Bob Shaw - Los astronautas harapientos

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Los astronautas harapientos: краткое содержание, описание и аннотация

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Los mundos gemelos, Land y Overland, sólo estan separados por unos miles de kilómetros; y sus órbitas son tales que Overland siempre aparece situado en el mismo lugar en el cielo, llenando gran parte de él y visible en todos sus detalles, cuando se asoma sobre Land. Los humanos que habitan Land, al carecer de metales, sólo han podido desarrollar una tecnología de bajo nivel. Durante siglos, han vivido de forma bastante estable; pero en el momento en que comienza esta historia, su existencia está amenazada. Los pterthas, una especie de burbujas llenas de humo que flotan en el aire y que siempre han sido peligrosas, parecen haber declarado la guerra a la humanidad. Ni los filósofos, que tienen a su cargo la investigación científica además de ser los elaboradores de las teorías y sustentadores de las ideas, ni los militares dirigidos por el príncipe Leddravohr, ni el Industrial supremo, príncipe Chakkell, ni aun el mismo rey Prad, comprenden la magnitud del peligro y la acuciante necesidad de encontrar una solución. Sólo Glo, el gran Filósofo, viejo, decadente, borracho y menospreciado por todos, incluidos los de su clase, propone una solución audaz y aparentemente inaceptable.

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Toller siguió, luchando con las oleadas de náuseas y debilidad para pintar un cuadro con la atormentadora relación triangular que implicaba a la humanidad, a los árboles de brakka y a los pterthas. Describió la asociación simbiótica entre los brakkas y los pterthas, usando la inspiración y la imaginación cuando carecía de conocimientos reales.

Como en todos los casos de verdaderas simbiosis, ambas partes obtenían beneficios de la asociación. Los pterthas se multiplicaban en las altas capas de la atmósfera, alimentados, con toda probabilidad, de partículas minúsculas de pikon y halvell, del gas mezcla o del polen de brakka, o de algún otro derivado de los cuatro. En compensación, los pterthas perseguían a todos los organismos que amenazaban la seguridad de los brakkas. Empleando la fuerza ciega de mutaciones aleatorias, variaron su composición interna hasta encontrar una toxina efectiva, en cuyo momento, habiendo sido marcado un camino, concentraron, purificaron y dirigieron el veneno para crear un arma capaz de castigar al castigo, de privar de la existencia a toda traza de aquello que no mereciese existir.

El desarrollo de la humanidad en Overland dependía de que se tratase a los brakkas con el respeto que merecían. Sólo deberían usarse los árboles muertos para la producción de materiales super-resistentes y de cristales de energía, y si los suministros resultaban insuficientes, era tarea de los inmigrantes idear sustitutos o modificar su modo de vida para adaptarse a ello.

Si no lo lograban, la historia de la humanidad en Land, inevitablemente, se repetiría en Overland…

— Admito que estoy impresionado — dijo Chakkell cuando Toller terminó de hablar al fin —. No existe ninguna prueba real de que lo que dices sea cierto, pero es digno de ser considerado seriamente. Por fortuna para nuestra generación, que ya ha soportado demasiadas desgracias, no es necesario tomar decisiones apresuradas. Tenemos bastantes cosas por las que preocuparnos de momento.

— No debe pensar así — insistió Toller —. Usted es el soberano… y tiene la oportunidad única… la responsabilidad única…

Suspiró y dejó de hablar, cediendo al cansancio que pareció oscurecer al mismo cielo.

— Guarda tus energías para otro momento — dijo Chakkell amablemente —. Ahora debo dejarte descansar, pero antes de irme me gustaría saber una cosa más. Entre tú y Leddravohr, ¿hubo una lucha limpia?

— Casi limpia… hasta que destruyó mi espada con fango de brakka.

— Pero ganaste tú de todas formas.

— Tenía que hacerlo. — Toller experimentaba el misticismo típico de la enfermedad y la debilidad absoluta —. Mi destino era vencer a Leddravohr.

— Quizás él lo sabía.

Toller forzó su mirada a examinar el rostro de Chakkell.

— No sé qué…

— Me pregunto si Leddravohr tendría algún interés por todo esto, por nuestro nuevo y osado comienzo — dijo Chakkell —. Me pregunto si te persiguió sólo porque adivinó que tú serías su Vía Brillante.

— Esa idea — murmuró Toller — no me atrae demasiado.

— Necesitas descansar. — Chakkell se levantó y se dirigió hacia Gesalla —. Cuida a este hombre en mi nombre al igual que a ti misma. Tengo trabajo para él. Creo que será mejor que aún no se mueva durante unos días, pero parece que no estáis mal aquí. ¿Necesitáis provisiones?

