Robert Heinlein - Viernes

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Viernes: краткое содержание, описание и аннотация

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Viernes es su nombre. Es una mujer. Y es un mensajero secreto. Está empleada por un hombre al que únicamente conoce como "Jefe". Operando desde y a través de una Tierra de un futuro próximo, en la cual Norteamérica ha sido balcanizada en docenas de estados independientes, en donde la cultura ha sido extrañamente vulgarizada y el caos es la norma feliz, se enfrenta a una sorprendente misión que la hace ir de un lado para otro bajo unas órdenes aparentemente absurdas. De Nueva Zelanda al Canadá, de uno a otro de los nuevos estados desunidos de América, mantiene ingeniosamente su equilibrio con rápidas y expeditivas soluciones, de una calamidad y embrollo a otro. Desesperada por la identidad y las relaciones humanas, nunca está segura si se halla un paso por delante, o un paso por detrás, del definitivo destino de la raza humana. Porque Viernes es una Persona Artificial… la mayor gloria de la ingeniería genética.
Una de las mejores obras de Heinlein, lo cual es lo mismo que decir una de las mejores de toda la ciencia ficción…

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Pero no me preocupé demasiado tampoco porque tú siempre has tenido a un montón de hombres husmeando a tu alrededor, mientras que Anna y yo no podemos decir ni con mucho lo mismo. Por eso me alegré. No esperaba que la cosa terminara en boda, pero es estupendo que así sea. Aquí está la Orquídea Dorada… ¿qué es lo que compramos?

— Espera un momento. — La detuve en el exterior de la tienda de flores —. Rubia… con gran riesgo de su vida, alguien entró a paso de carga en la habitación de la granja donde yo estaba, llevando consigo una camilla portátil. Y lo hizo por mí.

Rubia pareció irritada.

— Alguien habla demasiado.

— Hubiera debido hablar antes. Te quiero. Más de lo que quiero a Burt, porque te he querido desde hace más tiempo. No necesito casarme con él, no puedo casarme contigo.

Simplemente te quiero. ¿De acuerdo?

26

Quizá hubiera debido casarme con Rubia, o algo así. Una vez Anna y Burt estuvieron formalmente casados, todos regresamos al hotel: Burt se trasladó a la «suite nupcial» (ningún espejo en el techo, decoración interior blanca y rosa en vez de negra y roja, por lo demás todo igual… pero mucho más caro), y Rubia y yo nos fuimos del hotel y alquilamos una pequeña habitación cerca de donde Charleston desciende hacia Fremont. Esto nos situaba a una distancia que podíamos recorrer a pie de la acera rodante que conectaba el Mercado del Trabajo con la ciudad, y eso le proporcionaba a Rubia transporte hacia cualquiera de los hospitales y me facilitaba a mí el ir de compras… de otro modo hubiéramos tenido que comprar o alquilar un caballo y un coche, o bicicletas.

El alquiler era la única virtud quizá de aquella casa, pero para mí fue un refugio de cuento de hadas para una luna de miel, con rosas encima de la puerta. La puerta no tenía rosas y era horrible, y lo único moderno que había en la habitación era una terminal de servicio restringido. Pero por primera vez en mi vida tenía un hogar propio y era un «ama de casa». Mi hogar en Christchurch nunca había sido realmente mío; jamás fui dueña de aquella casa, y constantemente se me había recordado de las más diversas formas que yo era una huésped mas que una residente fija.

¿Saben ustedes lo emocionante que es comprar una cacerola para tu propia cocina?

En una ocasión fui un ama de casa completa cuando Rubia fue llamada a trabajar aquel día y entró de guardia a las veintitrés horas para trabajar toda la noche hasta las siete de la mañana. Al día siguiente cociné mi primera cena mientras Rubia dormía… y quemé las patatas más allá de todo lo imaginable y lloré, lo cual es, creo, el privilegio de una recién casada. De ser así, usé el mío a cuenta del día en que sea realmente una recién casada si se presenta alguna vez… y no una recién casada falsa como en Christchurch.

Fui una buena ama de casa; incluso compré guisantes de olor y los planté en vez de esas rosas trepadoras que faltaban sobre la puerta… y descubrí que cuidar un jardín era más que meter semillas en la tierra; esas semillas no germinaron. Así que consulté la biblioteca de Las Vegas y compré un libro, un auténtico libro con hojas intercambiables y fotografías de lo que debía hacer un buen jardinero. Lo estudié. Lo memoricé.

Una cosa no hice. Aunque me sentí enormemente tentada, no compré un gatito. Rubia se iría algún día; me avisó de que, si yo estaba fuera de casa, tal vez tuviera que irse sin decirme adiós (como yo le avisé a Georges… y lo hice).

