Arthur Clarke - Canticos de la lejana Tierra

Здесь есть возможность читать онлайн «Arthur Clarke - Canticos de la lejana Tierra» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Год выпуска: 1989, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Canticos de la lejana Tierra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Canticos de la lejana Tierra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Canticos de la lejana Tierra — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Canticos de la lejana Tierra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Allí estaban, pues, durmiendo a su alrededor, los cientos de miles de colonos para los que la Tierra era aún, en sentido literal, un recuerdo de ayer mismo. ¿Qué estarían soñando, se preguntó, a menos de la mitad de su sueño de quinientos años? ¿Acaso la mente soñaba algo en aquella sorda tierra de nadie entre la vida y la muerte? Según Loren, no; ¿pero quién podía estar del todo seguro?

Mirissa había visto dos vídeos de abejas realizando su misterioso trabajo de un lado a otro de su enjambre; se sintió como una abeja humana siguiendo a Loren, cogidos de la mano, a lo largo de la red de barandillas que se entrecruzaban sobre la pared del gigantesco panal. Ahora ya se sentía cómoda en la gravedad cero y ni tan siquiera notaba el penetrante frío. De hecho, apenas notaba su cuerpo—y a veces tenía que convencerse a sí misma de que aquello no era un sueño del que iba a despertar.

Las celdas no tenían nombre, pero todas ellas se identificaban por un código alfanumérico; Loren fue con decisión a la H—354. Al presionar un botón, el contenedor hexagonal de metal y cristal se deslizó hacia fuera sobre unos rieles telescópicos para mostrar a la mujer durmiente que yacía en su interior.

No era bonita, aunque era injusto emitir un juicio sobre una mujer sin la gloria suprema de su cabello. Su piel era de un color que Mirissa no había visto nunca, y tenía noticia de que había llegado a ser poco frecuente en la Tierra—un negro tan oscuro que casi contenía una pizca de azul. Además era tan perfecta que Mirissa no pudo evitar un arrebato de envidia; vino a su mente una imagen fugaz de cuerpos entrelazados, de ébano y marfil, una imagen que la perseguiría en los años venideros.

Volvió a mirar aquel rostro. Incluso en el reposo de varios siglos de duración, mostraba determinación e inteligencia. « ¿Habríamos sido amigas? — se preguntó Mirissa—. Lo dudo; nos parecemos demasiado. »

« Así que tú eres Kitani, y llevas al primer hijo de Loren a las estrellas. ¿Pero será en verdad el primero, ya que nacerá siglos después del mío? Primero o segundo, le deseo todo lo mejor… »

Aún estaba paralizada, aunque no sólo por el frío, cuando la puerta de cristal se cerró tras ellos. Loren la condujo con suavidad por el pasillo y dejaron atrás al Guardián.

Una vez más, sus dedos rozaron la mejilla del inmortal niño de oro. Por un momento, y con gran sobresalto, le pareció que estaba caliente al tacto; entonces se dio cuenta de que su cuerpo todavía se estaba adaptando a la temperatura normal.

Esto sólo le llevaría minutos; ¿pero cuánto tiempo pasaría, se preguntó, hasta que el hielo de su corazón se derritiera?

54. Despedida

Es la última vez que hablaré contigo, Evelyn, antes de empezar mi largo sueño. Todavía estoy en Thalassa, pero la nave sale para la Magallanes dentro de unos minutos; ya no puedo hacer nada hasta que aterricemos dentro de trescientos años…

Siento una gran tristeza: acabo de despedirme de mi mejor amiga aquí, Mirissa Leonidas. ¡Cómo te hubiera gustado conocerla! Ella es probablemente la persona más inteligente que he conocido en Thalassa. Los dos hemos tenido largas conversaciones, aunque temo que algunas se convirtieron más bien en esos monólogos por los que tú tantas veces me criticabas…

A veces me preguntaba acerca de Dios; pero quizá no supe contestar a su pregunta más inteligente.

Poco después de la muerte de su querido hermano, me preguntó:

« ¿Para qué sirve el dolor? ¿Cumple acaso alguna función biológica? »

Es curioso que nunca hubiera pensado seriamente en esto. Si recordáramos a los muertos sin emoción (en el caso de que los recordáramos alguna vez) nos convertiríamos en una especie inteligente que funcionaría a la perfección. Se trataría de una sociedad completamente inhumana, pero tan próspera como lo fueron en la Tierra las de las termitas o de las hormigas.

¿Podría el dolor ser una accidental, e incluso patológica consecuencia del amor, que tiene una función biológica esencial? Éste es un pensamiento extraño y preocupante. Y sin embargo, son nuestras emociones lo que nos convierten en seres humanos. ¿Quién estaría dispuesto a abandonarlas, aun sabiendo que cada nuevo amor es prisionero de esos gemelos terroristas llamados Tiempo y Destino?

