»Por desgracia, el plan de Yahvé funcionó. Claro está que nunca sabremos qué habría hecho Jesús de haber vivido el resto de su vida normal. ¿Habría hecho causa común con Lucifer y los hombres? -Christopher se encogió de hombros-. Ahora poseo la memoria completa de Jesús hasta el día de su muerte, y ni aun así estoy seguro. Sospecho que habría permanecido leal a Yahvé. Su fidelidad era demasiado fuerte.
»Jesús nunca logró verse como un humano más. El problema es que nació en este mundo con todo el conocimiento y la memoria de su padre y de su vida anterior. Así que nunca pudo labrarse una opinión objetiva sobre Yahvé. Por otro lado, debido al trauma de la crucifixión, la resurrección y casi dos mil años de letargo antes de la clonación, yo apenas recordaba nada de la vida de Jesús o de sus recuerdos sobre Yahvé; eso, claro está, hasta que me fueron revelados a través de la muerte.
»¿Te acuerdas cuando hace un rato te decía que los theatanos pueden viajar al pasado y al futuro? Bueno, pues quiero matizar eso un poco. Ya conoces el debate sobre las teorías acerca del viaje en el tiempo. A grandes rasgos, la controversia se puede reducir a la siguiente pregunta: ¿podría una persona viajar al pasado y hacer algo como matar a su padre siendo éste todavía un niño? Si lo hiciera, entonces el viajero en el tiempo nunca habría nacido. Y si no, ¿cómo iba a viajar en el tiempo y matar a su padre? Los theatanos hallaron la respuesta a esa paradoja. Cuando una persona viaja en el tiempo, no tiene la facultad de hacer cambios, ni siquiera la de romper un palito o levantar un objeto, aunque sea minúsculo. No puede ser visto, ni oído, ni sentido. Es más, puesto que no puede cambiar nada, no puede ni siquiera desplazar el aire ni ocupar espacio. La única razón por la que el viaje en el tiempo es posible es que se efectúa en espíritu, forma en la que el viajero no ocupa espacio. De hecho, el que viaja no es más que un espectador. Es totalmente incapaz de cambiar el pasado, y sólo puede modificar el futuro si regresa a su presente e intenta activar las circunstancias necesarias para el cambio.
»Te cuento todo esto porque necesito que sepas que la clonación de las células que quedaron en la Sábana Santa estaba planeada desde el principio; desde que Lucifer propuso a Yahvé tomar forma humana. Lucifer había visto el futuro y sabía que Jesús sería crucificado antes de poder tomar ninguna decisión sobre el género humano. Muerto Jesús, Lucifer envió sus ángeles a la tumba para asegurarse de que el sudario estaba bien pegado a sus heridas, para que, al resucitar, sus células quedaran prendidas a él. Lo hizo a sabiendas de que, dos mil años después, unos científicos examinarían la Sábana. Cuando llegara el día, se encargaría de que uno de ellos hallara las células y clonara a Jesús.
»Pero todavía hacía falta una cosa más para que todo esto funcionara. Era estrictamente necesario que Yahvé no se enterara del plan ni de la existencia de las células. Ya te he hablado de los seres espirituales, que aquí llamamos ángeles. Lo que no te he contado es que la mayoría de estos seres han optado por ponerse de parte de los theatanos. Debido al carácter único de la Tierra, Yahvé y Lucifer tienen millones de ángeles que se han unido a ellos y hacen cuanto ellos les piden. A fin de proteger las células de la Sábana, Lucifer encargó a un grupo de ángeles partidarios de él que se ocuparan de que Yahvé no descubriera la existencia de las células. Desde la clonación, ese mismo grupo de ángeles ha velado también por ocultar mi existencia.
»Te he contado que a veces tenía la sensación de que se estaba librando una batalla entre alguien que intentaba atraparme y alguien que trataba de evitarlo. Esa sensación me invadía siempre que hacía algo que requería el uso de mis habilidades de theatano, como sanar a las personas, incluida la vez que doné sangre para curar al subsecretario Milner en el hospital. Cuando hacía esto, los ángeles de Yahvé podían percibir mi presencia. La batalla que sentía la libraban los ángeles de Yahvé, que querían encontrarme, y los ángeles de Lucifer, que habían jurado protegerme.
