Bob Shaw - Otros días, otros ojos

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Otros días, otros ojos: краткое содержание, описание и аннотация

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El “vidrio lento” es un cristal que absorbe poco a poco la luz de los sucesos que ocurren delante de él, los cuales resultan visibles meses o años después.
A partir de esta idea, Bob Shaw construye una excelente y a la vez original novela. La profética visión de lo que podría ser un invento de estas características y la problemática social de su uso, desde el crimen casi perfecto hasta la verificación por parte de la justicia al cabo de cinco años— hacen de esta novela una obra maestra de ciencia ficción en el mas puro sentido de la palabra.

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Las imágenes del vidrio lento demostraban con claridad que el conductor del camión había sido Matthew McCullough, el hombre que había fallecido de muerte natural pocas horas después.

Y McCullough no iba acompañado.

—Eso nos permitió entrar en la casa de Sala y actuar del modo apropiado —dijo Remmert—. La idea era una supuesta investigación de McCullough, pero no dejamos de averiguar todo lo posible sobre Sala.

—¿Y qué consiguieron?

Garrod seguía mirando la pantalla de proyección, en la que había un holograma fijo de la parte frontal de la casa de Sala.

—Nada, por supuesto. McCullough era la parte culpable.

—¿No fue demasiado conveniente que cayera muerto a la mañana siguiente?

—Si eso es conveniente —se burló Remmert—, espero que mi muerte no lo sea hasta que tenga cien años.

—Ya sabe a qué me refiero, Peter. Si Sala fue el asesino, ¿no fue demasiada casualidad que un hombre al que podía inculpar fuera silenciado a las pocas horas?

—Sala no está culpando a McCullough, soy yo el que lo hace. De todos modos, no comprendo ese razonamiento. Supongamos que lo hizo Sala… ¿Iba a desear que su inquilino llamara la atención de la policía cayéndose muerto? Además, aunque Pobjoy opine lo contrario, Sala no lo hizo. Tenemos todo tipo de pruebas para justificar su declaración.

—Veamos las pruebas.

Remmert suspiró de un modo audible, pero apretó el botón de rebobinado rápido del proyector. Habían requisado una ventanorama de una vivienda que estaba casi enfrente de la casa de Sala y habían hecho un holofilme que recogía la vida del sospechoso durante el año anterior. La información de la ventanorama también estaba en grabadoras de retardita, mas debido a que el vidrio lento tenía la desventaja de no admitir la marcha atrás, se usaba un holofilme convencional para el trabajo práctico de examinar las pruebas.

En la pantalla apareció la imagen de la casa de Sala tal como estaba un año atrás, tras la instalación de la ventanorama. Era una casa de madera, ordinaria, con dos pisos y una ventana saliente en la planta baja que sostenía un mirador en el nivel superior. El jardín de la entrada estaba bien conservado, y había un garaje unido a la estructura principal, con la puerta a la altura de la línea de edificación. Las ventanas de la mitad superior de la puerta del garaje eran el único medio de ver el interior.

Remmert fue saltándose diversos fragmentos de la bobina, haciendo pausas de vez en cuando para mostrar escenas de Sala y McCullough entrando y saliendo del lugar. Sala era un hombre menudo y grueso, con negro cabello rizado en cuyo centro se veía el cuero cabelludo reluciendo igual que cuero pulido. McCullough era más alto —y algo encorvado. Su cabello, de un color parecido al acero, estaba peinado hacia atrás sobre un rostro alargado y afligido, y el hombre parecía estar excesivamente apegado a su parte de la vivienda.

—McCullough no tiene aspecto de ser un asesino de cuidado —comentó Garrod—. Sala sí.

—Eso es prácticamente todo lo que hay para argumentar en contra de él —dijo Remmert, fijando una imagen de Sala mientras se ocupaba del jardín, con la camisa presionando un estómago protuberante—. Es un tipo pícnico.

—¿Cómo?

—«Tipo pícnico» es la denominación que dan los psiquiatras a hombre algo bajo, rollizo y ancho de hombros, que tanto abunda entre los asesinos sicópatas. Aunque infinidad de gente inofensiva está catalogada en el mismo grupo.