A menudo ella me hablaba de ti, Evelyn. Le desconcertaba que un hombre pudiera amar a una sola mujer durante toda su vida, incluso cuando ya había desaparecido. Una vez bromeé diciéndole que la fidelidad era algo tan ajeno a los thalassanos como los mismos celos; me replicó que habían salido ganando al no conocer ninguno de esos sentimientos.

Me están llamando; la nave me espera. Debo despedirme de Thalassa para siempre. Tu imagen también empieza a desvanecerse. Aunque soy un experto dando consejos a los demás, quizá me he aferrado demasiado a mi propio dolor, y eso no sirve a tu memoria.

Thalassa me ha ayudado a curarme. Ahora me alegro de haberte conocido, en lugar de estar triste por haberte perdido.

Una extraña calma me embarga. Por primera vez creo entender de veras los conceptos de la separación y el Nirvana de mis viejos amigos budistas.

Y si no despierto en Sagan Dos, qué más da. He cumplido mi misión aquí, y estoy contento por ello.

55. La partida

El trimarán alcanzó la orilla del banco de algas poco antes de medianoche y Brant ancló en un fondo de treinta metros. Empezaría a lanzar las bolas espía al amanecer, hasta formar una cerca entre Escorpia y la Isla Sur. Una vez establecida ésta, podría observar todas las idas y venidas. Si los escorpios encontraban una de las bolas espías y la llevaban a su casa como trofeo, tanto mejor. Continuaría operando, y sin duda proporcionaría información aún más útil que las obtenidas en mar abierto.

Ahora no había nada que hacer, excepto recostarse mecido por el tranquilo balanceo del barco y escuchar la cálida música de radio Tarna, esta noche excepcionalmente suave. De vez en cuando había un anuncio o un mensaje de buena voluntad o un poema en honor de los visitantes. Aquella noche habría muy poca gente dormida en las islas. Mirissa se preguntó fugazmente qué pensamientos debían de estar atravesando las mentes de Owen Fletcher y sus compañeros exiliados, abandonados en un mundo extraño para el resto de sus vidas. La última vez que ella los había visto en una emisión de vídeo del Norte, no parecían estar descontentos, e incluso discutían animadamente sobre las oportunidades de realizar negocios allí.

Brant estaba tan quieto que ella lo hubiera creído dormido, a no ser porque su mano permanecía fuertemente apretada a la de ella. Estaban echados el uno junto al otro, mirando las estrellas. Él había cambiado, incluso más que ella; se había vuelto menos impaciente, más considerado. Y lo mejor de todo era que había aceptado al niño, con palabras cuya bondad le habían hecho saltar las lágrimas a Mirissa: « Tendrá dos padres. »

Ahora radio Tarna empezaba la final e innecesaria cuenta atrás, la primera que ningún thalassano había oído jamás, a excepción de las históricas grabaciones del pasado. « ¿Vamos a poder ver algo? se preguntaba Mirissa—. La Magallanes se encuentra en el lado opuesto del mundo, suspendida en pleno mediodía sobre un hemisferio de océano. Nos separa todo el espesor del planeta…

— Cero… — se oyó en radio Tarna, e inmediatamente la emisora quedó acallada por un ruido infernal. Brant alcanzó los mandos de la radio y apenas había conseguido bajar el volumen cuando el cielo estalló.

El horizonte entero estaba encendido en llamas. Al Norte, al Sur, al Este y al Oeste, todo por igual. Largas serpentinas de fuego se levantaban desde el océano, a medio camino del cenit, en una exhibición celestial como Thalassa nunca había presenciado ni volvería a presenciar jamás.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Canticos de la lejana Tierra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Canticos de la lejana Tierra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Arthur Clarke - S. O. S. Lune
Arthur Clarke
libcat.ru: книга без обложки
Arthur Clarke
Arthur Clarke - Oko czasu
Arthur Clarke
Arthur Clarke - Gwiazda
Arthur Clarke
Arthur Clarke - Die letzte Generation
Arthur Clarke
Arthur Clarke - Voci di Terra lontana
Arthur Clarke
Arthur Clarke - Culla
Arthur Clarke
Arthur Clarke - Who's There?
Arthur Clarke
Arthur Clarke - The Fires Within
Arthur Clarke
Arthur Clarke - Expedition to Earth
Arthur Clarke
Arthur Clarke - 2061 - Odyssey Three
Arthur Clarke
Отзывы о книге «Canticos de la lejana Tierra»

Обсуждение, отзывы о книге «Canticos de la lejana Tierra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x