• Пожаловаться

Robert Silverberg: La Faz de las Aguas

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg: La Faz de las Aguas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1993, ISBN: 84-253-2535-8, издательство: Grijalbo, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Robert Silverberg La Faz de las Aguas

La Faz de las Aguas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Faz de las Aguas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Catorce son los seres humanos que a bordo del Reina de Hydros navegan por los peligrosos mares de un planeta acuático perdido en el espacio. Descendientes de los antiguos colonos terrestres, detestados por los aborígenes anfibios a causa de su voracidad y violencia, han sido desterrados por éstos. El suyo es un viaje a ninguna parte. Excepto que se considere una parte a un lugar envuelto en mitos y raros misterios, denominado La Faz de las Aguas. El capitán Delagard, un psicópata; el padre Quillan, en busca de una fe que ha perdido; el doctor Lawler, un hombre cínico y solitario. son algunos de los tripulantes de la nave. Una tripulación tan peligrosa para ella misma como las terribles asechanzas de un mar hostil. es una odisea de proporciones épicas, la parábola de un viaje de iniciación. En ella, Silverberg ha construido uno de los planetas más inquietantes e imaginativos de la ficción científica y una novela de intenso, insondable esplendor.

Robert Silverberg: другие книги автора


Кто написал La Faz de las Aguas? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La Faz de las Aguas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Faz de las Aguas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Eh, ¿has visto esta mañana a los drakkens, doctor? —le preguntó a los gritos Struvin—. Encantadores, ¿no te parece?

—Muy bonitos, sí. ¿Qué querían de nosotros?

—Inspeccionarnos, supongo. No se puede andar por el océano sin que una u otra cosa venga a curiosear. Recibiremos la visita de muchas otras formas de vida salvaje por el camino. Mira allí, doctor, a estribor.

Lawler siguió la dirección que señalaba la mano del capitán. La forma hinchada y vagamente esférica de alguna inmensa criatura era visible justo por debajo de la superficie. Era como una luna que hubiera caído del cielo, verdosa, enorme y toda llena de agujeritos. Pasado un momento, Lawler advirtió que los agujeritos eran en realidad aberturas bucales emplazadas muy cerca unas de otras por toda la superficie de la esfera, que se abrían y cerraban incansablemente. Un centenar de bocas que engullían constantemente. Un millar, tal vez. Una miríada de largas lenguas rosáceas entraban y salían activamente como látigos que azotaran el agua. Aquella cosa no era más que bocas, una gigantesca máquina de comer flotante.

Lawler la miró con desagrado.

—¿Qué es eso?

Pero ni Struvin ni Delagard fueron capaces de darle un nombre. No era más que un anónimo habitante del mar: horrible, monstruoso, el típico espanto flotante tamaño de lujo, que se acercaba a ver si aquel pequeño convoy ofrecía algo digno de ingerir. Se alejó deslizándose por el agua, aun masticando constantemente.

Unos veinte minutos más tarde, los barcos entraron en una zona plagada de medusas rayadas de colores verde y anaranjado. Eran unos brillantes paraguas blandos y delicados, del tamaño de la cabeza de un hombre; de ellos colgaban cascadas de serpenteantes hebras de carne, gruesas como un dedo y aparentemente de varios metros de largo. Las medusas tenían un aspecto vagamente benigno, incluso bufonesco, pero la superficie del mar que las rodeaba desprendía vapores y borboteaba como si de ellas se desprendiera algún tipo de ácido. El agua estaba tan poblada de ellas que se iban directamente contra el casco de la nave, chocaban contra él, se estrellaban contra las algas que tenía adheridas y rebotaban con suspirantes protestas.

Delagard bostezó y desapareció por la escotilla de popa. Lawler, de pie junto a la borda, miraba con asombro la cantidad de medusas que se movían debajo de él. Se estremecían como una masa de turgentes senos. Estaban tan cerca que casi podía inclinarse y sacar una del agua. Gospo Struvin, que pasó junto a él en dirección hacia el otro extremo del barco, dijo de repente:

—Eh, ¿quién ha dejado aquí esta red? ¿Has sido tú, Neyana?

—Yo no —respondió Neyana Golghoz, sin molestarse siquiera en levantar los ojos. Estaba un poco más a proa, ocupada en pasar el lampazo por la cubierta—. Habla con Kinverson; él es el de las redes.

La red era un intrincado tejido de fibras amarillas que yacía en descuidado montón húmedo junto a la baranda. Struvin le propinó un puntapié como si no se tratara más que de basura. Luego masculló una maldición y volvió a patearla. Lawler le dirigió una mirada y vio que la red se había enredado en una de las botas de Struvin, quien se apoyaba ahora sobre su pierna libre y pateaba repetidamente, como si quisiera librarse de algo pegajoso y muy persistente.

—Eh…—exclamó Struvin—. ¡Eh!

De pronto, una parte de la red estuvo a mitad del muslo del hombre, y se enroscó apretadamente en torno de él. El resto se había deslizado hasta la barandilla y comenzaba a trepar por encima en dirección al agua.

—¡Doctor! —aulló Struvin.