Hubo otras imágenes —diáfanos fragmentos de hielo arrancado del río del tiempo— de Sala y su esposa, una mujer de pelo oscuro, discutiendo, dormitando, leyendo, a veces dedicados a un juego amoroso carente de sutilezas, mientras la solitaria cara avinagrada de McCullough cavilaba en las ventanas superiores. Sala iba y venía de su lugar de trabajo a horas regulares con un camión de reparto último modelo de color blanco. El otoño dio rápido paso al invierno y llegaron las nieves, y vieron a Sala utilizando una ordinaria camioneta abollada, con cinco años de rodaje, en lugar del modelo más reciente. Garrod levantó la mano para que la película se detuviera.

—No iba bien el negocio de Sala?

—Le va muy bien; parece un sagaz hombre de negocios, a su nivel.

—¿Le preguntó por qué usaba ese camión viejo?

—Si le digo la verdad, lo hice —replicó Remmert—. Es ese tipo de cosas que no serían obvias en la tarea de un detective a la antigua, pero que son Curiosamente notables al revisar la retardita.

—¿Qué le contestó él?

—Que de todas formas sólo pensaba conservar el camión último modelo durante seis u ocho meses más, pero que alguien le hizo una buena oferta por el vehículo. Sala dijo que no podía rechazar la oferta.

—¿Le preguntó cuánto dinero obtuvo?

—No. No me preocupé por eso.

Garrod anotó algo en su cuaderno e hizo un gesto para que la película continuara. Las nieves se retiraron, eliminadas por colores verdes, los brotes primaverales y veraniegos. El otoño se aproximaba de nuevo cuando una capa de lona alquitranada azul apareció en el techo del garaje. Era tan extensa que cubría el techo entero, y un borde pendía sobre la parte frontal, tapando las ventanas de la puerta.

Garrod volvió a levantar la mano.

—¿Cuál era el propósito de eso?

—El techo del garaje tenía goteras.

—¿Estaba en mal estado? No me había fijado.

Remmert retrocedió un poco en el tiempo y se vio el techo con tejas fuera de sitio en varios lugares. Todas estaban normales algunos días antes.

—Ocurrió muy de repente, ¿no?

—A principios de septiembre hubo algunas tormentas inesperadas. Sala piensa construir un nuevo garaje, y por eso no valía la pena perder el tiempo haciendo una adecuada reparación del techo.

—Todo sigue cuadrando.

—¿A qué se refiere?

—No lo sé. Fíjese en el modo chapucero con que cuelga la lona alquitranada sobre la parte delantera del garaje, y sin embargo Sara es muy exigente en todas las cosas.

—Es probable que la lluvia resbale mejor de ese modo. —Remmert Mostró impaciencia al ver que Garrod tomaba otra nota de qué va a servirle ese detalle?

—Quizá de nada, pero si se ha vivido con el vidrio lento tanto tiempo como yo, eso cambia la forma en que ves las cosas. —Garrod se dio cuenta repentinamente de que estaba mostrándose ampuloso—. Perdone, Peter. —Hay algo de especial interés entre este momento y la noche del crimen?

—Creo que no, pero tal vez usted…

—Vamos a la gran noche —dijo Garrod.

Era de noche cuando la puerta del garaje se abrió y se deslizó hacia dentro, con un movimiento que a Garrod le recordó el retraimiento de los alerones de un avión comercial. El camión salió a la calle, la puerta se cerró automáticamente y la imagen de la pantalla aumentó su brillo al entrar en acción los intensificadores luminosos. Remmert fijó la imagen; el conductor era McCullough, sin duda posible. Llevaba puesto un sombrero que oscurecía sus ojos, pero imposible confundir el porte melancólico.

—Las cámaras urbanas registraron su paso en dirección al límite norte de la ciudad —dijo Remmert—. Ahora fíjese en el garaje. La lona está un poco plegada y se ve el interior.

Aceleró el ritmo temporal y lo dejó otra vez en normal cuando el indicador digital situado en un ángulo de la imagen indicó que había transcurrido media hora. Los oscuros rectángulos de las ventanas del garaje irradiaban un resplandor blanco, y había un hombre en el interior. Era un hombre rechoncho y con el cabello negro: Ben Sala, inequívocamente.

Mientras Sala deambulaba por el garaje dedicado a raras tareas de limpieza y aseo, Remmert tocó un botón para reproducir las declaraciones del sospechoso:

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