James Morrow - Remolcando a Jehová
Здесь есть возможность читать онлайн «James Morrow - Remolcando a Jehová» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 2001, ISBN: 2001, Издательство: Norma, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Remolcando a Jehová
- Автор:
- Издательство:Norma
- Жанр:
- Год:2001
- Город:Barcelona
- ISBN:84-8431-322-0
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Remolcando a Jehová: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Remolcando a Jehová»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Remolcando a Jehová — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Remolcando a Jehová», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Miércoles, veintinueve de julio, mediodía. ¿Le mataste?
—Dios. No. ¿A Zook? Lo deseaba. —Weisinger bajó de la litera y, tambaleándose hasta el mamparo, se arrodilló junto a la cisterna, una tetera de cobre abollada llena de un agua del color de la cerveza Abbaye de Scourmont—. ¿Ha tenido alguna vez un momento de claridad pura y candente, padre Tom? ¿Ha mirado alguna vez a un hombre que se estuviera asfixiando mientras usted agarraba con fuerza una navaja suiza? Le despeja el cerebro de todas las telarañas.
—¿Cortaste la manguera de Zook?
—Claro que la corté. —El chico se salpicó el pecho pálido con puñados de agua sucia—. Pero tal vez ya estuviera muerto, ¿se le había ocurrido?
—¿Lo estaba? —preguntó Thomas.
—¿Qué importaría?
—Mucho.
—Hoy en día no. El gato no está, Tommy. Nadie nos vigila. Las Tablas de la Ley: fizz, fizz, han desaparecido, como dos Alka-Seltzer disolviéndose en un vaso de agua. Sea sincero, ¿no lo siente usted también? ¿No se da cuenta de que está soñando con su amiga Miriam y sus tetas de talla mundial?
—No pretendo fingir que las cosas no se han vuelto confusas por aquí últimamente. —Thomas apretó los dientes con tanta fuerza que le subió un hormigueo por el oído medio derecho. En efecto, sus cavilaciones respecto a la hermana Miriam habían sido intensas últimamente, incluidos los atributos que Weisinger había especificado. Y, que el cielo le amparase, incluso les había puesto nombres—. Reconozco que la Idea del Cadáver amenaza este barco —Wendy y Wanda—. Reconozco que estamos sumidos en el Anno Postdomini Uno.
— Fizz, fizz, puedo pensar lo que me dé la puta gana. Puedo pensar en coger una pistola de aguja Black and Decker y perforarle los ojos a mi tía Sara. Soy libre, Tommy.
—Estás en el calabozo.
Weisinger metió una taza de café de Carpco en la cisterna, se llevó el agua a los labios y bebió.
—¿Quiere saber por qué le asusto?
—No me asustas. —El chico aterrorizaba a Thomas.
—Le asusto porque me mira y ve que cualquiera de los que están en el Val podría encontrar la libertad que yo tengo. Joe Spicer, que está ahí afuera, podría. Rafferty podría. ¿Seguro que no tiene un cigarrillo?
—Lo siento. —Thomas se movió sigilosamente hacia la puerta y se detuvo, paralizado por los remaches de acero; eran patológicos y obscenos, furúnculos en la espalda de un robot leproso. Tal vez no estuviera hecho para este tipo de trabajo. Tal vez sería mejor que se ciñera a la mecánica cuántica y a sus meditaciones sobre por qué Dios había muerto. Miró a Weisinger y dijo—: ¿Te ayuda hablar conmigo así?
—O’Connor podría encontrarla.
—¿Te ayuda?
—Haycox podría.
—Siempre que tengas ganas de hablar, dile a Spicer que me mande a buscar.
—El capitán Van Horne podría.
—Quiero ayudarte de verdad —dijo el sacerdote, saliendo deprisa y a ciegas de la celda.
—Incluso usted podría encontrarla, Tommy —le gritó el chico—. ¡Incluso usted!
Cuando el taxi destartalado y hediondo se paró en el 625 de la calle Cuarenta y dos Oeste, Oliver se dio cuenta de que sólo estaban a una manzana de Playwrights Horizons, el teatro donde su obra favorita de Cassie, Runkleberg, se había estrenado en un programa doble con su menos favorita, Dios sin lágrimas. Señor, era un genio tan sexy. Por ella haría cualquier cosa. Por Cassandra robaría un banco, caminaría sobre brasas ardientes, enviaría a Dios al otro barrio de una explosión.
