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Robert Silverberg: Por el tiempo

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg: Por el tiempo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Madrid, год выпуска: 1990, ISBN: 84-7813-064-0, издательство: Miraguano Ediciones, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Robert Silverberg Por el tiempo

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Una novela de atmósfera ciber-punk sobre los viajes por el tiempo, un tema apasionante que en este libro queda reflejado de una manera bastante decente, en especial todo lo relacionado con las paradojas espacio-temporales. Además, el libro nos aporta una minilección de historia sobre Constantinopla que ameniza la acción. En definitiva un libro agradable, entretenido y rápido de leer cuya única falta estribaría en algunas caracterizaciones de algunos personajes. Aparte de esto, solo mencionar lo deplorable de la edición española, plagada de errores tanto lingüísticos como de traducción. Aún así, es muy recomendable para todos aquellos amantes de los viajes temporales.

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—Hay que poner mucho cuidado —me explicó—. Quiero que lleguemos al despacho de Hershkowitz treinta segundos después de haber salido. Si llegamos un poco adelantados, podríamos encontrarnos a nosotros mismos al salir y tener serios problemas.

—Entonces, ¿por qué no ajustas el cuadrante a cinco minutos más tarde y volvemos tan tranquilos?

—Orgullo profesional —respondió Sam.

Descendimos por la línea desde un despacho de Hershkowitz vacío a otro en el que Hershkowitz estaba sentado detrás de la mesa, mirando el lugar en que nos encontramos —para él— treinta segundos antes.

—¿Bien? —preguntó.

Sam le miró encantado.

—El chico tiene pelotas. Nos lo quedamos.

8

Y así es como entré de novato en el Servicio Temporal, sección de Guías Temporales. La paga no era mala; y las oportunidades, ilimitadas. Sin embargo, lo primero era el entrenamiento. No dejan que los novatos se lleven a los turistas así como así por el pasado.

No pasó gran cosa durante una semana. Sam volvió a trabajar al palacio del esnife y yo me quedé en casa. Luego, me llamaron de la dirección del Servicio Temporal para que empezase la instrucción.

En la clase éramos ocho, todos aprendices. El equipo que formábamos se ganó muy mala reputación En edad, íbamos desde los veinte años hasta —creo— más de ochenta; en sexo, recorríamos todo el trayecto de macho a hembra pasando por todos los grados existentes entre ambos; desde el punto de vista mental, todos pertenecíamos a la categoría de más o menos activos. Nuestro instructor, Najeeb Dajani, no era mucho mejor que nosotros. Era un sirio cuya familia se convirtió al judaísmo tras la conquista israelí, por razones de negocios, y portaba una estrella de David, brillante y bien a la vista, como prueba de su fe; pero, durante sus breves momentos de distracción o depresión, invocaba a Alá o juraba por la barba del Profeta, y no sé si le habría admitido como miembro del consejo de administración de mi sinagoga, si es que hubiera yo pertenecido a alguna. Dajani parecía un árabe de teatro, siniestro y moreno, llevando permanentemente gafas oscuras, con un montón de anillos de oro macizo en doce o trece dedos, así como una sonrisa viva y amistosa que descubría varias filas de dientes blanquísimos. Más adelante, descubrí que fue retirado del lucrativo viaje de la Crucifixión y colocado de instructor como castigo por un período de seis meses, según órdenes recibidas de la Patrulla del Tiempo. Aparentemente, había traficado ilegalmente por su cuenta, vendiendo trozos de la Cruz verdadera que colaba de contrabando por toda la línea temporal. El reglamento no permite que un Guía se aproveche de su situación para asegurarse ganancias personales. Lo que la Patrulla reprochaba especialmente a Dajani no era que vendiera reliquias falsas, sino que vendiera las auténticas.

Nuestra educación empezó con un curso de historia.

—El viaje temporal comercial —dijo Dajani—, funciona desde hace veinte años. Naturalmente, las investigaciones sobre el Efecto Benchley empezaron a finales del siglo pasado, pero comprenderán que el gobierno no podía permitir a los ciudadanos privados que se aventurasen en la temponáutica antes de que ésta fuese controlada de un modo seguro. De ese modo, el gobierno supervisa con benevolencia la buena marcha de todos nosotros.

Dajani guiñó un ojo visiblemente, a pesar de las gafas, pues se le movió una ceja.

