Jane acabó su relato y Raeker le hizo una o dos preguntas sobre puntos que no había entendido del todo, retirándose fuego para que Oliver mostrara su mapa. El ayudante de Raeker la fotografió mientras que él se preocupaba de que la cinta registradora funcionara correctamente, y los dos se relajaron de nuevo… o se acercaron a la relajación en la medida que lo permitía la confusión reinante, Racker casi estaba dispuesto a decidir que su presencia no era necesaria y que podría recuperar parte del sueño perdido.
No había dicho nada sobre ello, empero, cuando el cavernícola vio a John. A los tres segundos, al biólogo se le había quitado totalmente toda gana de dormir.
Reaccionó de inmediato. Había estado escondido en la vegetación hasta el punto que su anatomía se lo permitía; ahora se levantó sobre sus patas posteriores y comenzó a caminar. John se hallaba al suroeste de él, mientras que Fagin y el resto estaban al sureste; se encaminó hacia el norte. Inmediatamente Betsey se le interpuso en esa dirección y el cavernícola se detuvo, momentáneamente confundido. Nick, que no había perdido de vista la cresta del cavernícola desde que Betsey se lo había señalado, interpretó la situación correctamente, aunque no podía ver ni a John ni a Betsey. Se levantó, interrumpiendo de forma poco ceremoniosa a Oliver, y comenzó a dar órdenes. Los otros quedaron sorprendidos, pero reaccionaron con no demasiada confusión; a los pocos segundos todos corrían por la colina hacia el punto en el que había desaparecido el cavernícola, dejando a los observadores humanos haciendo preguntas inútiles por los altavoces de su robot. Viendo la poca utilidad de sus palabras, Racker mandó al robot en la misma dirección que sus pupilos y utilizó un lenguaje que levantó las cejas de Easy mientras la máquina quedaba más detrás. Nick y sus amigos desaparecieron por la colina en la que se había escondido el habitante de las cuevas y ni siquiera sus gritos superaban a los que estaba dando Raeker desde la sala de control.
Fue Easy quien hizo entrar sus palabras por canales más constructivos, menos porque estaba sorprendida que porque era curiosa.
—¡Doctor Raeker! ¡Oí que uno de ellos decía que había que capturar a un cavernícola! ¿Cómo llegó uno allí tan pronto? Creí que usted había dicho que los había dejado detrás de un río.
La pregunta de la niña era tan exacta a la que él mismo se estaba haciendo, que de momento no dio ninguna respuesta; pero al menos dejó de hablar y hasta se puso un poco colorado.
—Eso me pareció, Easy. Yo tampoco sé cómo nos encontraron; siempre pensé que esto estaba muy lejos de sus tierras y no comprendo cómo podían conocer un atajo por los alrededores del río… no comprendo cómo podía existir tal cosa; ese río tenía una milla de anchura. Tendremos que esperar a que regresen Nick y los otros; puede que traigan un prisionero a quien preguntar.
—Supongo que ésa es su idea; creo que dijo «capturar» y no «matar».
—Así es. Podremos verlos en uno o dos minutos cuando el robot suba esta colina, a menos que entre tanto se hayan ido a otra.
Pero no lo habían hecho; los observadores humanos tuvieron una buena vista de la caza, aunque no hubo mucho que ver. El valle en el que el cavernícola se había ocultado estaba rodeado de las bajas y redondas colinas tan típicas de la mayor parte de Tenebra; John y Betsey habían conseguido llegar a lo alto de dos de éstas antes de ser vistos, por lo que tenían gran ventaja sobre el cavernícola antes de que éste empezara a correr.
Había intentado varias veces pasar entre los grandes espacios que existían entre Betsey y John y entre éstos y el grupo principal, pero a los pocos momentos de cada carrera comprendió que le alcanzaban. Cuando el robot se puso a la vista, el cavernícola estaba en el centro del valle mientras que los pupilos de Fagin cerraban el cerco rápidamente. Se estaba preparando para una carrera final a través de cualquier hueco que se pudiera hacer una vez que los perseguidores se hubieran acercado tanto que sacrificaran así la ventaja de su elevación. También debía estar preparándose para luchar; era dos pies más alto que Nick y sus amigos y tenía dos lanzas cortas que parecían eficaces.