Vistas desde la acera, las oficinas de Nueva York de la Sociedad de Recreación de la Segunda Guerra Mundial de Pembroke y Flume sólo parecían la fachada de otra tienda de Manhattan, indistinguible de unos cuantos establecimientos similares que ocupaban el lado civilizado de la Octava Avenida, esa zona desmilitarizada más allá de la cual los sex-shops y los espectáculos de striptease aún no habían avanzado. Sin embargo, en cuanto los tres ateos entraron, ocurrió un desplazamiento curioso. Entrando a trompicones en el vestíbulo oscuro, con el maletín balanceándose a su lado, Oliver se sintió como si se hubiera caído por el tiempo y hubiera aterrizado en el despacho privado de un magnate del ferrocarril del siglo diecinueve. Una alfombra persa absorbió sus pisadas. Un espejo de cuerpo entero y de bordes dorados se alzaba ante él, flanqueado por globos luminosos de cristal tallado salidos directamente de la era de la luz de gas. Un reloj de pie inmenso anunció la hora, las cuatro de la tarde, tocando con tanta languidez como para sugerir que su verdadero propósito no era marcar el paso del tiempo sino exhortar a la gente a que se tomaran las cosas con más calma y a que saboreasen la vida.
Una mujer alta de cuello de cisne, con un sombrero de fieltro con ala curva de Mary Astor y un traje chaqueta azul cielo con hombreras, fue a su encuentro y, si bien era obvio que era demasiado joven para ser la madre de Pembroke y Flume, trató a los ateos menos como a clientes que como a un grupo de niños del barrio que hubiesen venido a jugar con sus hijos.
—Soy Eleanor —dijo, conduciéndoles a una oficina pequeña con paneles, afortunadamente con aire acondicionado. Las paredes estaban decoradas con pósters. PEMBROKE Y FLUME PRESENTAN LA BATALLA DE LAS ARDENAS (la T formada por la boca del cañón de un tanque)… PEMBROKE Y FLUME PRESENTAN ATAQUE CONTRA TOBRUK (grabado en las almenas de un puerto fortificado)… PEMBROKE Y FLUME PRESENTAN LA LUCHA POR IWO JIMA (escrito en sangre sobre una duna)—. Apuesto a que os apetecería algo frío y líquido, chicos. —Eleanor fue tranquilamente hasta una nevera Frigidaire de principios de los cuarenta y abrió la puerta, dejando ver un montón de etiquetas clásicas: Ruppert, Rheingold, Ballantine, Pabst Blue Ribbon—. Cerveza nueva en botellas viejas —explicó—. Budweiser, de hecho, de la bodega de la esquina.
—Yo me tomaré una Rheingold —dijo Oliver.
—Pabst para mí —dijo Barclay.
—Ah, las pseudoelecciones del capitalismo tardío —dijo Winston—. La mía que sea una Ballantine.
—Sidney y Albert están en la sala trasera escuchando su programa favorito. —Eleanor sacó las cervezas y las abrió con un abridor de Jimmy Durante pintado a mano—. La segunda puerta a la izquierda.
Cuando Oliver entró en la sala en cuestión —un santuario oscuro y acogedor decorado con pin-ups de Esther Williams y Betty Grable—, una voz de hombre aguda y atenuada le saludó:
—… donde descubrieron que el Dr. Seybold había perfeccionado su energizador cosmo-tómico. Escuchen ahora mientras Jack y Billy investigan esa casa de piedra solitaria conocida como el Castillo del Diablo.
Dos hombres jóvenes y pálidos estaban sentados en los extremos opuestos de un sofá de terciopelo verde, con una Ruppert en la mano e inclinados hacia la mesa de centro Chippendale en la que descansaba una antigua radio estilo catedral, aunque era obvio que el sonido provenía del magnetófono que tenía al lado, al que estaba conectado. Al reparar en sus visitas, uno de los hombres sacó un cigarrillo de un paquete amarillento de Chesterfield mientras que el otro se levantó, se inclinó cortésmente y le estrechó la mano a Barclay.
En la radio, un adolescente dijo: «¡Ballenazas y pececitos, Jack! ¿Te imaginas una nación extranjera que tuviera toda esa energía eléctrica por nada? ¡Nos veríamos reducidos a un país indigente!».
Barclay hizo las presentaciones. Como el nombre «Pembroke y Flume» parecía sugerir un equipo cinematográfico humorístico cuyos sellos característicos incluían la disparidad física entre sus componentes —Abbott y Costello, Laurel y Hardy—, a Oliver le sorprendió la similitud entre los empresarios teatrales. Podrían haber sido hermanos o incluso gemelos bivitelinos, una impresión que parecía reforzada por los trajes a juego a rayas rojas y negras, de chaquetas largas con hombreras y pantalones anchos de cintura alta, típicos de los años cuarenta, que colgaban de sus cuerpos alargados: cuerpos Giacometti, decidió Oliver, el artista. Ambos hombres tenían los mismos ojos azules, empastes dorados y pelo rubio engominado, y fue sólo gracias a un esfuerzo de concentración que distinguió el semblante abierto y sonriente de Sidney Pembroke del rostro más austero y un tanto siniestro de Albert Flume.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Remolcando a Jehová»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Remolcando a Jehová» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Remolcando a Jehová» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.