Miss Dalessandro, sentada en la primera fila, eructó como muestra de desaprobación.

—¿No le parece bien? —preguntó Dajani.

Miss Dalessandro, bonita y curiosamente dotada de pequeños senos, tenía el cabello negro, una clara tendencia al lesbianismo, y un diploma en historia de la revolución industrial. Empezó a responder, pero Dajani la cortó suavemente y siguió hablando.

—El Servicio Temporal, sea cual sea la sección en la que entren, cumple varias funciones importantes. Para nosotros, se ocupa del mantenimiento y reparación de todos los aparatos que funcionan bajo el Efecto Benchley. Nuestra sección de investigación se esfuerza constantemente por mejorar la subestructura tecnológica del viaje temporal y, de hecho, apenas hace cuatro años que se introdujo el modelo de crono que ahora empleamos. A nuestra sección —la de Guías Temporales— corresponde escoltar a los ciudadanos al pasado. —Se cruzó las manos sobre la panza con aspecto satisfecho y se puso a examinar los engranajes que formaban sus anillos de oro—. Una gran parte de nuestro trabajo corresponde al turismo. Es nuestra base económica. Mediante una fuerte retribución, enviamos grupos de ocho o diez curiosos a una excursión cuidadosamente preparada por el pasado, por lo general acompañados de un Guía, aunque pueden ser dos si la situación es especialmente complicada. En cualquier momento del tiempo actual, puede haber unos cien mil turistas desparramados a lo largo de los milenios, asistiendo a la Crucifixión, a la firma de la Carta Magna, al asesinato de Lincoln y a otros sucesos del mismo género. Debido a las paradojas inherentes a la formación de una asistencia acumulativa observando un acontecimiento situado en un punto fijo del río temporal, nuestra tarea es cada vez más difícil y debemos limitar las visitas.

—¿Podría explicarnos eso, profesor? —preguntó Miss Dalessandro.

—En una próxima reunión —contestó Dajani, y siguió a lo suyo—. Naturalmente, no debemos reducir el viaje temporal a los usos turísticos. Los historiadores deben tener acceso a todos los hechos significativos del pasado, pues es necesario revisar todas las opiniones existentes de la historia a la luz de las revelaciones de la historia verdadera. Los beneficios que sacamos del turismo nos permiten conceder becas a historiadores calificados, lo que les facilita el visitar los períodos históricos de su competencia sin tener que pagar nada. Esas visitas también son dirigidas por un Guía Temporal. Sin embargo, ésa es una parte del trabajo que no les afectará a ustedes. Nuestra intención es colocar a todos ustedes, a los que se califiquen, como Guías de la sección turística. La otra división del Servicio Temporal es la Patrulla del Tiempo, a la que incumbe la tarea de impedir los abusos que algunos podrían cometer con los aparatos del Efecto Benchley, evitando las apariciones de paradojas. Durante la próxima lección, estudiaremos con detalle la naturaleza de estas paradojas y veremos el modo de evitarlas. Hemos terminado.

Tras la marcha de Dajani mantuvimos una reunión mundana. Miss Dalessandro, avanzando en medio de un decidido torbellino de pilosidades axilares, se acercó a la rubia y delicada Miss Chambers, que se refugió apresuradamente en Mr. Chudnik, un caballero alto y musculoso de mirada vagamente noble de bronce romano. Sin embargo, Mr. Chudnik intentaba llegar a un acuerdo con Mr. Burlingame, un joven coqueto que no podía ser tan homosexual como parecía. Buscando otro refugio que le permitiera escapar de la voraz Miss Dalessandro, Miss Chambers se dirigió a mí y me pidió que la acompañase a casa. Acepté. No tardé en saber que Miss Chambers estudiaba el fin del Imperio Romano, lo que significaba que nuestros intereses estudiantiles estaban muy entrelazados. Copulamos de un modo formal y mecánico pues ella no se sentía muy atraída por el sexo y lo hacía sencillamente por cortesía. Luego charlamos de la conversión de Constantino al cristianismo hasta primeras horas de la mañana. Creo que se enamoró de mí. No obstante no la animé y aquello no duró mucho. Admiraba su saber pero su cuerpecillo pálido carecía del menor interés.

.

9

En la siguiente reunión examinamos detenidamente la naturaleza de las paradojas del viaje temporal y el modo de evitarlas.

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