Sí, cada destello que se lanzó ha fallado, hasta ahora. Pero al caer, dejaron impresiones. Allí, en el polvo.
Y las impresiones duran.
Bien, ¿qué harás? ¿Soltarte e intentar ascender? Sin la energía almacenada que Yosil trató de reunir, tus posibilidades serán escasas. Sus cálculos eran buenos, aunque su alma fuera retorcida.
¿Quedarte aquí, entonces? ¿La mitad en un mundo y la otra en otra parte? ¿Compartiendo una cama con Clara y la versión mucho-más-humana de tu otro yo… el Albert variante que cambia de cuerpos, viviendo el día a día?
Podría funcionar. Pero ¿es justo?
¿O intentarás otra cosa? Algo creativo. Algo nunca visto… al menos en este cosmos.
Las probabilidades parecen escasas. Pero claro, todo es intentarlo, ¿no?
Para las criaturas surgidas de la carne o el barro, es todo lo que ha habido siempre.
…o aprendiendo el más delicado arte…
Tras salir del balcón de la mansión de piedra de Eneas Kaolin, Clara y yo bajamos las escaleras, atravesamos un jardín de rosas y dejarnos atrás un elaborado palomar, hasta llegar al prado donde Pal y realAlbert hacían volar su corneta.
Corno era de esperar, habían atraído la atención, no del personal de seguridad, sino de la gente que vivía en un enclave de casitas tras la colina, construidas para los criados y sus familias. Un puñado de niños observaban o corrían gritando excitados.
Incluso hoy, hay algo inexplicable en una cometa bien manejada.
Pal se lo estaba pasando de miedo, controlándola desde su medsilla. Aunque los golems le dan acceso al mundo, nunca vi que ninguno de ellos le proporcionara tanta alegría.
Al hacer que las alas giraran una pizca, la hacía revolotear, subir y luego zambullirse en ataques de pega que arrancaban gritos de placer a los niños y sus padres.
A todos excepto a un par de adultos, que parecían menos felices. Reprendían a tres niños, intentando hacerlos volver hacia el pequeño vecindario falso. Advertí rencor en ellos. Pero por ahora, los niños no lo percibían, y corrían y gritaban como los demás.
Volviéndome hacia el idKaolin platino, que todavía nos acompañaba después de que su original desconectara, pregunté:
—¿Son ésos los herederos?
Con rostro sombrío, el ídem asintió.
—Sobrinos. Hijos de una hermanastra que murió hace tres años. Esta verdad había sido parte del precio que Clara y yo exigimos. —¿Lo saben? IdKaolin negó con la cabeza.
Su madre me dejó… dejó a Eneas… con plena autoridad legal. No pueden ustedes interferir.
Clara suspiró.
Bueno, por ahora recuerde que lo sabemos. Estaremos observando.
—Oh, de eso estoy seguro.
La voz del golem carecía de cualquier atisbo de resentimiento o resignación. Me habría sentido mejor si los hubiera tenido.
Tardamos un rato en recoger a Pal y realAlbert y el pequeño huronespía, dejando la corneta en manos de algunos niños.
Pensé en nuestra «victoria» durante el viaje de regreso en la limusina. A pesar de haber acorralado al gran Kaolin y extraído la verdad, no me sentía especialmente jubiloso. Tal vez hace mucho tiempo, antes de la Gran Desregulación, podríamos haberlo acusado de todo tipo de ofensas criminales, desde fraude a chantaje o extorsión. Pero ahora todo eso eran delitos civiles y la mayoría de sus víctimas estaban felizmente compradas.
Lo máximo que podíamos hacer era hacerle pagar un poco más. Y poner obstáculos a las partes peores de su plan.
Para empezar, el equipo disperso del Proyecto Zoroastro sería reunido, junto con críticos externos, bajo los auspicios de una fundación neutral. El objetivo: liberar esas nuevas tecnologías en la secuencia menos inquietante, no en la más disruptiva. Aunque de hecho, gran parte de la guerra social de Kaolin parecía inevitable. Nos esperaban tiempos interesantes.
