• Пожаловаться

Ursula Le Guin: Planeta de exilio

Здесь есть возможность читать онлайн «Ursula Le Guin: Planeta de exilio» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Madrid, год выпуска: 1980, ISBN: 84-270-0548-2, издательство: Martínez Roca, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Ursula Le Guin Planeta de exilio

Planeta de exilio: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Planeta de exilio»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En el planeta Eltanin, una colonia de terráqueos de la Liga Planetaria está al borde de la extinción debido a las duras condiciones de vida del planeta y a una amenaza inesperada. No tienen otros vecinos que los nómadas primitivos, que, aunque temen a los terrestres, se instalan en las cercanías de la colonia durante los crueles inviernos que duran quince años. En el invierno que se avecina, un riesto hasta ahora desconocido se cierne sobre todos ellos. Las hordas bárbaras del norte, los criminales espectros de la nieve, se acercan a la colonia, y si los terrestres no se unen a los nómadas, superando seis siglos de desconfianzas, éste puede ser el último invierno para todos ellos.

Ursula Le Guin: другие книги автора


Кто написал Planeta de exilio? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Planeta de exilio — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Planeta de exilio», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El anciano doctor se puso rígido de furia:

—¡Vuelve con los tuyos y no me digas cómo se han de cuidar los humanos!

—¡Basta ya! —exclamó Agat.

Silencio.

—Rolery —dijo Agat—. Si aquí pueden prescindir de ti por un momento, creo que será mejor que nos vayamos… —y estuvo a punto de decir: a casa—. Por si podernos cenar algo —terminó vagamente…

Ella no había comido; él se sentó al lado de ella en la Sala de Asamblea, y comió un poco. Luego se pusieron sus abrigos para cruzar a oscuras la Plaza azotada por el viento para dirigirse al edificio del Colegio, donde tenían que compartir el espacio de una aula junto con otra pareja. Los dormitorios de la Sala Vieja eran más cómodos; pero la mayoría de los matrimonios cuya mujer no se había ido al Rimero preferían este ambiente semiprivado siempre que se les permitiera disfrutarlo.

Una mujer estaba dormida profundamente tras una fila de pupitres, acurrucada en su abrigo. Las mesas habían sido puestas de pie y amontonadas para obstruir las ventanas rotas contra las piedras, los dardos y el viento.

Agat y su esposa colocaron sus abrigos en el suelo sin alfombrar para que les sirvieran de cama. Antes de dormirse, Rolery tomó nieve limpia de un antepecho y lavó las heridas de la mano y el cuero cabelludo de él. Le dolió, y él protestó, malhumorado por la fatiga; pero ella le dijo:

—Tú eres Alterra, y no te pondrás enfermo. Esto no te hará daño… No te hará daño…

13. El último día

En su sueño febril, en la fría oscuridad de la polvorienta habitación, Agat habló en voz alta algunas veces, y en cierta ocasión en que ella estaba dormida, él la llamó en sueños, alargando su mano a través del abismo tenebroso, repitiendo su nombre cada vez más en la lejanía. Sus voces interrumpieron el sueño de ella, que se despertó. Aún estaba oscuro.

Pronto llego la mañana. La luz penetró por los lados de las mesas levantadas, y unas rayas blancas cruzaron el techo. La mujer que había estado allí cuando ellos entraron la pasada noche, aún dormía, exhausta; pero la otra pareja, que había dormido sobre una de las mesas para evitar las corrientes, se despertó. Agat se incorporó, miró a su alrededor y dijo con voz ronca y cara afligida:

—La tormenta ha terminado…

Apartando un poco una de las mesas, atisbaron fuera y vieron el mundo de nuevo: la pisoteada Plaza, barricadas semicubiertas por la nieve, las grandes fachadas con persianas, de los cuatro edificios; más allá, tejados cubiertos por la nieve, y un poco de mar. Un mundo blanco y azul, claro y brillante, sombras azules y todas las puntas tocadas por un sol tempranero aparecían bañadas de un blanco deslumbrador.

Era muy hermoso; pero era como si las murallas que los protegían hubieran sido desgarradas durante la noche.

Agat estaba pensando en lo mismo que ella, porque le dijo:

—Será mejor que nos vayamos a la Sala antes de que ellos se den cuenta de que pueden subirse a los tejados y utilizarnos como blanco de sus tiros.

—Podemos emplear los túneles de los sótanos para ir de un edificio a otro —dijo uno de los presentes.

Agat se mostró de acuerdo.

—Eso haremos —dijo—. Pero las barricadas han de ser guarnecidas…

Rolery dio largas un rato, hasta que los otros se hubieron ido, y entonces logró persuadir al impaciente Agat para que le dejara echar un nuevo vistazo a su herida de la cabeza. Había mejorado o al menos no había empeorado. En su rostro aún había las señales de la paliza que le habían propinado sus parientes; las propias manos de ella estaban llagadas de acarrear piedras y tirar de cuerdas, y llenas de úlceras que el frío había empeorado. Descansó sus magulladas manos sobre la magullada cabeza de él, y se echó a reír:

—¡Cómo dos viejos guerreros! —exclamó—. ¡Oh, Jakob Agat! Cuando vayamos al país bajo el mar, ¿tendrás de nuevo tus dientes perdidos?

