Arkadi Strugarsky - La Ciudad maldita
Здесь есть возможность читать онлайн «Arkadi Strugarsky - La Ciudad maldita» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 2004, Издательство: Ediciones Gigamesh, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La Ciudad maldita
- Автор:
- Издательство:Ediciones Gigamesh
- Жанр:
- Год:2004
- Город:Barcelona
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La Ciudad maldita: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Ciudad maldita»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Destinos truncados",
perestroika. Nicolás Roerich.
Andrei,
(
)
La Ciudad maldita — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Ciudad maldita», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
— Sí, me mareé… Ahora me siento mejor.
— ¿Necesitas algo?
— No, mejor no. Si hubiera tabaco…
— Está bien. Reparad el tractor y os daré un premio. Vete.
El Mudo se echó a un lado y Permiak se deslizó fuera de la habitación. Andrei caminó hacia la ventana y se apoyó en el antepecho, esperando los cinco minutos reglamentarios. El farol colgante oscilaba y sus destellos dejaban ver los chasis de los remolques del segundo tractor, y en las ventanas negras del edificio de enfrente brillaban restos de cristales. A la derecha el centinela, invisible en la oscuridad, caminaba de un lado a otro de la calle, haciendo sonar sus botas y silbando quedamente una melodía triste.
«No importa — pensó Andrei —, saldremos de ésta. Habrá que descubrir al cabecilla.» De nuevo imaginó cómo el sargento, a una orden suya, hacía formar a los soldados desarmados en una larga fila, y cómo él, Andrei, el jefe de la expedición, con la pistola en la mano, apuntando hacia abajo, caminaba lentamente a lo largo de la fila, examinando detenidamente aquellas caras sin afeitar, cómo se detenía ante el rostro repulsivo y enrojecido de Chñoupek y le pegaba un tiro en el estómago, otro tiro más… Sin juicio. Y eso mismo le pasaría a todo canalla, a todo cobarde, que osara…
«Pero, al parecer, el señor Pak no está absolutamente involucrado en nada — pensó —. Y gracias. Bueno, mañana todavía no pasará nada. En tres días no pasará nada, y ese tiempo es suficiente para poder meditar sobre muchas cosas. Por ejemplo, se podría encontrar un buen manantial unos cien kilómetros más adelante. Al agua seguro que irían galopando, como caballos. Qué calor hace aquí. Sólo hemos parado una noche, y ya todo huele a mierda. Y, en general, el tiempo trabaja a favor de los jefes y contra los amotinados. Siempre ha sido así, en todas partes. Hoy se han puesto de acuerdo para no seguir adelante. Mañana se levantarán enfurecidos, y les hemos organizado una parada larga. Entonces no es necesario seguir adelante, muchachos, se han molestado por gusto. Y de repente, le dan a uno gachas con ciruelas pasas, dos tazas de té y chocolate… ¡Ahí lo tiene, señor Chñoupek! Ya te atraparé, sólo necesito tiempo… Ay, qué ganas de dormir. Y de tomar un poco de agua. Pero, digamos, señor consejero, olvídate del agua. Duerme, eso es lo que necesitas. Mañana, tan pronto amanezca… Fritz, tírate por un barranco con tus ansias de expansión. Ahí lo tienes, el emperador de la gran mierda…»
— Vamos — le dijo al Mudo.
Sentado tras el escritorio, Izya seguía revisando sus papeles. Había adquirido otro mal hábito: morderse la barba. Agarraba un puñado de pelos, se los metía en la boca y comenzaba a roer. Qué espantapájaros… Andrei caminó hasta el catre y se dedicó a tender la sábana, que se le pegaba a las manos como un mantel de hule.
— Esto es lo que tenemos — dijo Izya de repente, volviéndose hacia él —. Aquí vivían bajo el gobierno de El Más Querido y Sencillo. Fíjate, todo con mayúsculas. Vivían bien, no carecían de nada. Más tarde, el clima comenzó a cambiar, hubo un gran enfriamiento. Y después ocurrió algo y todos perecieron. Encontré un diario. Su dueño se atrincheró en el piso y murió de hambre. Más exactamente, no murió, se colgó, pero lo hizo a causa del hambre, se volvió loco. Todo comenzó cuando aparecieron unos rizos en la calle…
— ¿Qué fue lo que apareció? — preguntó Andrei y dejó de quitarse los zapatos.
— Unos rizos. ¡Aparecieron unos rizos, como sobre el agua! Todo el que caía en esos rizos, desaparecía. A veces le daba tiempo de gritar, a veces ni siquiera eso, se disolvía en el aire y eso era todo.
— Qué locura — gruñó Andrei —. ¿Y qué más?
— Todos los que salían de la casa morían en aquellos rizos. Pero los que se asustaron o se dieron cuenta de que aquello pintaba mal, al principio lograron sobrevivir. Los primeros días hablaban entre ellos por teléfono, iban pereciendo lentamente. No había nada de comer, en la calle el frío era glacial, no tenían reservas de leña, la calefacción no funcionaba.
— ¿Y qué pasó con los rizos?