Lawler corrió hacia él con Neyana justo detrás, pero la red se movió a una velocidad inverosímil. Ya no era un enredado montón de hilos fibrosos, sino que se había estirado revelándose como una manta llena de agujeros de unos tres metros de largo, que estaba atrayendo con rapidez a Struvin para arrastrarlo por encima de la borda. El capitán, que pateaba, chillaba y luchaba, colgaba en equilibrio por encima de la barandilla. Una de sus piernas era presa de la red, y él intentaba aferrarse a la regala con la otra para no caer al agua; pero la criatura parecía bastante decidida a desgarrarlo por la entrepierna si él continuaba resistiéndose. Struvin tenía los ojos prácticamente fuera de las órbitas; miraban con pasmo, horror, incredulidad.

—¡Quitadme esto de encima! —chilló Struvin—. ¡Jesús! Doctor… por favor, doctor…

Lawler arremetió contra la parte de la red que tenía más cerca y se aferró a ella. Sus manos se cerraron sobre aquella cosa e instantáneamente sintió una sensación ferozmente lacerante, como si algún tipo de ácido cáustico le hubiera carcomido la carne hasta el hueso. Intentó soltarla, pero era imposible. Tenía la piel pegada a aquello. Struvin estaba ya colgando al otro lado: sólo su cabeza y sus hombros quedaban a la vista, además de sus manos desesperadamente aferradas. Pidió socorro una vez más con un grito ronco y horripilante.

Lawler, obligándose a no hacer caso del dolor, se echó un extremo de la red por encima del hombro y tiró de ella en dirección al centro de la cubierta con la esperanza de traer de vuelta a Struvin con ella. El esfuerzo necesario era tremendo, pero él estaba alimentado por energías misteriosas que se alzaban bajo la tensión, proviniendo de alguna parte que él mismo desconocía. La cosa le estaba abrasando la piel de las manos, y podía sentir su cauterizante toque en la espalda, el cuello y el hombro a través de la camisa. Hijo de puta, pensó. Hijo de puta. Se mordió con fuerza el labio y dio un paso, otro, otro más, tirando del peso de Struvin y contra la resistencia que oponía la criatura rediforme. Se había deslizado ya muy abajo por el casco del barco y se dirigía resueltamente hacia el agua.

Algo comenzaba a hacer ruido en el centro de la espalda de Lawler, donde los músculos excesivamente tirantes saltaban y se estremecían; pero parecía estar consiguiendo su propósito de arrastrar la red de vuelta a bordo. Struvin estaba ya casi encima de la regala.

Y entonces la red se rompió…, o más probablemente se dividió por decisión propia. Lawler oyó un terrible alarido, y al volver la cabeza vio que Struvin caía de espaldas por encima de la borda y se precipitaba al mar del que se desprendían vapor y borbotones. El agua comenzó a agitarse inmediatamente alrededor de él. Lawler vio movimiento justo por debajo de la superficie, cosas blandas y temblorosas que se acercaban como dardos desde todas las direcciones. Las medusas habían perdido su aspecto benigno y bufonesco.

La otra mitad de la red permaneció en la cubierta y comenzó a envolverse en torno a las muñecas y manos de Lawler. Se halló luchando con una feroz criatura que se retorcía y culebreaba, y se adhería a él la tocara por donde la tocase. Se arrodilló y aplastó a la red contra la cubierta una vez y otra vez y otra más. Estaba formada por un material flexible y resistente como el cartílago. Con ese castigo pareció debilitarse un poco, pero Lawler no consiguió quitársela de encima y la quemazón estaba haciéndose insoportable.

Kinverson subió corriendo y pisó la cosa rediforme con el tacón de la bota, inmovilizándola; Neyana la golpeó en el centro con el mocho; y luego Pilya Braun, que apareció de pronto, se puso a horcajadas sobre Lawler y sacó un hacha de hueso que llevaba en una vaina a la altura de la cadera. Se puso a cortar con furia las tramas gomosas que se estremecían. De la red manó una sangre brillante de aspecto metálico y color azul oscuro, y los hilos de la criatura se rizaron para evitar la afilada hoja. En un momento Pilya acabó de cortar la parte que estaba adherida a las manos de Lawler y él pudo ponerse de pie. Evidentemente, el trozo era demasiado pequeño como para sustentar vida; se marchitó y encogió en sus dedos, y él pudo arrojarlo a un lado. Kinverson aún tenía el otro trozo bajo la bota, el trozo que había quedado a bordo después de que Struvin fuera arrastrado por encima de la regala.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Faz de las Aguas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Faz de las Aguas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Robert Silverberg: Las puertas del cielo
Las puertas del cielo
Robert Silverberg
Robert Silverberg: Obsesión espacial
Obsesión espacial
Robert Silverberg
Robert Silverberg: Regreso a Belzagor
Regreso a Belzagor
Robert Silverberg
Robert Silverberg: La face des eaux
La face des eaux
Robert Silverberg
Sergio Pitol: El viaje
El viaje
Sergio Pitol
Отзывы о книге «La Faz de las Aguas»

Обсуждение, отзывы о книге «La Faz de las Aguas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.