Además de su pesar por Toller, Bartan se vio obligado a aceptar que su esposa ya no sería su esposa, que se había convertido en otro tipo de gigante, en un coloso intelectual con quien no podría mantener una relación de hombre a mujer. Sabía que Sondeweere aún no había abandonado la galaxia, que durante algunos días estaría guiando a Gotlon en su regreso al hogar, pero de alguna forma estaba ya más lejos de él que las estrellas más lejanas. Su Gola particular se había apartado de su existencia, dejándolo sin ninguna orientación para la vida.
—No creo que tengamos que andar mucho —dijo Berise—. Parece que estamos cerca de la ciudad.
Bartan hizo visera con una mano y miró hacia Prad, cuyos arrabales se encontraban a unos tres kilómetros. Estaba mirando a través de una pantalla cambiante de imágenes consecutivas, pero pudo distinguir las nubes de polvo que desprendían las carretas y los jinetes que circulaban por la sinuosa carretera. Algunos campesinos, sin duda atraídos por el espectáculo de la nave simbonita, se aproximaban corriendo desde los campos cercanos.
—Me alegro de que tengamos tantos testigos —continuó diciendo Berise—; de otro modo el rey no creería todo lo que tenemos que contarle.
—Testigos —dijo Bartan Drumme con tono abatido—. Sí, testigos.
Berise miró atentamente su rostro.
—Creo que no deberías seguir andando. Será mejor que te sientes y me dejes revisar ese vendaje.
—En seguida estaré bien. Todavía me queda un remedio excelente.
Bartan desató el odre de coñac de su cinturón y se disponía a quitar el tapón cuando sintió la mano de Berise apoyada en su hombro.
—En realidad no necesitas esa medicina, ¿verdad? —le dijo ella.
—¿Qué tiene eso que ver con…? —hizo una pausa, mirando con asombro el rostro de Berise, advirtiendo que en su expresión había más preocupación que enfado—. No, en realidad no necesito la bebida.
—Entonces tírala.
—¿Qué?
—Tírala, Bartan.
De repente se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que nadie se preocupaba por lo que hacía, pero aún así dejó caer al suelo de mala gana el recipiente de cuero.
—De todas formas, estaba casi vacío —murmuró—. ¿Por qué sonríes?
—Por nada —la sonrisa de Berise se ensanchó—. Por nada en absoluto.
FIN
Juego de palabras intraducible. En inglés, spirit significa espíritu y también licor. (N. de la T.)