James Morrow - Remolcando a Jehová
Здесь есть возможность читать онлайн «James Morrow - Remolcando a Jehová» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 2001, ISBN: 2001, Издательство: Norma, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Remolcando a Jehová
- Автор:
- Издательство:Norma
- Жанр:
- Год:2001
- Город:Barcelona
- ISBN:84-8431-322-0
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Remolcando a Jehová: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Remolcando a Jehová»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Remolcando a Jehová — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Remolcando a Jehová», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—¿Así que han podido con nosotros? —preguntó Pamela.
—Hay un rayo de esperanza —apuntó Winston, devorando el pastel diminuto—. Esta tarde hemos hablado con…
El marxista se detuvo en la mitad de la frase, atónito por el ascenso de Sylvia Endicott, una subida tan brusca que fue como si los muelles de su silla Imperio se hubieran soltado de repente.
—¿Es que me he perdido algo? —preguntó la anciana en un silbido bajo y líquido—. ¿Alguna reunión crucial? ¿Estaba fuera de la ciudad durante una sesión de emergencia? ¿Cuándo aprobamos este asunto del sabotaje?
—Nunca lo presentamos a una votación formal —contestó Oliver—, pero está claro que ése es el consenso en la sala.
—No en esta parte de la sala.
—¿Qué dices, Sylvia? —gruñó Pamela—. ¿«Sentaos y no hagáis nada»?
—La tumba de Svalbard difícilmente será un sitio seguro —se apresuró a añadir Meredith Lodge—. Demonios, sospecho que es tan vulnerable como la pirámide de Keops.
—La única respuesta es la destrucción —dijo Rainsford Fitch.
Frunciendo terriblemente el ceño, Sylvia caminó arrastrando los pies hasta el busto de Charles Darwin que estaba colocado junto a la chimenea.
—Suponiendo por un momento que el Valparaíso esté remolcando de verdad lo que Cassie Fowler dice que está remolcando —empezó—, ¿no deberíamos tener el valor colectivo, si no la simple decencia, de admitir que todos estos años estábamos equivocados?
—¿Equivocados? —preguntó Rainsford.
—Sí. Equivocados.
—Ésa es una palabra más bien extrema —dijo Barclay.
—Es probable que sea hora de corregir nuestros estatutos —admitió Taylor Scott, dándole una calada a un cigarrillo turco—, pero tampoco deberíamos renegar ahora de todas nuestras tesis. El mundo teísta era una pesadilla, Sylvia. ¿Te has olvidado de las cazas de brujas del Renacimiento?
—Pero no estamos siendo honestos.
—¿El juicio de Galileo? ¿La masacre de los Incas?
—No me he olvidado de esas cosas ni tampoco he olvidado la curiosidad científica que es el sine qua non de esta organización. —Sylvia se apretó el chal de lana, su protección principal contra el sucedáneo de invierno virulento de la Sala Montesquieu—. Deberíamos estudiar ese cadáver, no barrerlo debajo de la alfombra.
—Mirémoslo desde otro ángulo —dijo Winston—. Sí, en estos momentos están arrastrando una especie de entidad grande hacia el Ártico y, que nosotros sepamos, esta entidad colgó las estrellas, hizo girar la Tierra y moldeó a Adán en barro. Pero ¿significa eso que es Dios? ¿El que mueve y es inamovible? ¿La primera y última causa? ¿La razón de ser de todo? Está muerto, por el amor de Dios. ¿Qué clase de ser supremo la palma así?
—Un ser supremo falso —dijo Rainsford.
—Exacto —dijo Winston—. Un impostor, un farsante, un embaucador. El problema, por supuesto, es que esa lógica nunca impresionará a las masas crédulas. Una reliquia como ésta se convierte en una confirmación más de su fe. Ergo, para el bien de todos, en el nombre de la razón, hay que eliminar a este Dios-que-no-es-Dios.
—Winston, me horrorizas —con los brazos en jarras, Sylvia apuntó sus córneas arruinadas directamente al marxista—. ¿Razón, has dicho? ¿«En el nombre de la razón»? ¡Tú no estás repartiendo razón, sino fundamentalismo ateo!
—No juguemos con las palabras.
Sylvia se quitó el chal de un tirón, cojeó hasta el vestíbulo y tiró de la puerta de entrada.
—¡Damas y caballeros, no me dejan otra opción! —les espetó con rabia, mientras el calor de julio entraba en el salón glacial—. El honor me dicta un único camino: ¡debo renunciar a la Liga de la Ilustración de Central Park Oeste!