— Podríamos tener más agua fresca, majestad — dijo Gesalla —. Aparte de eso, nuestras necesidades ya están satisfechas.

— Sí. — Chakkell estudió su rostro durante un momento —. Voy a llevarme vuestro cuernoazul, porque sólo tenemos siete en total, y la cría debe comenzar lo antes posible; pero colocaré guardianes cerca. Llamadlos cuando juzguéis que estáis listos para marchar. ¿Te parece bien?

— Sí, majestad. Estamos en deuda con usted.

— Confío en que tu paciente recordará eso cuando haya recuperado la salud.

Chakkell se dio la vuelta y caminó a grandes pasos hacia los soldados que aguardaban, moviéndose con la enérgica seguridad característica de los que sienten que responden a la llamada del destino.

Más tarde, cuando el silencio volvió de nuevo a la ladera de la montaña, Toller se dio cuenta de que Gesalla pasaba el tiempo seleccionando y ordenando su colección de hojas y flores. Las había extendido sobre el suelo ante ella, y sus labios se movían en silencio, como si colocara cuidadosamente cada espécimen en un orden inventado por ella. Detrás estaba la vívida virginidad de Overland que atrajo su mirada.

Se levantó del lecho con cuidado. Miró hacia el montículo de fragmentos de rocas en la parte trasera de la cueva, después volvió la cabeza rápidamente, deseando no arriesgarse a ver la diminuta lámpara brillando y lanzando destellos. Sólo cuando hubiese dejado de brillar sabría con certeza que la fiebre había abandonado del todo su cuerpo, y hasta entonces no deseaba recordar lo cerca que había estado de la muerte y de perder todo lo que Gesalla significaba para él.

Ella levantó la vista de su creciente colección.

— ¿Has visto algo allí atrás?

— Nada — contestó él sonriendo —. No hay nada.

— Pero ya había notado antes que observabas esas rocas. ¿Cuál es tu secreto?

Intrigada, y queriendo compartir el juego, se acercó a él y se arrodilló para tener su mismo punto de vista. Aproximó su cara a la de él, y Toller vio que sus ojos se abrían sorprendidos.

— ¡Toller! — La voz era como la de un niño, pasmado de asombro —. ¡Hay algo que brilla allí!

Se levantó a toda la velocidad que le permitía su leve cuerpo, pasó por encima de él y entró en la cueva.

Preso de un extraño temor, Toller trató de gritarle que tuviera cuidado, pero su garganta estaba seca y las palabras parecían haberle abandonado. Gesalla ya estaba apartando las piedras de arriba. La observó aturdido mientras ella introducía sus manos en el montículo, sacando algo pesado que llevó hasta la luz clara de la entrada de la cueva.

Se arrodilló junto a Toller, colocando el hallazgo sobre sus muslos. Era un trozo de roca gris oscuro, pero distinta a cualquier otra que Toller hubiera visto antes. Atravesando ésta, incrustada en ella aunque con distinta composición, había una franja ancha de un material blanco, pero de un blanco que reflejaba el sol como las aguas de un lago distante al amanecer.

— Es precioso — susurró Gesalla —, ¿pero qué es?

— No lo… — Haciendo una mueca de dolor, Toller alcanzó sus ropas, buscó en un bolsillo y sacó el extraño recuerdo que le había dado su padre. Lo colocó junto al estrato resplandeciente de la piedra, confirmando lo que ya sabía: que eran idénticas en su composición.

Gesalla cogió el pedazo y pasó la punta de un dedo por la superficie pulida.

— ¿De dónde sacaste esto?

— Mi padre… mi padre verdadero… me lo dio en Chamteth justo antes de morir. Me dijo que lo había encontrado hacía tiempo. Antes de que yo naciera. En la provincia de Redant.

— Es extraño. — Gesalla se estremeció y alzó la mirada hacia el disco brumoso, enigmático y expectante del Viejo Mundo —. ¿Será la nuestra la primera migración, Toller? ¿Ha ocurrido ya todo esto antes?

— Eso creo, y quizá muchas veces, pero lo importante es que nos aseguremos de que nunca…

La debilidad obligó a Toller a dejar su frase inconclusa. Apoyó su mano sobre la franja bruñida de la roca, cautivado por su frialdad y rareza, y por silenciosos indicios de que, de alguna forma, él podría hacer que el futuro no se pareciera al pasado.

FIN

Titulo del original: The Ragged Astronauts

Traducción: Pilar Alba

© 1986 by Bob Shaw

© 1987 by Ediciones Acervo Julio Verne 5 — Barcelona

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