Él alzó la vista para mirarla, sin comprender, y trató de sonreír, pero no pudo.

—Quizá cuando un lejosnato muere vuelva a las estrellas…, a los otros mundos —añadió ella, cesando de sonreír.

—No —replicó él, levantándose—. Nos quedamos aquí. Ven, esposa mía.

A pesar de la brillantez del sol, del cielo y de la nieve, el aire del exterior era tan frío que hacía daño al respirar. Al cruzar corriendo la Plaza hasta las arcadas de la Sala de la Liga, un ruido tras ellos les hizo volverse. Agat y Rolery se agacharon, sacando su lanzadardos y se prepararon para echar a correr. Una extraña figura que emitía agudos chillidos pareció traspasar la barricada de un salto y precipitarse de cabeza al otro lado, a pocos metros de ellos: era un gaal, con dos lanzas clavadas entre sus costillas. Los guardianes que había en las barricadas miraron atónitos y gritaron, los arqueros cargaron sus ballestas y alzaron la mirada para ver a un hombre que les gritaba desde una ventana con persianas en la parte este del edificio que se elevaba ante ellos. El gaal muerto boca abajo en la sangrienta nieve pisoteada, en la sombra azul de la barricada.

Uno de los guardianes se acercó corriendo a Agat, gritándole:

—¡Alterra! ¡Debe de ser la señal para un ataque!

Otro hombre, saliendo de pronto por la puerta del Colegio, le interrumpió:

—¡No! ¡Yo lo he visto, lo estaba persiguiendo, por eso gritaba de esa manera…!

—¿Qué has visto?

—¡Corría, tratando de salvar su vida! ¿No lo habéis visto los que estabais en la barricada? No me extraña que gritara. Es blanco y corre como un hombre, con un cuello como… ¡Dios mío! ¡Así, Alterra! Ha bordeado la esquina, tras él, y luego ha dado media vuelta.

—Un demonio de las nieves —dijo Agat, y se volvió hacia Rolery para que ésta se lo confirmara. Ésta, que había oído las cosas que contaba Wold, asintió:

—Blanco y alto, y la cabeza yendo de un lado para otro…

Ella lo imitó al modo horrible como hacía Wold, y e hombre que lo había visto desde la ventana gritó:

—¡Así es!

Agat se subió a la barricada por si podía echar un vistazo al monstruo. Ella se quedó abajo, observando al muerto, quien había estado tan aterrorizado que había corrido hacia las lanzas de sus enemigos para escapar. Ella no había visto nunca a un gaal tan de cerca, porque no se hacían prisioneros, y había estado prestando servicio en el sótano, con los heridos. El cuerpo era corto y delgado, frotado con grasa hasta que la piel, más blanca aún que la suya, brillaba como si fuera tocino; el grasiento cabello estaba entrelazado con plumas rojas. Mal vestido, con andrajos de fieltro como chaqueta, el muerto yacía con los miembros extendidos debido a su muerte violenta, su rostro oculto como si aún se escondiera de la bestia blanca que le había dado caza. La chica se quedó inmóvil junto a él, en la brillante y helada sombra de la barricada.

—¡Allí! —le oyó gritar a Agat, por encima de ella, en la inclinada y escalonada cara interna del muro, construido con piedras del pavimento y rocas de los acantilados. Él bajó hasta donde estaba ella, sus ojos centelleándole, y se la llevó apresuradamente hasta la Sala de la Liga—. Lo he visto por un segundo mientras cruzaba la calle Otake. Corría y balanceó su cabeza hacia nosotros. ¿Sabes si vienen en manadas?

Ella no lo sabía; sólo lo que le contó Wold de una vez que había matado a un demonio de las nieves con una sola mano, entre las míticas nieves del último Invierno. Ellos llevaron la noticia y plantearon la cuestión en el refectorio que estaba lleno de gente. Umaksuman aseguró que los demonios de las nieves a menudo venían en manadas, pero que los lejosnatos no querrían hacer caso a lo que decía un hilfo, y querrían mirar en sus libros. Y en efecto trajeron un libro que decía que los demonios de las nieves habían sido vistos después de la primera tormenta del Noveno Invierno, corriendo en una manada de doce a quince ejemplares.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Planeta de exilio»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Planeta de exilio» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Julio Llamazares: Luna de lobos
Luna de lobos
Julio Llamazares
Ursula Le Guin: El ojo de la garza
El ojo de la garza
Ursula Le Guin
libcat.ru: книга без обложки
libcat.ru: книга без обложки
Kim Robinson
Poul Anderson: Tau cero
Tau cero
Poul Anderson
Отзывы о книге «Planeta de exilio»

Обсуждение, отзывы о книге «Planeta de exilio» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.