No compraría un gatito hasta que supiera con toda seguridad que podía cuidarlo siempre. Un correo no puede llevar consigo un gatito en una caja; como tampoco puedes llevar un bebé. Algún día tendría que irme. Así que no adopté ningún gatito.

Aparte esto, gocé de todas las reconfortantes delicias de ser un ama de casa… incluidas las hormigas en el azúcar y una cañería que se rompió en plena noche, dos delicias que no me importaría repetir. Fue una época realmente feliz. Rubia consiguió que mi cocina fuera mejorando lentamente… yo había creído que sabía cocinar; ahora sabía como hacerlo. Y aprendí a preparar los martinis exactamente de la forma que ella los prefería: tres coma seis partes de ginebra Beefeater por una de vermut seco Noilly Prat, agitar un poco, nada de gotas amargas… mientras yo tomaba Bristol Cream on the rocks.

Los martinis son demasiado fuertes para mí, pero puedo entender que una enfermera con los pies cansados desee uno al momento siguiente de entrar en casa.

Créanme, si Rubia hubiera sido un hombre, hubiera hecho invertir mi esterilidad y hubiera cuidado alegremente de los niños y de los guisantes de olor y de muchos gatos.

Burt y Anna se marcharon a Alabama casi inmediatamente después de casarse, y arreglamos las cosas cuidadosamente para no perder el rastro los unos de los otros. No tenían intención de quedarse a vivir allí pero Anna creía que le debía una visita a su hija (y se debía a sí misma, creo, la posibilidad de mostrarles a su nuevo marido). Después tenían intención de enrolarse en alguna organización militar o cuasimilitar, una que los aceptara a los dos y estableciera un contrato que les permitiera estar juntos. En combate.

Sí. Ambos estaban cansados del trabajo de oficina; ambos estaban dispuestos a dar el paso de abandonar el trabajo rutinario y unirse a un equipo de combate.

— Mejor una intensa hora de vida que una bicicleta de Catay. — Quizá sí. Era su vida.

Me mantuve en contacto con el Mercado del Trabajo porque llegaría el día en que no sólo deseara enrolarme en algo sino que tuviera que enrolarme en algo. Rubia estaba trabajando casi constantemente e intentaba insistir en pagar todos los gastos de la casa.

Yo mantenía las orejas cerradas e insistía en pagar la mitad de todo. Puesto que estaba controlando hasta el último dólar, sabía exactamente lo que costaba vivir en Las Vegas.

Demasiado, incluso en una pequeña habitación. Cuando Rubia se fuera, podría seguir viviendo allí unos cuantos meses, y luego todo acabaría.

Pero no lo haría. Un nido de luna de miel no es un buen lugar para vivir sola.

Continué intentando localizar a Georges y a Ian y a Janet, y a Betty y a Freddie, pero me establecí el límite de dos veces al mes; las tarifas de la terminal eran considerables.

Dos veces a la semana me pasaba medio día en el Mercado del Trabajo, yendo de un lado a otro. Ya no esperaba encontrar un trabajo de correo ni la mitad de bueno del que tenía con el Jefe, pero seguía acudiendo a las multinacionales… que naturalmente utilizaban correos sin experiencia. Y estudiaba todas las demás oportunidades de trabajo, buscando algo, cualquier cosa, que encajara con mis decididamente extraños talentos. El Jefe había insinuado que yo era una especie de superhombre… de supermujer. De ser cierto, puedo atestiguar que hay muy poca demanda de superhombres y supermujeres.

Estudié la posibilidad de ir a la escuela para convertirme en croupier… luego trasladé esa posibilidad al fondo del montón. Un croupier con habilidad, o un encargado de la ruleta, o uno de esos que recogen las fichas con el palo, puede trabajar durante muchos años con un buen sueldo… pero para mí eso sería una rutina mortal. Una forma de sobrevivir, pero no una vida. Mejor enrolarme como soldado y ganar mis dólares en las filas de los campos de batalla.

Pero había otras posibilidades. Nunca había pensado en ellas. Consideren esta:

Madre anfitriona —. Licencia ilimitada, garantizada por la Trans America y/o la Lloyd’s…

ningún cargo extra por partos múltiples hasta cuatrillizos. Emolumentos a convenir.

Entrevista estándar sin compromiso con examen físico por psicométrico de su propia elección. BEBES ILIMITADA, Inc. LV 7962M 4/3 Podía intentar firmar con Bebés Ilimitada o podía hacerlo por mi cuenta. Mi esterilidad condicional sería una ventaja, puesto que lo que los clientes de las madres anfitrionas recelan más es la madre anfitriona que le endosa un niño extra al cliente… se queda embarazada por sus propios medios justo antes de someterse como anfitriona. Lo esterilidad no es un inconveniente puesto que no se utilizan sus propios óvulos; el técnico simplemente manipula las cosas de modo que la química corporal se prepare para recibir la implantación. la ovulación propia es más bien un engorro.

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