Bob Shaw - Las astronaves de madera

Здесь есть возможность читать онлайн «Bob Shaw - Las astronaves de madera» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1988, ISBN: 1988, Издательство: Acervo, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las astronaves de madera: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las astronaves de madera»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Han pasado veinticinco años desde que los habitantes de Land se vieron obligados a trasladarse a Overland, el planeta hermano que comparte su atmósfera, donde ahora están establecidos en pequeñas comunidades distanciadas entre sí. Contra todo pronóstico, los que se quedaron en Land han conseguido la inmunidad contra la pterthacosis, la enfermedad que forzó la emigración. Su ambicioso soberano reclama derechos sobre Overland, iniciando una guerra que amenaza la vida de los emigrantes. Toller Maraquine, el protagonista de la primera parte, es llamado para organizar una defensa desesperada al frente de una flota de satélites y aeronaves hechos de madera.

Las astronaves de madera — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las astronaves de madera», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—La nave espacial no ha sido dañada de forma irreversible —puntualizó Sondeweere—. Os traje expresamente a una zona donde es muy improbable que os descubran los farlandeses, de modo que hay mucho tiempo para el trabajo que debe llevarse a cabo.

«Entonces, ¿por qué has deshinchado el globo?», pensó Toller. «Esta mujer tiene algo más que decirnos…»

Bartan dio un paso hacia Sondeweere.

—Los otros pueden marcharse si lo desean. Yo me quedaré contigo.

—¡No, Bartan! ¿Has olvidado la razón por la que me trajeron aquí? Los simbonitas me asesinarían antes de permitir que me uniese con un hombre de mi raza.

Toller, con su interés de soldado por la táctica, seguía dándole vueltas al mismo problema. Sondeweere deshinchó el globo con la intención de que la nave no vuelva a volar. En cuyo caso…

—Hay una alternativa para todos vosotros —dijo Sondeweere—. Os la explicaré, pero debéis tomar la decisión vosotros mismos. Si optáis en contra de ella, os ayudaré a reparar la nave, os guiaré para que volváis a Overland, y yo me quedaré aquí. Si optáis a favor de ella, tendréis que considerar todos los peligros y…

—Optamos a favor —interrumpió Toller—. ¿A qué distancia de aquí está la astronave simbonita? ¿Y cómo está protegida?

Sondeweere se volvió para mirarlo.

—Me sorprendes, Toller Maraquine.

—No hay por qué sorprenderse —dijo Toller—. No soy un hombre inteligente, pero he aprendido que hay ciertos temas que, no importa lo sabios y eruditos que sean sus argumentadores, sólo pueden resolverse de un modo. De un modo que sí comprendo.

—El modo que consiste en matar.

—El modo de la fuerza justificada, de bloquear la espada del enemigo con mi espada.

—No digas más, Toller. No estoy en situación de realizar juicios morales. Se me ocurrió tomar la nave porque ofrece la única esperanza de escapar de esta existencia triste y vacía; pero hay muchos peligros.

—Estamos preparados para afrontar el peligro —dijo Toller. Miró a sus compañeros, incluyéndolos en su declaración.

—Pero… ¿por qué cualquiera de vosotros iba a estar dispuesto a arriesgarse a morir por causa mía?

—Todos tuvimos nuestras propias razones para tomar parte en esta expedición.

Sondeweere se acercó a Toller, manteniendo la mirada fija en su rostro y, por primera vez desde el encuentro, él sintió que la mujer estaba utilizando los poderes extraordinarios de su mente.

—La tuya no era una buena razón —dijo ella, tristemente.

—¿Cuánto tiempo vamos a continuar parados en este helado cenagal? —preguntó Toller, dando una patada a la tierra húmeda—. Nos vamos a morir de frío a menos que movamos un poco nuestros huesos. ¿A qué distancia está la nave?

—A unos ciento treinta kilómetros —Sondeweere habló con una nueva energía, al parecer aceptando que habían tomado una decisión irrevocable—. Pero tengo un vehículo que puede llevarnos hasta allí.

—¿Una carreta?

—Una especie de carreta.

—Bueno, éste no es un país para marchas forzadas.

Aliviado por haber acabado la discusión, Toller corrió con los otros a la barquilla para descargar las armas y las provisiones de comida. Tomó uno de los cinco rifles para su uso, pero sin demasiado entusiasmo. La red de esferas de presión que lo acompañaba iba a ser un estorbo en una lucha cuerpo a cuerpo, y el tiempo que se necesitaba para colocar una nueva esfera antes de cada disparo disminuía notablemente la eficacia del arma.

—Mirad lo que he encontrado.

Zavotle, que tiritaba con violencia, extendió una mano temblorosa que sostenía un palo de brakka, alrededor del cual estaba enrollada la bandera azul y gris de Kolkorron.

