó en uno de esos cometas y fue uno más de ellos, pero un día descubrió que en la Tierra hay luz y calor en abundancia y que la vida podría prosperar aquí a toda velocidad. Por eso él quiso venir. Sólo faltaba algo para que éste fuera un mundo perfecto: el agua. No había agua en la Tierra, pero él la trajo desde su confín helado. Y con ella inundó todos los mares…
– El Dios que Descendió.
– Beey. Porque eso fue lo que hizo: descender. Pero al hacerlo despertó las envidias de sus hermanos y también su miedo.
– ¿Por qué?
– Se había vuelto demasiado poderoso. En el hielo la vida discurre con tranquilidad, las reacciones son torpes y los pensamientos se arrastran tan lentos como un liquen. Desde su punto de vista, Nun-Yal-He se había transformado en un monstruo capaz de desarrollar un poder inconcebible. Durante un tiempo fingieron seguir siendo sus aliados, pero ya esperaban el momento oportuno para atacar. Y así fue. Arrojaron una de sus islas heladas contra la Tierra y provocaron una catástrofe que a punto estuvo de acabar con toda la nueva vida que apenas estaba germinando. La mente de Nun-Yal-He fue destruida en ese Primer Mundo, pero de su cuerpo fragmentado, del chu'lel , volvió a surgir la vida.
– ¿Qué clase de vida?
– Los habitantes del Segundo Mundo. Fueron seres muy poderosos porque nacieron con parte de la memoria de Nun-Yal-He y eran capaces de hacer grandes prodigios. Los mexica los llaman teules , y muchos los toman por dioses, pues tal era su poder.
– Nosotros los llamamos «ÿinn». Dime, ¿qué pasó con ellos?
– Los seres del hielo destruyeron también su mundo. Pero unos pocos teules sobrevivieron y han permanecido ocultos hasta nuestros días. Hubo un Tercer Mundo, cubierto por bosques y en el que los hombres nacían de grandes vainas que colgaban de ellos. Y un Cuarto, habitado por lagartos gigantescos y por los enanos ajustadores. Ambos destruidos también.
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