»Los theatanos, sin embargo, habían dejado de creer y de adorar a toda forma divina mucho antes de alcanzar su forma espiritual -es más, aquél había sido el paso más importante en su desarrollo evolutivo hacia una entidad espiritual-, ¡y no estaban dispuestos a volver a adorar a nadie nunca más!
»Cuando resultó evidente que los theatanos no iban a satisfacer sus exigencias, Yahvé se exilió. Sólo su hijo lo acompañó. El resto de theatanos celebró con júbilo su partida. Yahvé renegó de los theatanos, pero necesitaba comunicarse, aunque sólo fuera en una relación de conflicto. Además, no había renunciado a su deseo de ser adorado. De ese modo, eligió para exiliarse el planeta Tierra. Si los theatanos no querían adorarle, lo mejor era que lo hicieran los habitantes de la Tierra, destinados también a convertirse en seres espirituales. Pero debido a que los humanos son seres destinados a convertirse en entes espirituales, adorar a un dios va en contra de su verdadera naturaleza.
»El theatano encargado de velar por la Tierra se opuso a la interferencia de Yahvé, pero no fue lo suficientemente fuerte para resistir. Intentó razonar con él, pero fue inútil.
– ¿Y no podían detenerle los demás theatanos? -interrumpió Decker.
– La verdad es que sí, si así lo hubiesen querido -contestó Christopher-, pero ya te he dicho que los theatanos han mantenido siempre una actitud de no injerencia en el resto del universo.
Christopher continuó con su explicación.
– Decker, ¿no te has preguntado nunca por qué la gente tiene ese deseo insaciable de querer más, o por qué produce mayor placer querer que tener ? ¿Por qué la rosa cortada no despierta el mismo deseo que la rosa por cortar? -preguntó Christopher. Decker asintió; no era la primera persona que se lo preguntaba. Hacía miles de años que poetas y filósofos se planteaban lo mismo.
– Se debe a que el hombre no ceja en la búsqueda de lo que se le ha negado, su destino espiritual. El hombre no alcanzará jamás la felicidad plena mientras sea una dicotomía de carne y espíritu. Lo que satisface sólo lo hace temporalmente. El hombre busca la felicidad, ¡pero no la podrá hallar del todo porque no le dejan desarrollar todo su potencial!
»¿Te suena la historia del jardín del Edén? -le preguntó Christopher retóricamente. Decker asintió de todas formas-. Bueno, pues aunque tal y como la cuenta la Biblia es incompleta y ligeramente engañosa en algunos detalles, en líneas generales dice la verdad. El Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento, narra cómo la Tierra era un jardín precioso y tranquilo donde vivían Adán y Eva. Entró entonces en ese mundo apacible Yahvé, quien, asumiendo un aspecto rutilante y magnificente jamás visto por los habitantes de la Tierra, les reveló que él era el único dios verdadero, su creador, y que debían adorarle y obedecer sus leyes. Ellos, ingenuos e inexpertos, se sometieron.
»En su primera ley, Yahvé les pidió algo tan sencillo que era casi ridículo, incluso para una cultura tan primitiva; les ordenó que no comieran el fruto de determinado árbol. Y para forzar su cumplimiento, los amenazó con un castigo extremadamente duro e injusto. Yahvé dijo que si comían del fruto de aquel árbol, morirían. [20]Pero la prohibición no se debía a que el fruto del árbol fuera mágico, como sugiere la Biblia. Yahvé tenía una razón mucho más insidiosa para imponer una ley tan ridícula. ¡Lo hizo porque era ridícula!
»Verás. Si les hubiese dado una ley razonable, una ley destinada a protegerles, diseñada para su propio bien, entonces la habrían respetado por ser ésta buena para ellos. Ese tipo de leyes promueven la lógica, como cuando un padre le dice a su hijo que no toque una estufa ardiendo. Pero Yahvé pretendía todo lo contrario. ¡Quería una obediencia ignorante y ciega! Daría a las personas una ley absurda, tanto que al cumplirla quedaría demostrado su sometimiento. ¡Ésa era la verdadera e insidiosa naturaleza de su plan!