— No escribió nada al respecto. Te he dicho que, hacia el final, se volvió loco. La última anotación que hizo fue… — Izya pasó varias hojas de papel —. Aquí la tengo, escucha: «Ya no puedo más. ¿Y para qué? Es hora. Hoy por la mañana. El Más Querido y Sencillo ha pasado por la calle y ha mirado por mi ventana. Sonrió. Es hora». Y eso es todo. Fíjate que su piso está en la quinta planta. El pobre ató la cuerda a la lámpara del techo. Por cierto, todavía cuelga ahí mismo.
— Sí, parece que se volvió totalmente loco — dijo Andrei, metiéndose en la cama —. De hambre, sin duda. Escucha, ¿y no has averiguado nada relativo al agua?
— Por ahora, nada. Supongo que mañana tendremos que ir hasta el final del acueducto. ¿Qué, ya vas a dormir? — Sí. Y te aconsejo que hagas lo mismo. Apaga la lámpara y piérdete.
— Oye — dijo Izya, implorante —. Yo quería seguir leyendo. Tú tienes una buena lámpara.
— ¿Y la tuya, dónde está? Tú tenías una igual.
— Se me rompió accidentalmente. En el remolque. Le puse una caja encima. Sin darme cuenta.
— Cretino — dijo Andrei —. Está bien, coge la lámpara y vete.
Presuroso, Izya recogió sus papeles y apartó la silla.
— ¡Sí! — dijo, de repente —. Dagan ha traído tu pistola. Y me ha dado un recado del coronel para ti, pero se me ha olvidado…
— Está bien, dame la pistola. — Andrei la guardó bajo la almohada y se volvió de espaldas a Izya.
— ¿Y no quieres que te lea una carta? — dijo Izya, insinuante —. Parece que aquí practicaban algo parecido a la poligamia.
— Lárgate — dijo Andrei, sin levantar la voz.
Izya soltó una risita. Con los ojos cerrados, Andrei lo oía moverse, caminar, hacer crujir el parqué reseco. Después se oyó el chirrido de una puerta, y cuando abrió los ojos, todo estaba oscuro.
«Unos rizos… — pensó —. Qué cosa. Qué mala suerte tienen algunos. Y no podemos hacer nada al respecto. Sólo hay que pensar en aquellas cosas que dependen de nosotros… Digamos, en Leningrado no hubo rizos de ningún tipo. Hubo un frío salvaje, horrible, los que se congelaban gritaban en los portales cubiertos de hielo, cada vez con menos fuerza, durante muchas, muchas horas… Uno se quedaba dormido, oyendo cómo alguien gritaba, se despertaba sumido aún en aquel grito desesperado, sin que le pareciera algo horrible, más bien se trataba de algo que daba náuseas, y cuando por la mañana, envuelto en la manta hasta la barbilla, bajaba a buscar agua por las escaleras cubiertas de excrementos congelados, agarrando la mano de su madre que a su vez tiraba del trineo donde habían atado el cubo, el que gritaba yacía abajo, junto al pozo del ascensor, seguramente en el mismo lugar donde cayera la noche anterior, en el mismo sitio, sí, porque no había sido capaz de incorporarse, ni siquiera de arrastrarse, y nadie había salido a prestarle ayuda. Y no hizo falta rizo alguno. Sobrevivimos sólo porque mamá tenía la costumbre de comprar la leña al comienzo de la primavera y no en verano. La leña nos salvó. Y los gatos. Doce gatos adultos y un pequeño gatito, tan hambriento que cuando intenté acariciarlo se lanzó sobre mi mano y se puso a roer y morder mis dedos con ansiedad. Os mandaría allí, canallas — pensó Andrei con rabia repentina, acordándose de los soldados —. Aquello no era el Experimento. Y la ciudad era mucho más terrible que ésta. En aquel sitio me hubiera vuelto loco sin remedio. Me salvó el hecho de ser un niño. Los niños simplemente morían…
«Pero no rendimos la ciudad — siguió pensando —. Los que se quedaron iban muriendo poco a poco. Los amontonaban ordenadamente en los cobertizos para la leña, intentaban evacuar a los vivos, el gobierno seguía funcionando y la vida continuaba su curso, una vida extraña, delirante. Alguien moría en silencio; otro hacía algo heroico y después también moría: un tercero trabajaba en la fábrica hasta el último momento, y cuando le llegaba el día, también moría. Había quien engordaba a costa de todo eso, comprando oro, plata, perlas, pendientes, joyas, por mendrugos de pan, pero después también moría: lo llevaban a orillas del Neva y lo fusilaban, y después subían hasta la calle, y sin mirar a nadie se volvían a colgar los fusiles tras las huesudas espaldas. Había quien, con un hacha en la mano, acechaba en los callejones, comía carne humana, hasta intentaba venderla, pero de todos modos moría también. En aquella ciudad no había nada más habitual que la muerte. Pero el gobierno seguía allí, y mientras lograra permanecer, la ciudad se sostenía.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La Ciudad maldita»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Ciudad maldita» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La Ciudad maldita» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.