Daba la impresión de que Nick hubiera recibido conocimientos elementales en tácticas militares, así como en diplomacia. Detuvo a su pueblo a unas cincuenta millas del perseguido y los colocó en un círculo más espacioso. Cuando éste se hubo completado, comenzó a hablar en el lenguaje de Swift.
—¿Crees que podrás escapar de nosotros?
—No lo sé, pero alguno de vosotros lamentará haber intentado detenerme —respondió.
—¿Y de qué te servirá si mueres? —el explorador no fue capaz de encontrar una respuesta, la pregunta en sí pareció asustarle. La respuesta parecía tan obvia que no se tomó el trabajo de ponerla en palabras. Pero lo estaba intentando cuando Nick continuó— Ya sabes que Fagin dijo que quería enseñar a Swift lo que él quisiera saber. No quería luchar. Si bajas tus lanzas y vienes a hablar con él no te heriremos.
—Si tu profesor quería ayudarnos, ¿por qué escapó?
Nick ya tenía preparada su respuesta.
—Porque lo habíais apartado de nosotros y también quería enseñarnos. Cuando llegué a vuestro poblado vino conmigo para ayudarme a escapar. Me ayudó a pasar el río, lo que no hubiera conseguido de haber ido solo. Cuando atacasteis nuestro poblado él quería que habláramos con vosotros en lugar de luchar; pero no nos disteis oportunidad —se calló, pensando que su antagonista necesitaría tiempo para pensar, pero en seguida le hizo otra pregunta.
—¿Haréis todo lo que os diga vuestro profesor?
—Así es —Nick no mencionó las veces que había dudado si obedecer las órdenes de Fagin; pero, para ser honestos, ni siquiera las recordó en aquellos momentos.
—Déjame oírle cómo te dice que no me haréis daño. Viene hacia aquí. Le esperaré, pero no me desharé de las armas hasta que no esté convencido de que no las voy a necesitar.
—Pero no conoces nuestro lenguaje y no sabrás lo que nos está diciendo.
—Aprendió alguna de nuestras palabras mientras estuvo con nosotros, aunque no podía pronunciarlas bien. Creo que podré preguntarle si va a herirme o no y que podrá decir sí o no.
El explorador quedó en silencio, observando la aproximación del robot y asiendo con firmeza cada lanza con dos manos. Estaba dispuesto a batirse con ellas, no a tirarlas.
Incluso Raeker pudo ver cómo se preparaba mientras se acercaba el robot al círculo y se sintió un poco inquieto; si ocurría cualquier cosa, tardaría dos segundos en reaccionar. Como en muchas otras ocasiones anteriores, deseó que el Vindemiatrix estuviera en órbita justo al lado de la atmósfera de Tenebra y con tres o cuatro estaciones intermedias que se ocupasen de los problemas causados por el horizonte.
—¿Qué ha ocurrido, Nick? ¿Va a luchar?
—No, si le convences de que no es necesario —contestó Nick. Le contó las últimas afirmaciones del cavernícola—. No sé qué hacer con él ahora que lo tenemos —acabó.
—Yo no diría que lo tenemos realmente —contestó secamente Raeker—; pero comprendo el problema. Si le dejamos ir, Swift caerá sobre nosotros en unas horas. Si no, tendremos que vigilarlo constantemente, lo que es una molestia, y podrá escaparse en cualquier momento. No hay excusa, desde luego, si le matamos.
—¿Ni siquiera después de lo que les ocurrió a Alice y Tom?
—A pesar de ello, Nick. Creo que vamos a tener que dejarlo en libertad y enfrentarnos al hecho de que Swift sabrá dónde nos encontramos. Déjame pensar.
El robot quedó en silencio, pero no los hombres que lo controlaban; mientras los nativos esperaban, se propusieron, discutieron y rechazaron planes a una gran velocidad. Easy no había cortado la comunicación, pero no ofreció ninguna idea. Hasta los diplomáticos, que podían oírlo todo desde la sala de comunicaciones, se quedaron callados.
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