—No te lo tomes tan en serio, Sylvia —dijo Pamela.
La anciana salió a la noche húmeda.
—¿Lo habéis entendido, fariseos intelectuales? —gritó por encima del hombro—. ¡Me voy, para siempre!
A Oliver se le contrajeron las tripas. Se le secó la garganta. Maldita sea, Sylvia tenía algo de razón.
—¡El saqueo de Jerusalén! —gimió Winston cuando la puerta se cerró de un portazo.
—¡El asedio de Belfast! —bramó Rainsford.
—¡La masacre de los hugonotes! —gritó Meredith.
Tenía algo de razón, pero nada más, decidió Oliver, un simple argumento racional y, mientras, los bosques se estaban quemando.
—Háblanos de ese rayo de esperanza —dijo Pamela.
Barclay se acercó al hogar dando grandes zancadas y se calentó las manos a las llamas furiosas.
—Es probable que no hayáis oído hablar nunca de la Sociedad de Recreación de la Segunda Guerra Mundial de Pembroke y Flume, pero es mas o menos lo que da a entender el nombre: un par de jóvenes empresarios teatrales ambiciosos que compran B-17, acorazados y cosas por el estilo que se han mandado a la reserva. Contratan a actores hambrientos, a marinos mercantes en paro y a aviadores de la Marina de baja, y luego viajan por ahí haciendo simulacros de los encuentros más importantes entre el Eje y los Aliados.
»El verano pasado, Pembroke y Flume pusieron en escena su versión de la campaña africana de Rommel, sustituyendo Túnez por el desierto de Arizona —continuó Winston, uniéndose a Barclay junto al fuego—. El invierno pasado, hicieron la contraofensiva de las Ardenas en las montañas Catskill. Da la casualidad de que este año es el cincuenta aniversario de la Batalla de Midway, de modo que tienen a un equipo de Hollywood trabajando en Martha’s Vineyard, reconstruyendo la base entera en espuma de poliestireno y en contrachapado. El uno de agosto, montones de aviones de combate japoneses clásicos despegarán de las reproducciones en fibra de vidrio a una escala 3:4 de los portaaviones Akagi, Soryu y Kaga, y luego bombardearán la base en mil pedazos. Al día siguiente, un escuadrón de aviones de bombardeo en picado del antiguo portaaviones americano Enterprise, la joya de la colección de Pembroke y Flume, hundirá los cuatro portaaviones japos.
—Lo que en realidad es un poco de trampa —respondió Barclay—. El Yorktown y el Hornet también enviaron aviones, pero Pembroke y Flume tienen un presupuesto reducido para operar. Por otra parte, usan bombas que no han estallado. El público paga, pero vale la pena.
—Pan y circo —dijo Winston, con sorna—. Sólo en la América del capitalismo tardío, ¿eh?
—El hecho relevante es éste: cuando hayan acabado, Midway, Pembroke y Flume no tienen ninguna perspectiva inmediata —dijo Barclay—. Estarán ansiosos por que les contratemos.
—¿Contratarles para qué? —preguntó Meredith.
—Para volver a representar toda la batalla entera, con munición nueva. Entre sus aviones de bombardeo en picado y sus cazas torpederos, estamos casi seguros de que podremos repartir bastante dinamita para hundir el cargamento de Van Horne.
Oliver sintió un estremecimiento rápido y delicioso de emoción cuando, tras levantarse de su diván, cruzó resuelto la alfombra Aubusson hasta el busto de Darwin. Le gustaba este asunto de Midway. Le gustaba mucho.
—¿Cuánto nos cobrarán?
—Ofrecieron unas cuantas cifras aproximadas a la hora de comer —dijo Winston, recorriendo con la vista una tarjeta de 3 x 5 hecha jirones—. Salarios, comida, gasolina, bombas, abogados, condiciones del seguro…
—¿Y el balance final?
—Un momento. —El dedo índice de Winston bailaba por el teclado de su calculadora de bolsillo—. Dieciséis millones, doscientos veinte mil, setecientos cincuenta dólares.
—¿Crees que podemos hacer que lo bajen hasta quince? —preguntó Oliver, deslizando el dedo por los surcos de mármol del entrecejo fruncido de Darwin.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Remolcando a Jehová»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Remolcando a Jehová» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Remolcando a Jehová» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.