Stanislav Lem - El Invencible

Здесь есть возможность читать онлайн «Stanislav Lem - El Invencible» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Год выпуска: 1986, ISBN: 1986, Издательство: Minotauro, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Invencible: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Invencible»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Invencible,
El Cóndor.
El Cóndor,

El Invencible — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Invencible», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Una vez más, lo ayudó el azar. Cuando llegaba a la próxima puerta, mucho más ancha que la anterior, y a mayor altura, no lejos de un lugar por el que pasara poco antes, alcanzó a ver el brillo de un objeto metálico. Era el reductor de aluminio de un tubo de oxígeno. En una grieta casi horizontal entre el peñasco y el lecho seco del torrente, vio la oscura espalda de un hombre cubierta con una escafandra ennegrecida por el hollín. El cadáver no tenía cabeza. La terrible fuerza de la explosión lo había arrojado sobre un montón de piedras, estrellándolo contra las rocas. No lejos de allí, encontró una cartuchera intacta con un arma reluciente, como recién lustrada. Rohan se guardó el arma. Quiso identificar el cadáver, pero no era posible.

Reanudó la marcha cuesta arriba. La luz que caía sobre la ladera oriental del barranco era roja ahora, y como una cortina volante subía cada vez más a medida que el sol se ocultaba detrás de la montaña. Eran casi las siete menos cuarto. Rohan se encontraba frente a un verdadero dilema. Hasta ese momento había tenido suerte, en un sentido al menos: había cumplido con su misión, estaba sano y salvo, y ahora podía regresar a la base. De que el cuarto hombre estuviera muerto, no quedaba ninguna duda. Pero ya habían pensado lo mismo a bordo de El Invencible. En realidad, sólo había venido hasta aquí para cerciorarse. ¿Tenía entonces el derecho de regresar? La reserva de oxígeno de Regnar le alcanzaría para seis horas más. Ahora lo aguardaba toda una noche, una noche en la que no podría hacer absolutamente nada, no tanto a causa de la nube, sino por la sencilla razón de que estaba totalmente extenuado. Tomó una segunda tableta, y mientras esperaba que le hiciera efecto, intentó encontrar algún plan que fuera bastante razonable.

En las crestas de las montañas rocosas, el sol rojo bañaba los negros matorrales: las púas afiladas de las ramas centelleaban y chispeaban con opalescencias violáceas.

Rohan seguía indeciso. Mientras estaba allí, sentado, al pie de un peñasco, oyó el zumbido fragoroso de la nube. Y cosa extraña, no sintió miedo. La relación que tenía con la nube ya no era la misma. Sabía — o al menos creía saber- lo que podía esperar; como un escalador de montañas que no tiene miedo, aunque sabe que la muerte espera agazapada en las grietas de un ventisquero.

En realidad, no era del todo consciente de ese cambio, pues no guardaba en la memoria el instante en que descubriera la sombría belleza de aquellos matorrales que en las laderas se teñían de violeta. Sin embargo ahora, aunque veía ya a las nubes negras — los acababan de aparecer en las vertientes opuestas y se le acercaban —, no se movió, no trató de protegerse apretando la cara contra las rocas. Al fin y al cabo, lo que hiciera no tenía ninguna importancia siempre y cuando el aparatito disimulado en los cabellos continuase funcionando. Rozó con las yemas de los dedos la pequeña tapa redonda, del tamaño de una moneda, y sintió claramente la leve vibración. No queriendo desafiar al peligro, buscó una posición más cómoda, para no tener que moverse.