Toller la cogió y la clavó en el suelo, arrojándola como si fuese una lanza.

—Ése fue el encargo que Chakkell nos confió. De ahora en adelante podemos ocuparnos de nuestros propios asuntos.

Bajó de la barquilla y estaba colocando sus pertrechos junto a los otros, cuando se dio cuenta de que Sondeweere ya no estaba allí. Escudriñó a través de la oscuridad y en ese instante oyó un extraño sonido, compuesto por muchos sonidos: el siseo de una serpiente gigante, el resoplido de un cuernazul, el rugido y traqueteo de una carreta. Un momento después distinguió la silueta más o menos cuadrada de un vehículo que se aproximaba lentamente a la nave. Sintió curiosidad por conocer la clase de animal de tiro capaz de producir tal cacofonía; se adelantó para recibir a Sondeweere y se detuvo, confundido, al darse cuenta de que el vehículo tambaleante se movía por sí mismo.

La parte posterior era semejante a una carreta tradicional cubierta por una lona sostenida por soportes, pero en la parte frontal había un grueso cilindro del que descendía un tubo que despedía un vapor blanco hacia el aire oscuro. Sondeweere era una mancha pálida detrás de la pantalla de vidrio de una estructura que formaba la parte anterior del cuerpo principal del vehículo. Se detuvo sobre unas ruedas anchas, bordeadas de negro; el ruido decreció hasta convertirse en un resuello de rumiante y Sondeweere saltó de la cabina.

—La carreta se impulsa por sí sola aprovechando la potencia del vapor —dijo, adelantándose a un bombardeo de preguntas—. A veces la uso como caravana cuando viajo largas distancias, y nos servirá muy bien para nuestro propósito.

El viaje a través de aquella región de Farland fue uno de los más extraños que Toller había realizado en su vida.

Parte de su rareza provenía de que las circunstancias imperantes y el ambiente eran únicos. A pesar de la protección que ofrecía la cubierta de lona del transporte, los cinco astronautas estaban invadidos por una frialdad húmeda que no se parecía a ninguna de las que habían soportado con anterioridad. El alba llegó, no en forma de manantial de luz dorada y calor como sucedía en Overland, sino como un furtivo cambio en el color del paisaje, de negro a gris plomizo. Incluso el aire en el interior del vehículo se tiñó de gris, una mezcla de aliento exhalado y la pegajosa humedad que se filtraba desde el exterior y parecía inmovilizar a los pasajeros y helarles la sangre. Sólo Sondeweere, vestida con una túnica y unos pantalones, no parecía afectada por el frío penetrante.

Los viajeros separaban la lona de vez en cuando, ansiosos por ver el mundo extraño y a sus habitantes, pero poco descubrieron que les maravillase en sus fugaces visiones de las praderas verdiazules barridas por cortinas de lluvia y niebla. Toller observó que la carretera sobre la que viajaban estaba pavimentada y en buen estado, mucho mejor que cualquier carretera de Overland. A medida que se fue ensanchando, empezaron a divisar las primeras viviendas de los farlandeses.

Las casas llamaron su atención, no porque tuviesen un estilo exótico, sino por su aspecto absolutamente normal. De no ser por la inclinación de sus techos, las casitas de un solo piso, desprovistas de adornos, podrían haberse confundido con las edificadas en casi todos los lugares de los planetas gemelos. No había señal de los habitantes a esas horas tempranas de la mañana, y a Toller le pareció razonable que permaneciesen en la cama el mayor tiempo posible, en vez de aventurarse a salir con un clima tan inhóspito.

—No siempre es tan frío y lóbrego —explicó Sondeweere en un momento del viaje, hablando desde su posición aislada en el timón del vehículo—. Nos encontramos en las latitudes medias del hemisferio norte, y habéis llegado a mitad del invierno.

Toller conocía el concepto de las estaciones, gracias a que había nacido en una familia de filósofos del viejo Kolkorron; pero era nuevo para los miembros más jóvenes del grupo, mentalmente condicionados por vivir en un planeta cuyo ecuador estaba exactamente en el plano de su órbita alrededor del sol. Al principio, la idea de que Farland estuviese inclinado fue difícil de entender para ellos; y después, cuando empezaron a asimilarla, formularon multitud de preguntas a Sondeweere, intrigados por la idea de que los días y las noches variasen continuamente de duración y las consecuencias que se derivaban. Por su parte, Sondeweere parecía contenta de poder apartar el componente simbónico de su identidad durante un rato, y comportarse con naturalidad como un humano entre humanos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las astronaves de madera»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las astronaves de madera» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las astronaves de madera»

Обсуждение, отзывы о книге «Las astronaves de madera» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x