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Charles Sheffield: La telaraña entre los mundos

Здесь есть возможность читать онлайн «Charles Sheffield: La telaraña entre los mundos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1989, ISBN: 84-406-1089-0, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Charles Sheffield La telaraña entre los mundos

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Charles Sheffield es uno de esos escritores de ciencia ficción que hace que el resto de nosotros piense seriamente en hacer carrera como vendedores de saldos. De hecho, la única razón por la que le permitimos vivir es que también somos lectores de ciencia ficción. Tiene la base científica de un Clarke, la capacidad narrativa de un Heinlein, la aguda ironía de un Pohl o un Kornbluth y la habilidad como constructor de universos de un Niven. Spider Robinson

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Corrie sonrió.

—Lo hubiera intentado de otra manera, por supuesto. Es algo que Regulo me enseñó. Cuando lleguemos a él, échale un vistazo a su escritorio. Verás cosas escritas sobre él. Una de las leyendas dice: «Hay novecientas sesenta maneras de erigir hogares tribales, y cada una de ellas es la correcta» . Contemplé esa leyenda años y años, sin tener la menor idea de lo que significaba, hasta que por fin comprendí por qué la tenía allí. Ahora sigo intentando, un método tras otro, hasta dar con uno que dé resultado.

Años y años . Rob se sintió intrigado. Estuvo a punto de hacer otra pregunta, pero cambió de idea y bajó de la nave. Mientras él cruzaba la superficie rocosa de la pista de aterrizaje hacia la pequeña ciudad, Corrie miró la cámara montada en una pared de la nave.

—¿Sigues ahí, Regulo?

—Sí. —Hubo una pausa antes de que la voz grave volviera a hablar—. Bien hecho, Cornelia. Ya he enviado un mensaje para que tengan un Remolcador preparado en Nairobi para dentro de cinco horas.

—Estaremos allí. ¿Alguna otra instrucción?

—Ninguna. Pero sí una pregunta. Observé con atención a Merlin antes de que se fuera. Me pareció que algo lo preocupó por un instante, o que lo sorprendió. Yo no te estaba mirando a ti, pero me pregunté si no habrías hecho algo que no captamos en la cámara.

—No noté ninguna reacción extraña en él. —Quedó pensativa un momento, pero negó con la cabeza—. No recuerdo haber hecho nada peculiar o fuera de lugar.

—Sigue pensando. —La voz sonó reflexiva—. Ya lo sabíamos: es un muchacho muy inteligente. Ten cuidado con lo que le dices. Y he comprendido lo que me decías de sus ojos. Tiene veintisiete años, pero sus ojos podrían ser los de un niño de seis. Ya sabes que, según Caliban, nos arriesgamos mucho al utilizar a Merlin. O al menos creemos que eso es lo que dice. Sabes lo difícil que es interpretar cualquier cosa que nos transmite. He decidido no hacer caso de Caliban en esto, a pesar de las objeciones de Joseph. Caliban sugiere que debemos tratar con Merlin con más cautela que de costumbre. Recuérdalo cuando hables con él. Te esperaré aquí dentro de ocho horas.

2

UNA MIRADA A LA ESCALERA DE JACOB

Desde lejos no había manera de calcular el tamaño de la estación de Regulo. Corrie le había dicho a Rob que era sólo una base provisional, donde Regulo esperaba para encontrarse con ellos, y eso hacía pensar en una construcción pequeña. Sólo cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para ver la entrada y tenerla como referencia, Rob se dio cuenta una vez más de que Regulo pensaba a lo grande. Toda la construcción cilíndrica medía más de cien metros de largo y al menos cincuenta de ancho.

—No le gustan las estrecheces —dijo a Corrie mientras se sentaban juntos en la zona de pasajeros del Remolcador.

—¿Por qué iban a gustarle? Pero esto no es nada, sólo una casa para unos pocos días. Su base real está en estos momentos a un millón de kilómetros de aquí. Se muere por volver. Te lo dije, Regulo se ha tomado muchas molestias para encontrarse aquí contigo. Su primera idea fue que yo te llevara a su base, pero después de hablar con él un poco más se percató de que era demasiado esperar sin un incentivo real.