Otra fundación, financiada por una generosa Beca Kaolin, examinaría los intereses más «místicos» de Yosil Maharal. No tímidamente, sino con la debida atención a los sentimientos de los millones de personas que todavía creían que no deben cruzarse algunas fronteras. Como si hubiera algún modo, a la larga, de evitar que la gente las cruce.
La pobre Ritu recibiría su tratamiento, y sería rica cuando saliera. Los médicos incluso hablaban de enseñarla a colaborar con una personalidad Beta «rehabilitada». Podría emerger una persona excepcionalmente interesante… y el mundo estaría preparado y mantendría los ojos abiertos. En cuanto a los nuevos clientes de Kaolin, se le invitaba a intentar vender paquetes de viajes al mañana a aquellos que lo tuvieran todo menos tiempo. Pero como las nuevas técnicas de idemización no serían ya secretas, todo el mundo tendría una idea clara de lo queestaba pasando. Por tanto, que sus herederos y abogados y representantes y jurados ad hoc se encargaran de todo. Tal vez las elites prestarían su influencia a los emancipadores para conseguir que declararan legal la idinmortalidad. Tal vez no.
Mientras todo suceda al descubierto, no es asunto de un didtective, ¿verdad?
Pal nos pidió que lo dejáramos en el Templo de los Efímeros. Tenía una cita con la médico voluntaria (Alexie) queme reparó dos veces cuando yo era verde. Un antiguo amor que, Palli admitía libremente, «no se merecía».
Tal vez. ¿Pero quién podía rechazar la compañía de Pal durante mucho tiempo? La mitad de él estaba más viva que la mayoría de los hombres que he conocido. Desde luego, es más divertida.
El pequeño idhurón estaba de acuerdo. Después de informar de lo que había visto escalando las paredes de la mansión Kaolin, la pequeña versión de mí mismo supuso que bien podía averiguar qué excitación ofrecía el mundo durante la segunda mitad de su vida, las doce horas siguientes. Así que saltó al hombro de Pal y juntos subieron la rampa, produciéndome una familiar sensación de deja va.
Al volver al coche, Clara y yo tuvimos una sorpresa: realAlbert estaba sentado dentro, sonriendo mientras esperaba. ¡Y podíamos verlo claramente! A pesar de que estábamos fuera, en la acera.
De hecho, todos los paneles y ventanas de la limusina eran completamente transparentes, no sólo un estrecho puntito tembloroso por cada ocupante.
—Santo cielo —murmuró Clara—. Eso significa que está mirando a todas partes, en todas direcciones al mismo…
—Sí, lo sé.
Cuando lo comprendes, no es ninguna sorpresa.
Tomándola de la mano, miré hacia Pal y el pequeño Albert, que entraban juntos en el templo del rosetón, entre los roxes heridos, rotos y lisiados que se reunían allí a diario para encontrar consuelo y esperanza, un lugar que daba la bienvenida a todas las almas.
—¿Adónde ahora? —preguntó el conductor automático de la limusina.
Miré a mi dueña, la mujer que amaba.
Ella, a su vez, miró a realAlbert. Su atención podía estar en todas partes a la vez (omniconsciencia), pero su sonrisa parecía estar a nuestro lado.
—A casa —dijo con voz clara y fuerte—. Es hora de que todo el mundo vuelva a casa.
Por ahora, eso significaba la vivienda flotante de Clara, justo a un kilómetro río abajo desde la plaza Odeón… aunque parecía que habían pasado años desde que recorrí esa distancia bajo el agua, pensando que estaría en el cielo si tan sólo pudiera desenmascarar al infame sidcuestrador, Beta.
Oh, bueno. El cielo es un estado mental. Ahora lo sé.
Un favor que Yosil Maharal nos ha hecho a todos fue obligarnos a Clara y a mí a vivir juntos por fin. Cierto, echaba de menos mi casa y mi jardín, pero a los dos nos sorprendía la disposición mutua de comprometernos en todos los detalles que implican compartir un techo. Incluso uno tan bajito. Incluso cuando hay dos yoes.
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