Las nubes ocupaban ahora las dos partes del barranco. Una especie de corriente ordenadora parecía fluir a través de las densas volutas, y ahora las nubes se espesaban en los bordes, formando columnas casi verticales en tanto las superficies interiores se arqueaban, acercándose entre ellas cada vez más. Era como si un escultor titánico las hubiese tallado con veloces e invisibles golpes de cincel. Algunos relámpagos fugaces rasgaron el aire entre los puntos más cercanos de las nubes, que parecieron precipitarse unas sobre otras, aunque en realidad todas seguían en el mismo sitio, y sólo los esféricos núcleos centrales se agitaban a una velocidad cada vez más vertiginosa. El resplandor de esos relámpagos era extrañamente sombrío, iluminando fugazmente las nubes, inmovilizadas en el aire como millones de cristales de plata negra. Un instante después varios truenos resonaron sucesivamente entre los peñascos, cesaron de pronto como sofocados por una mordaza, y las dos alas del mar negro, temblorosas y tensas, se unieron y confundieron. Abajo, todo quedó en sombras, como si el sol acabara de ocultarse, mientras la nube se cubría de líneas indefinidas que parecían perseguirse. Rohan tardó largo rato en comprender que eran los reflejos grotescamente deformados del fondo rocoso del valle. Y esos espejos aéreos, bajo la bóveda de la nube, ondulaban y se dilataban. Bruscamente vio una inmensa silueta humana cuya cabeza se elevaba hasta las tinieblas, y que lo contemplaba, absolutamente inmóvil, aunque la imagen temblaba y danzaba sin cesar, como si se extinguiese y encendiese una y otra vez, al influjo de un ritmo misterioso. Una vez más, tardó varios segundos en comprender que era su propio reflejo, suspendido en el vacío entre las alas laterales de la nube.

Quedó tan estupefacto, tan paralizado por la inexplicable actitud de la nube, que se olvidó de todo lo demás. Una idea le cruzó como un rayo por la mente: quizá la nube sabía que él estaba allí; quizá no ignoraba la presencia microscópica del último hombre vivo entre las rocas y las piedras del barranco. Pero ese pensamiento no lo atemorizó, no porque fuese demasiado inverosímil — ya nada le parecía inverosímil- sino simplemente porque quería participar de ese misterio cuya significación — de eso estaba seguro- jamás le sería develada. Aquel gigantesco reflejo, a través del cual distinguía vagamente las lejanas paredes de la parte superior del valle donde no llegaba la sombra de la nube, se disipó de pronto. En seguida innumerables tentáculos salieron de la nube; cada vez que uno se replegaba, otros venían a reemplazarlo.

Una lluvia negra, cada vez más densa, empezó a caer. Una lluvia de pequeños cristales que caían también sobre él, golpeándole suavemente el rostro, se le deslizaban por el traje y se acumulaban en los repliegues de la tela; la lluvia persistía y la voz de la nube se elevó en un crescendo, un zumbido que parecía extenderse no sólo por el valle sino por la atmósfera toda del planeta. Unos torbellinos se formaban en el interior de la nube como ventanas, que dejaban ver el cielo. La masa negra se desgarró en su centro, y dos nubes montañosas rodaron como a desgano, hacia los matorrales, y desaparecieron en la espesura inmóvil.

Rohan no se atrevía a moverse. No se decidía a sacudirse los pequeños cristales que lo cubrían de arriba abajo. Había cristales por doquier, sobre las piedras; y el lecho del arroyo, hasta un momento antes de una mate blancura de hueso, parecía rociado con tinta. Tomó con delicadeza uno de los diminutos cristales triangulares, y el cristal, como si de pronto hubiese cobrado vida, le sopló en la palma un aliento suave y cálido y cuando Rohan abrió la mano instintivamente, echó a volar por el aire. En seguida, como obedeciendo a una señal, todo cuanto lo rodeaba se animó con un movimiento hormigueante, un movimiento que sólo fue caótico durante los primeros segundos, Los puntos negros formaron una cortina de bruma, que flotó un momento casi a ras del suelo, luego los puntos se unieron en una masa que trepó en columnas hacia el cenit. Fue como si los peñascos mismos, convertidos en gigantescas antorchas, elevasen al cielo el humo ritual de unos sacrificios misteriosos. Pero aún no había ocurrido lo más inaudito: mientras el enjambre de cristales formaba una nube casi esférica en el centro mismo del valle, como un enorme y ligero globo negro contra un cielo que se ensombrecía paulatinamente, las otras nubes volvieron a salir de la espesura y con una fuerza avasalladora se precipitaron sobre la masa que flotaba suspendida en el aire. Rohan creyó oír el ruido chirriante y extraño del choque, pero quizá fue sólo una ilusión. Se dijo que estaba presenciando una lucha, que las nubes habían expulsado y arrojado al fondo del barranco los «insectos» muertos de que querían deshacerse; pero al instante comprendió que se había engañado.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Invencible»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Invencible» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Invencible»

Обсуждение, отзывы о книге «El Invencible» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x