—Mi opinión carece de toda relevancia en este asunto. —Tan dramático, de hecho, que debía considerarse un crimen de enorme magnitud o un acto de enorme heroicidad. Josen no sabía qué hacer. Nos habíamos llevado siempre muy bien y ya le he dicho que, en el fondo, no era un mal hombre. Pero era Primer Consejero y sabía cuál era su obligación. Debía juzgarme por traición. y yo tampoco soy estúpida, Tuf. Sabía lo que debía hacer. —Se inclinó hacia adelante, acercándose a él—. No estaba muy contenta con las cartas que me habían correspondido, pero debía jugarlas o retirarme. Para salvar mi algo huesudo trasero, debía destruir a Josen, debía desacreditarle a él ya la mayor parte del Consejo. Tenía que convertirme en una heroína ya él en un villano, en términos que estuvieran perfectamente claros para el peor retrasado mental de las ciudades subterráneas.
—Ya entiendo —dijo Tuf. Dax estaba ronroneando. La Maestre de Puerto decía la más pura verdad—. De ahí el hinchado melodrama que fue llamado Tuf y Mune.
—Necesitaba calorías para los gastos legales —dijo ella—. Eso era muy cierto, ¡maldición!, pero además lo utilicé como excusa para venderle mi historia de los hechos a una de las grandes redes. Digamos que… bueno, que sazoné un poco la historia. Estaban tan entusiasmados que decidieron emitir una versión dramatizada después de haber conseguido la exclusividad de las noticias. Para mí fue un auténtico placer proporcionarles el argumento. Tuve un colaborador, claro está, pero yo fui dictando lo que debía escribir. Josen nunca llegó a entender lo que estaba pasando. No era un político tan astuto como creía y, además, el oficio nunca le gustó lo suficiente. y tuve ayuda.
—¿De qué fuente? —inquirió Tuf. —Básicamente de un joven llamado Cregor Blaxon. —Su nombre me resulta desconocido.
—Estaba en el Consejo, ocupando el cargo de consejero para agricultura. Un puesto de lo más crucial, Tuf, y Blaxon era su ocupante más joven en toda la historia de S’uthlam. Además, era el miembro más joven del Consejo. Usted pensará que él estaba satisfecho con eso, ¿no?
—Por favor, no cometa la presunción de intentar adivinarme el pensamiento a menos que durante mi ausencia haya logrado desarrollar habilidades psiónicas. No se me ocurriría pensar tal cosa, señora. He descubierto que se comete un gran error creyendo que los seres humanos son capaces de alcanzar tarde o temprano los límites de su satisfacción.
—Cregor Blaxon era, y es, un hombre muy ambicioso —dijo Tolly Mune—. Formaba parte de la administración de Josen: los dos eran tecnócratas, pero Blaxon aspiraba a ocupar el asiento de Primer Consejero y allí era donde Josen Rael había plantado sus posaderas.
—Creo que entiendo sus motivos. —Blaxon se convirtió en mi aliado. Para empezar, ya estaba realmente impresionado con todo lo que usted nos había entregado. El omnigrano, los peces y el plancton, las levaduras, todos esos malditos hongos… y se dio cuenta de lo que estaba pasando. Usó todo su poder para abreviar las pruebas biológicas y plantar directamente sus productos en las cosechas, pasando por alto todas las prioridades y aplastando a los imbéciles que intentaron frenar las cosas. Josen Rael estaba demasiado preocupado para enterarse de ello.
—El político inteligente y eficaz es una especie virtualmente desconocida en la galaxia —dijo Haviland Tuf—. Quizá debería conseguir una muestra celular de Cregor Blaxon para la biblioteca del Arca.
—Se está adelantando un poco. —El final de la historia me resulta obvio. Aunque pueda parecer que hablo impulsado por la vanidad, me aventuré a suponer que mi pequeño esfuerzo en el dominio de la ingeniería eco lógica fue considerado todo un éxito y que los enérgicos pasos dados por Cregor Blaxon para poner en práctica mis soluciones hicieron aumentar grandemente su fama y buen crédito.