– Un momento -le interrumpió Decker-. Pero, entonces, ¿quién fue con el que hablaste esos cuarenta días que pasaste en el desierto israelí?
– Lucifer -contestó Christopher.
– Pero él se identificó como tu padre.
– Bueno, comprenderás que por entonces, antes de conocer la verdad, no habría estado muy dispuesto, que digamos, a conferenciar con Lucifer. Además, él es mi padre mucho más de lo que lo es Yahvé. Igual que tú me has cuidado, me has protegido y me has ayudado a alcanzar mi destino, Lucifer también lo ha hecho. ¿Quién es más importante, Decker? ¿El que me dio la vida hace casi cuatro mil millones de años, o quien me ha querido y se ha preocupado por mí?
Era una pregunta retórica.
– Al final -continuó Christopher-, después de las curaciones en la ONU, Yahvé me encontró. Fue entonces cuando envió a Tom Donafin a que me matara. Yahvé sabía que te culparías por mi muerte, exactamente igual que lo hiciste hace dos mil años. Es posible incluso que supiera que planearías suicidarte otra vez, igual que cuando eras Judas.
A pesar de todo lo que Christopher había dicho hasta ahora, todavía consiguió sorprenderle con esta pequeña revelación. Instintivamente, Decker se llevó la mano al bolsillo de la chaqueta, donde se había guardado el folleto del centro de interrupción de la vida.
– ¿Lo sabías? -preguntó Decker.
– Lo sabía -respondió Christopher.
Decker sacó el folleto, le echó un vistazo -consciente del trágico error que había estado a punto de cometer-, lo rompió en dos y lo tiró. Fue un alivio deshacerse de él.
– Enviando a tu amigo Tom Donafin a matarme, Yahvé pretendía otra cosa más -continuó Christopher-. Tenía la esperanza de que yo te culpara a ti y que, en consecuencia, dejara de confiar en todos los hombres, igual que Jesús lo hizo después de que lo traicionaran.
»Pero yo no te culpo, ni os guardo rencor ni ti ni a Tom. Tom Donafin no era más que un pobre peón inocente, víctima de los embustes de quienes le rodeaban; igual que tú fuiste embaucado por Juan en el pasado. -Christopher posó la mano sobre el hombro de Decker-. Decker -le dijo consolador-, no fue culpa de Tom. Y aún menos tuya.
Decker no contestó, pero era obvio que apreciaba el consuelo.
– Estos tres últimos días, mientras estaba en su presencia espiritualmente -continuó Christopher-, Yahvé ha intentado ganarme; me ha prometido mucho poder si le seguía y ha amenazado con castigarme si no lo hacía. Pero ha fracasado, si no yo no estaría aquí. Ahora sé que gane o pierda, he de luchar contra él, igual que lo ha hecho Lucifer, para intentar liberar a la Tierra de la esclavitud a la que la tiene sometida. Yahvé conoce mi decisión. Me he consagrado a la victoria de la raza humana sobre los perturbados designios de Yahvé.
Christopher se volvió de nuevo hacia Robert Milner.
– Y tú lo has sabido desde siempre.
– Bueno, no desde siempre -confesó Milner-. Lo cierto es que Alice Bernley lo sabía desde mucho antes que yo. Por eso, si lees la carta de constitución del Lucius Trust, descubrirás que al principio se llamaba el Lucifer Trust. No te imaginas lo que discutimos sobre este asunto hasta que reconoció que llamarlo Lucifer Trust ahuyentaría a mucha gente. Es más, yo no conocí la verdad hasta después de morir Alice, cuando el Tibetano, el maestro Djwlij Kajm, vino a mí y me preparó para recibir el espíritu del antiguo profeta hebreo Elías. Después de quince meses de aprendizaje con él en el desierto israelí, comprendí que el maestro Djwlij Kajm era en realidad el theatano Lucifer, el portador de la luz.
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