Mientras ella hablaba, el Remolcador giraba suavemente hacia el acoplamiento con la puerta central de la estación cilíndrica, ajustando la posición y la velocidad con pequeñas explosiones de los motores de control. Cuando por fin se acoplaron no hubo impacto, sino una suave y breve aceleración cuando la nave tomó su posición final y se acopló electromagnéticamente a la cavidad central de la estación. Los controles electrónicos concluyeron en pocos segundos y las puertas se abrieron en silencio hacia el interior de la gran estación. En el eje la gravedad era casi nula. Corrie lo condujo hacia las áreas externas, y Rob flotaba detrás de ella. Su experiencia en ambientes con baja gravedad era escasa, y a pesar de las drogas para corrección vestibular, sentía la falta de orientación. No había señales de nadie más. Siguieron avanzando hacia afuera, hasta un punto donde la aceleración centrífuga había aumentado casi hasta un cuarto de g. La incomodidad de Rob disminuyó cuando regresó la sensación de peso.

Corrie no había dejado de mirarlo comprensiva mientras avanzaban.

—Te sentirás mejor, verás, dentro de un momento —dijo—. Y la próxima vez no notarás ni la mitad de lo que has sentido ahora. Es algo a lo que hay que acostumbrarse, y les pasa a todos.

Habían llegado a una gran puerta corrediza. Corrie la abrió sin llamar y lo hizo entrar. La habitación en la que penetraron había sido amueblada como un estudio, con terminales de ordenador sobre una pared, pantallas en la de enfrente y un gran escritorio y consola de control en el medio. La iluminación era tan escasa que resultaba difícil discernir los detalles de muchos de los objetos. La suave curva del suelo cilíndrico estaba cubierta por una alfombra fina y espesa, roja oscura, que parecía resplandecer suavemente como la luz de un rubí. La tapa del escritorio estaba hecha de un material veteado, en rosa, parecido a un delicado mármol, que también parecía agregar luz a la habitación en lugar de absorberla. Rob vio todo esto con una breve mirada. Sus ojos se posaron en el hombre sentado detrás del gran escritorio.

Darius Regulo era alto y delgado, con manos largas y huesudas, y algo encorvado. Los cabellos que cubrían su gran cabeza eran blancos y finos, y le caían en un mechón despeinado sobre la amplia frente. Era evidente que, si se había sometido a tratamientos de rejuvenecimiento, hacía tiempo que le hacía falta otro. Rob nunca había visto a nadie, hombre o mujer, que pareciera tan viejo, tan frágil. Luego miró la cara y la piel de Regulo, y los otros factores perdieron importancia. Los ojos seguían siendo brillantes y alertas, de un azul helado con pálidos reflejos grises, pero miraban desde una cara que era una burda imitación de humanidad. Los rasgos de Regulo parecían haberse desdibujado, derretido. La piel que los cubría era como la escoria de un horno: gris, granulosa y marchita. Era fácil adivinar el motivo del bajo nivel de iluminación en la gran habitación. Rob se obligó a mantener la mirada fija sobre Regulo, sin apartar los ojos.

—Adelante, Merlin. —La voz profunda sonó raída y gastada también, como si hubiera sufrido el mismo destino que la cara de Regulo. Las consonantes sonaban como salidas de una garganta llena de arena—. Lamento que mi estado imposibilitara un encuentro en la Tierra. Por favor, siéntese en esa silla.

Se volvió a Corrie.

—Buen trabajo, querida. Merlin y yo necesitaremos al menos un par de horas a solas. No creo que la conversación te resulte demasiado interesante. Te sugiero que vayas a visitar a Joseph, al otro lado de la estación, y te informes sobre sus adelantos. Está convencido de que tiene nuevos resultados para nosotros.

Corrie hizo una mueca.

—Sabes que no me gusta estar con él, sobre todo cuando no estás tú.

—Lo sé —Regulo rió—. Pero también sé que estás tan interesada como yo en seguir sus proyectos. No lo niegues, querida, podría recordarte cincuenta incidentes que apoyan mi afirmación. Te llamaremos cuando hayamos terminado. Y haré que el Remolcador esté listo para que podáis regresar a la superficie a última hora.

Se volvió hacia Merlin cuando Corrie salió del estudio.

—Así que usted es el hombre que inventó la Araña, ¿eh? —Su voz, a pesar de la aspereza de sonido, sonó cálida e interesada—. Si no le importa me gustaría saber cuánto tardó en hacerla.

A Rob le sorprendió la pregunta. Era un comienzo inesperado para la conversación.

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