—Lo llamó el Florecimiento de Tuf —dijo Tolly Mune con una leve sonrisa sarcástica—. Los noticiarios aceptaron en seguida el término: el Florecimiento de Tuf, una nueva edad de oro para S’uthlam. Muy pronto tuvimos hongos comestibles creciendo en las paredes de nuestras cloacas y pusimos en funcionamiento colosales granjas de setas en cada ciudad subterránea. Inmensas alfombras de chales de Neptuno cubrieron la superficie de nuestros mares y en sus profundidades los peces que nos había proporcionado empezaron a multiplicarse a un ritmo asombroso. Plantamos su omnigrano en vez de la neo hierba y el nanotrigo y la primera cosecha nos dio casi el triple de calorías. Su trabajo de ingeniería ecológica puede clasificarse como de clase nova, Tuf.
—Tomo nota de dicho cumplido con la debida satisfacción —dijo Tuf.
—Afortunadamente para mí, el Florecimiento se hallaba ya en plena eclosión cuando Tul y Mune empezó a ser exhibido y aún faltaba bastante para que fuera sometida a juicio. Creg no paraba de alabar cada día su brillantez ante los noticiarios y le decía a un público de miles de millones que nuestra crisis alimenticia estaba resuelta, solucionada, que todo había terminado bien —la Maestre de Puerto se encogió de hombros—. De ese modo y por razones particulares le convirtió en un héroe. Era necesario si deseaba ocupar el sitio de Josen. Yeso ayudó a convertirme en una heroína. Todo fue encajando perfectamente hasta formar un maldito y enorme nudo. Fue el ¡aleo más endemoniadamente grande que pueda llegar a imaginarse, pero le ahorraré el resto de los detalles. Al final del ¡aleo, Tolly Mune fue absuelta y se le devolvió nuevamente el cargo con todos los honores posibles. Josen Rael cayó en desgracia, fue abandonado por sus seguidores y se vio obligado a dimitir. La mitad del Consejo dimitió con él. Cregor Blaxon se convirtió en el nuevo líder tecnocrático y ganó las siguientes elecciones. Ahora es el Primer Consejero. El pobre Josen murió hace dos años. y usted y yo nos hemos convertido en seres legendarios, Tuf, los amantes más famosos y celebrados desde… ¡Oh! ¡infiernos!, desde todas esas parejas románticas de los viejos tiempos. Ya sabe, Romeo y Julieta, Sansón y Dalia, Sodoma y Gomorra o Marx y Lenin.
En el hombro de Tuf, Dax se agitó levemente y empezó a emitir un ronco gruñido de temor. Pequeñas garras atravesaron la tela del mono que vestía Tuf y se clavaron en su carne. Haviland Tuf pestañeó, alzó la mano y acarició al gatito en un ademán tranquilizador.
—Maestre de Puerto Mune, veo que sonríe ampliamente y sus noticias no parecen indicar nada, aparte del sobado y sin embargo eternamente popular final feliz, pero Dax se ha asustado, como si bajo tan plácida superficie hirviera un torbellino de emociones. Puede que esté pasando por alto una parte crucial de la historia.
—Sólo una nota a pie de página, Tuf —dijo la Maestre de Puerto.
—Ciertamente. ¿En qué podría consistir dicha nota? —Veintisiete años, Tuf. ¿Hace sonar eso alguna sirena de alarma en su cabeza?
—Ciertamente. Antes de que se embarcara en mi programa de ingeniería ecológica sus cálculos indicaban que S’uthlam se hallaba a veintisiete años de la hambruna, dado el alarmante crecimiento de la población y los cada vez menores recursos alimenticios.
—Eso era hace cinco años —dijo Tolly Mune. —Ciertamente.
—Veintisiete menos cinco. —Veintidós —replicó Tuf—. Supongo que debe haber alguna finalidad oculta en este ejercicio de aritmética elemental.
—Faltan veintidós años —dijo la Maestre de Puerto Tolly Mune—. Pero, claro, eso fue antes del Arca, antes de que el genial ecólogo Tuf y la osada hilandera Mune lo arreglaran todo, antes de que tuviera lugar el milagro de los panes y los peces, antes de que el valeroso joven llamado Cregor Blaxon recogiera los frutos del Florecimiento de Tuf.
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