»Yahvé sabía que el último paso en la evolución de la humanidad requeriría desechar creencias infantiles en divinidades, y empezar a confiar en uno mismo. Sabía que, una vez subyugados, los habitantes de la Tierra no alcanzarían jamás la dimensión espiritual en su evolución, sino que, por el contrario, permanecerían oprimidos hasta la eternidad, ¡presos de sus cuerpos carnales y adorándole a él!
»El otro theatano, el que había velado la Tierra hasta la llegada de Yahvé, comprendió que debía hacer algo para frustrar su plan. Le costó mucho tomar una decisión. Hasta entonces, no se había aparecido jamás a los habitantes de la Tierra porque sabía que éstos, con su inteligencia primitiva, podían confundirle con un dios, y quería evitarlo a toda costa. Sabía que la creencia en una divinidad, cualquiera que ésta fuera, interferiría en el desarrollo de su intelecto y de su autoestima. Pero como Yahvé ya se les había aparecido, no tuvo otra elección. Tenía que intentar que todo volviera a su cauce denunciando las mentiras de Yahvé.
»Para minimizar el riesgo de ser confundido con un dios, se apareció al hombre y a la mujer adoptando la forma de un animal común que les fuera familiar. Primero se dirigió a la mujer, y le explicó que Yahvé no decía la verdad y que no morirían si comían del fruto del árbol. [21]Le dijo que comiendo el fruto se daría cuenta de que Yahvé había mentido y de que no era quien decía ser. Muy al contrario, era un tirano cruel cuyo ansia por controlarlos no se detendría ante nada ni nadie. Ella comprendió e instintivamente confió en las palabras del theatano, y en una sorprendente muestra de coraje y fortaleza -evocada infinitas veces en una canción y una leyenda en un millar de planetas a lo largo y ancho del universo-, comió la fruta. La mujer sabía que si se equivocaba moriría, y también que si no comía cabía la probabilidad de que su pueblo nunca llegara a conocer la verdad.
»¡Y por supuesto que no murió! ¡Yahvé había mentido! Entonces se apresuró a compartir el fruto con los demás, que tampoco murieron. ¡Incluso la Biblia lo reconoce y dice que, en lugar de morir, como Yahvé había amenazado: «Abriéronse entonces los ojos de ambos»! 7Esto habría bastado para convencer a la humanidad de una vez por todas de que Yahvé era un mentiroso, pero con el paso del tiempo esta revelación cayó en el olvido.
– Espera un momento -dijo Decker visiblemente contrariado-. A ver si lo entiendo. El otro theatano del que me hablas… ¿quién es…? ¿Satán? ¿Me estás diciendo que Satán era todo buenas intenciones cuando tentó a Adán y Eva para que comieran la manzana?
– Bueno -contestó Christopher-, supongo que, para empezar, debería aclarar que, de hecho, el nombre del otro theatano es Lucifer, que significa «portador de la luz». «Satán» no es más que el resultado de la mala pronunciación de «theatano»; hay muchas lenguas que carecen del sonido th y, con el tiempo, «Satán» se ha convertido en la pronunciación más aceptada. Al principio, Yahvé se negó a llamar a Lucifer por su nombre y se refería a él simplemente como theatano, puesto que él se consideraba superior a los theatanos, su raza de nacimiento. En cuanto a lo de si Lucifer los tentó o simplemente les informó sobre la verdad, eso depende mucho de cómo se mire.
La expresión de Decker era el reflejo mismo del desconcierto.
– Christopher, ¿estás seguro de lo que dices? ¿No te estarás equivocando?
Christopher meneó la cabeza.
– No cabe error alguno, Decker. Estos tres últimos días, mientras mi cuerpo yacía muerto, he estado en presencia de Yahvé en espíritu. He hablado con él, cara a cara. He descubierto que la voz y la risa helada e inhumana que escuchaba en el sueño de la caja eran la risa y la voz de Yahvé.
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